Fuera de la Caja

Lastre

¿De dónde vendría el crecimiento económico? Por el lado del consumo no se puede esperar demasiado; por la inversión, menos; del mercado externo sí.

El día de ayer, la OCDE anunció que esperaba que México crezca este año 6.3 por ciento, frente al 5 por ciento que auguraba hace unos meses. Para 2022, pronostica 3.4 por ciento. Como suele ocurrir, las agencias internacionales van rezagadas frente a los pronósticos que se hacen en México, de fuentes oficiales, bancos, expertos, etcétera.

Durante varios meses, los pronósticos se han movido al alza, conforme la recuperación económica fue, afortunadamente, más rápida de lo esperado al cierre del año pasado e incluso al principio de éste. La causa principal fue el incremento de movilidad, gracias a menor contagio de Covid, en los últimos meses de 2020, y a partir de marzo de 2021. Por esa razón, tuvimos dos momentos de salto en la economía, a los que siguieron meses de estancamiento. En octubre de 2020 y en marzo de 2021, la economía tuvo ajustes bruscos al alza, pero a eso le siguieron meses en los que prácticamente no hubo crecimiento. En el primer caso, enero y febrero de 2021, con una nueva ola de la enfermedad, y en el segundo, a partir de mayo pasado.

De acuerdo con el indicador oportuno de Inegi, se esperaría que la actividad económica de agosto sea igual a la de mayo, con lo que tendríamos cuatro meses de estancamiento, que hacen que el pronóstico de 6.3 por ciento ahora parezca elevado. Ya algunos bancos y empresas van de regreso con sus estimaciones, aunque no mucho (6.1 por ciento). Recuerde usted que para el primer semestre ya teníamos garantizado un crecimiento de 5.4 por ciento frente al año pasado. Claro, a menos que haya una contracción, que no se espera.

Ya habíamos comentado, al analizar los primeros datos del presupuesto 2022, que donde los números pueden ser demasiado optimistas es precisamente para el próximo año. Hacienda espera 4.1 por ciento, la OCDE ahora nos sugiere 3.4 por ciento, la mediana de especialistas consultados por CitiBanamex, 3 por ciento.

Como siempre, la pregunta relevante es ¿de dónde vendría el crecimiento? Por el lado del consumo, aunque todavía queda un trecho por recuperar en los servicios, ya no parece que podamos esperar demasiado. Por la inversión, menos, si ni la pública ni la privada crecerán en realidad. Del mercado externo sí podemos esperar algo: las manufacturas en México están creciendo incluso más rápido que las de Estados Unidos, y es perfectamente razonable esperar entre 2.5 y 3 por ciento de crecimiento para el año próximo.

Sin embargo, a la hora de estimar el comportamiento de toda la industria, las cosas se complican. Si vemos sus componentes, en los últimos tres meses, frente a 2018, las manufacturas están en -2 por ciento, ya casi se recuperan por completo. La minería, que es casi todo petróleo, trae una caída de -4 por ciento. Lo más grave, para el crecimiento futuro, es lo que ocurre en electricidad, gas y agua, con una caída de -5.5 por ciento. Finalmente, la construcción sigue en el sótano, con -15 por ciento.

Pero lo preocupante, le decía, es lo que ocurre con electricidad. Este rubro suele crecer al mismo ritmo que las manufacturas, porque es determinante en la producción. Si ahora no lo hace, eso significa que estamos agotando margen en la generación, y vamos a tener problemas de precios y de abasto. Ambas cosas parecen estar ya ocurriendo, pero podrían detener al país el próximo año.

Como usted sabe, Bartlett ha detenido el crecimiento del sector, ha puesto en problemas financieros a la CFE (entre otras cosas, devolvió pensiones absurdas al sindicato) y ha optado por tecnología sucia para producir. Ha causado ya problemas ambientales, financieros, y está por hacerlo para la economía completa. Es claro que el culpable es su jefe, por sostener a un incapaz como él a cargo de la empresa. Conviene hacer notar que, para 2022, su presencia será muy costosa. Es un lastre.

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