Fuera de la Caja

Imposibilidad III. El desenlace

Lo que López Obrador hace es exactamente lo contrario al cardenismo: destruye instituciones, subordina colaboradores y hace girar todo a su alrededor.

El lunes explicamos el verdadero origen del grupo que hoy detenta el poder político en México. El miércoles, su incapacidad absoluta. Hoy hablaremos del desenlace esperado.

Las decisiones del Presidente no tienen posibilidad de funcionar. Pemex pierde dinero a un ritmo de 500 mil millones de pesos por año, y eso no va a cambiar por simple deseo. CFE es incapaz de aportar la electricidad necesaria en México, ya no digamos a un costo razonable ni con respeto al ambiente: simplemente no puede cubrir la demanda. No hay forma de reconstruir Conasupo, ni de hacer funcionar el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía, el Banco del Bienestar o las universidades Benito Juárez. Como decía Yogi Berra: lo que no se puede, no se puede, y además es imposible.

Al fracaso de esas intenciones debe sumarse el que corresponde a los eventos externos. El más importante, sin duda, ha sido la pandemia, frente a la cual México se ubica como el peor país del mundo, tal vez en competencia con Brasil. Los datos son claros: más de medio millón de muertes debidas a la contingencia. Al menos 350 mil de forma directa. No se ha podido establecer un calendario razonable de vacunación, y abundan las evidencias de abusos de parte del ejército electoral del Presidente, ‘siervos de la nación’.

Buena parte del problema deriva de la concentración de poder en manos del Presidente, y otra parte proviene de la expulsión de personal capacitado en diversas áreas. En cualquier caso, es irremediable en tanto López Obrador se mantenga en Palacio Nacional. Si los mexicanos ya son conscientes de ello, el 6 de junio deberá recibir su merecido. Si aún no es así, y logra engañar a algunos por el tiempo suficiente, habrá que esperar a 2024.

Tenemos ya una economía muy debilitada (con un crecimiento potencial de 1 por ciento anual), con desabasto de medicinas, precios elevados en gasolina y electricidad, y una seria crisis en las finanzas públicas. Al mes de febrero, le está faltando un billón de pesos al Presupuesto de 2021, por poner un ejemplo. No se requiere repetir aquí ni los precios de combustibles ni del Kwh, ni listar las claves de medicamentos y material sanitario que ya no existe. No es un pronóstico, es reconocer la realidad.

Un régimen autoritario puede perfectamente sobrevivir a una economía destruida y una sociedad depauperada, Cuba y Venezuela son ejemplos recientes. Pero no puede sobrevivir sin una construcción política funcional. Es ahí en donde radica la imposibilidad del intento restaurador. El régimen de la Revolución fue construido por Cárdenas institucionalizando el papel del caudillo en la presidencia y organizando un sistema corporativo alrededor de él como árbitro, al que dotó de una ideología muy flexible, pero total: el nacionalismo revolucionario. Después de consolidar esa construcción con un acto propagandístico de relevancia internacional, la expropiación, se mantuvo al margen.

Lo que López Obrador hace es exactamente lo contrario: destruye instituciones, subordina colaboradores y hace girar todo a su alrededor. Es un buen método para una dictadura personal, pero no para un sistema político estable. No parece recomendable para un adulto mayor con problemas de salud.

En consecuencia, la restauración del PRI con otro nombre es imposible. El deterioro económico y social, que hoy todavía puede procesarse mediante vías democráticas, se convertiría en un grave problema en otras circunstancias. Una dictadura personal, un reemplazo militar, la escisión del país, estallidos sociales o implosión política en medio del crimen organizado son las posibilidades que tenemos.

Por eso es tan importante el INE, la elección de junio, y la supervivencia de la democracia. No hay un pasado de oro al cual volver. No hay un futuro milagroso. Hay lo que hay, y tenemos que hacernos cargo.

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