Luis Wertman Zaslav

Tiempo de calma

Las aguas económicas se encuentran en calma desde hace semanas, tanto que varios bancos centrales inician la retirada de subidas de tasas de interés y se vuelven optimistas.

En lo económico, como en la vida, ansiamos los momentos de tranquilidad, porque significan equilibrio, un estado que sabemos de antemano que no corresponde al comportamiento humano y tampoco al de nuestro planeta.

Si la única constante es el cambio, tener como objetivo la estabilidad permanente parece una ilusión, y tal vez lo es, sobre todo en el mundo financiero. No obstante, las aguas económicas se encuentran en calma desde hace semanas, tanto que varios bancos centrales inician la retirada de subidas de tasas de interés y se vuelven optimistas conforme la inflación global cede de manera constante.

También influye mucho que las cadenas de suministro comienzan a establecerse para arrancar con una nueva era de comercio internacional, en la que la ubicación y la logística sustituirán la conveniencia del bajo costo y de la mano de obra barata. El llamado nearshoring ya no es un plan impulsado por los efectos de la pandemia, es una realidad que provocará una marea de inversiones en países y regiones en particular.

Pero en los negocios la prudencia es un valor difícil de obtener y la atracción al riesgo hace que los espacios de estabilidad sean breves. De esa manera, la calma es la antesala de la tormenta y los nubarrones en el horizonte permanecen, aunque los análisis financieros coinciden en que entraremos a un segundo semestre en donde las cosas no se moverán mucho de lugar.

Hemos logrado, solo desde el punto de vista económico, absorber las nefastas consecuencias de la guerra en Ucrania y hasta incorporarla a los imponderables de la planeación anual que hacen las corporaciones y sus industrias. No es que eso sea un error, sin embargo, habla de un optimismo poco fundamentado cuando este conflicto sigue afectando mucho más que futuros estados financieros.

También debemos seguir pendientes de la salud de varios bancos estadounidenses y de la discusión acerca del techo de deuda, una batalla política que tendrá repercusiones en lo económico durante este año y el siguiente, que es electoral.

La relación comercial con México no se modificará sustancialmente e incluso crecerá, solo que en dos coyunturas políticas importantes los dos países no llegan en las mismas condiciones. Nuestro país ha logrado convencer de que la economía transita separada de la política y su manejo, si bien supervisada con rigurosidad por el Ejecutivo, ya no está amarrada a intereses y decisiones del pasado. Puede que esta decisión luzca como un movimiento que margina a la iniciativa privada, solo que la participación de las principales empresas sigue siendo constante y sus balances son positivos. Quedan fuera, sí, otros conglomerados que asumieron en el pasado, y ahora, una postura más ideológica que económica, por lo que sus reclamos terminan sin lograr eco en los mercados, que se comportan a partir de la lectura de números y no de filias o fobias.

El factor que se tendrá que estudiar con extrema atención es la aparente pérdida de velocidad de la economía de Estados Unidos y de China, las dos megapotencias, que no se confirma porque el mercado laboral sigue sorprendiendo, el descenso de la inflación como mencionábamos es constante y los acuerdos comerciales están generando un equilibrio distinto entre Occidente y Oriente.

¿Cuándo perderemos la calma? Si entendemos que se trata de un periodo que debe aprovecharse mientras dura, tal vez nunca. Nada más no confundamos la quietud con inmovilidad y preparémonos para el siguiente episodio de cambio.

El autor es comisionado del Servicio de Protección Federal.

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