Las dos novedades políticas del siglo XX fueron el fascismo y el comunismo. Sus creadores, Lenin y Mussolini, imaginaron países dirigidos por un Estado con todo el poder concentrado. El primero, en el partido, “vanguardia del proletariado”; el segundo, en el hombre fuerte, él mismo. El sucesor de Lenin creó un híbrido, acumulando poder él mismo, pero el partido funcionó a su muerte y durante otros 40 años. El aprendiz de Mussolini, Hitler, mantuvo el control personal hasta destruir a Alemania (y a Europa en el camino).
La versión tropical del comunismo, el castrismo, fue muy parecida al estalinismo. El poder se concentraba en Fidel, pero el partido ha logrado sobrevivir unos pocos años a la muerte del líder y su hermano. En condiciones deplorables, pero ahí está. Aunque Fidel intentó exportar su modelo, sólo tuvo éxito a partir de 2003, cuando rescató a Hugo Chávez y, a cambio, consiguió el control de los cuerpos de inteligencia y de los militares venezolanos. El modelo se vendió como “Foro de Sao Paulo” y se trató de exportar al resto de América Latina, con el apoyo del populismo español, en la persona de José Luis Rodríguez Zapatero, y eventualmente a través de sus alfiles de Podemos.
Fidel logró consolidarse en Cuba a inicios de los 60 con el apoyo de la Unión Soviética, que mantuvo a la isla hasta su propio derrumbe. Después, ya no era fácil para los cubanos que quedaban en la isla enfrentar la maquinaria policial y de los Comités de Defensa de la Revolución. Después de casi 15 años de “período especial”, Cuba pudo saquear a Venezuela y sobrevivir, aunque en el camino los venezolanos entraron en su propio periodo especial. A pesar de todo, lograron vencer a Maduro en las urnas, y su permanencia es un golpe de Estado.
Pero los cubanos ahora necesitan otra vaca lechera, y la han encontrado en México, adonde también se han movido los populistas españoles, y en donde la estrategia avanza. Por un lado, repartir limosnas; por otro, adoctrinar. Pero ni han logrado el control total de los militares, ni han podido construir sus comités de defensa de la transformación. Por eso les urge acabar con la oposición, sea partidista o de opinión, y acelerar el adoctrinamiento. Para esto último, quieren utilizar el servicio militar, obligando a todos los jóvenes de 18 años a 13 fines de semana de reeducación. Para lo primero, continúan con la mañanera y con las granjas de las redes sociales. Para no dejar duda, construyeron la represión en la manifestación del 15 de noviembre.
Por otra parte, se sigue concentrando todo el poder posible en el Estado. El caso más reciente es la Ley de Aguas, que busca doblegar a los campesinos igual que en la Ciudad de México doblegan a Iztapalapa: sólo hay agua para quien se hinca. Pero si bien Cuba pudo vivir de la Unión Soviética en ese período inicial, y a Chávez le alcanzó el petróleo, acá no hay cómo mantener este proceso el tiempo suficiente. Por eso están buscando dividir a los grandes empresarios, jalando a unos de su lado a cambio de una u otra concesión o prebenda.
El rechazo popular a esta estrategia crece, como constató la secretaria Bárcena en la FIL. Aunque el anciano líder prefirió no ir allá, su video sufrió el mismo trato en redes. No creo que haya duda de lo que estos miserables buscan, pero todo indica que fracasarán. Éste es un país muy grande, muy variado, con la mayor complejidad económica de América Latina, en el que no hay forma de construir un Estado fascista o comunista, ni siquiera en versión tropical. Fracasarán, pero causarán graves daños. Ya lo están haciendo.