Luis Wertman Zaslav

La ruta que sigue la economía

Mantener una visión objetiva de lo que ha sucedido en esta administración es obligatorio para mercados y calificadoras, sobre todo porque el país ha entrado en una nueva etapa.

Impulsada por decisiones en las que ha prevalecido la prudencia y los grandes proyectos de infraestructura, la economía mexicana podría transitar, como no ocurría desde hace varios sexenios, por una ruta de certidumbre y de estabilidad, alejada de los vaivenes políticos que antes determinaban el cambio de sexenio.

Claro que quienes han perdido influencia podrán argumentar lo contrario, pero el empresariado en general ha crecido en estos cinco años; a tal grado, que a veces podría pensarse que ya olvidamos que tres de ellos fueron de pandemia. Es suficiente con revisar los resultados trimestrales y anuales de la mayoría de las principales compañías en el país y de sus sectores industriales, para confirmar que este cambio de época ha sido bueno para las utilidades que reportan a los accionistas.

Al inicio de esta semana, se informó acerca de la creación histórica de empleos formales en lo que va de 2023 (casi medio millón) y un récord para mayo (42 mil 600) que no se veía en los 16 años previos. Paralelamente, la inflación desciende más de lo pronosticado y la fortaleza del peso frente al dólar ya comienza a ser un caso de estudio para la ciencia económica.

Sin embargo, lo hemos compartido antes, la economía necesita equilibrio, por lo que cuando se corre a los extremos de la euforia o del pesimismo, se debe apelar a la buena información, a la mesura y a un análisis que no esté influido por preferencias y mucho menos por intereses.

Mantener una visión objetiva de lo que ha sucedido en esta administración es obligatorio para mercados y calificadoras, sobre todo porque el país ha entrado en una nueva etapa en la que las estructuras anteriores de poder ya no están vigentes y varias han cambiado su naturaleza.

Continúan las resistencias y también la rigidez de algunos sectores económicos que no son proclives a la adaptación, no obstante, hay que reconocer que eso se ha reflejado en su desempeño y que la ilusión de que esto cambiará en cuanto llegue un nuevo gobierno les hará aún más daño en sus proyecciones de crecimiento.

Pienso que el nombre del juego es la flexibilidad y una actitud corresponsable de la iniciativa privada para entender que no habrá marcha atrás en las políticas de asistencia social, tampoco en el combate a la corrupción y el papel de la llamada voluntad popular seguirá siendo principal. Es decir, muchas decisiones serán consultadas entre una población que cada vez está más informada y se siente incluida en la discusión de los asuntos públicos.

Falta además la sacudida que podrían experimentar los poderes, legales y fácticos, en una segunda etapa y con una más que probable mayoría calificada en el Congreso. Un entorno así, exige que la industria nacional dialogue y esté dispuesta a modificar sus prácticas y procedimientos para actualizarlos a un juego de fuerzas distinto, justo en el momento en que la posición del país será estratégica para el comercio mundial.

La buena noticia es que los “nubarrones” que tradicionalmente anticipan corredurías y firmas de análisis no se ven en el horizonte y, de darse, sus efectos podrían ser mitigados con rapidez, gracias a unas bases financieras que resistirían alteraciones en el escenario internacional.

De la misma forma, la sucesión no sería el factor de antes, a partir de un rompimiento inédito del esquema por medio del cual se determinaba la distribución del poder desde la cabeza. Una economía que camine por una vía distinta a la de la política es un deseo que siempre está presente en la mesa de las directivas privadas, pero pocas veces se les cumple. Hoy, y en los siguientes meses, estaría haciéndose realidad.

Solo que no viene sin un compromiso por parte del sector privado nacional, para estar a la altura de las transformaciones que han ocurrido con su consenso o sin él y actualizar su forma de operar los retos que traerá el reacomodo de las cadenas productivas, la comunicación transístmica y el sentido social auténtico que tienen que reflejar compañías e industrias a favor de sus trabajadores, de la localidades en donde hacen negocios, del medio ambiente y de los recursos naturales que utilizan para sus productos, al igual que para la mayoría de una sociedad que ya está empoderada.

El autor es comisionado del Servicio de Protección Federal.

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