Luis Wertman Zaslav

Casi todo previsto

Solo con sociedades inteligentes, igualitarias, que generen las oportunidades de desarrollo que demandan sus poblaciones, podemos anticipar una integración económica justa.

Sin sobresaltos económicos, a pesar de los eventos de cambio de administración que se darán en nuestro país y en los Estados Unidos, los países de Norteamérica se enfilan hacia una nueva etapa de integración.

Esto no significa que todo está resuelto o que será un proceso de acoplamiento, aunque nuestras culturas se han acercado por diferentes vías, siendo la principal la migración. Este es un cambio de época y las sociedades de los tres países que comparten la región también están modificando muchas de sus ideas y actitudes. Es decir, la consciencia colectiva —que influye en las decisiones económicas— se está transformando en más de un sentido desde Canadá y hasta la frontera con Guatemala.

Sin embargo, la incorporación de las tres economías parece ir de acuerdo con lo previsto, o casi, porque en las finanzas ‘nada es hasta que es’, como en cualquier aspecto de la vida humana. Por eso, este debe ser un periodo de prudencia y de análisis sobre lo que sigue.

Por un lado, está el impulso del nearshoring que bien podría incorporar a Centroamérica y a las grandes economías del sur del continente para consolidar un bloque continental que compita en las mejores condiciones, y bajo las mejores prácticas, con Asia.

Por otro, los movimientos sociales que se radicalizan desde los extremos de sus posiciones y que encuentran fundamento en la incongruente industria armamentista que sostiene guerras que a nadie le conviene en el planeta, además del gran desafío de la desigualdad que cancela la esperanza de prosperidad de las nuevas generaciones, son dos factores de enorme riesgo para este plan regional económico que tanto atrae a los mercados y a los inversionistas.

Solo con sociedades inteligentes, igualitarias, que generen las oportunidades de desarrollo que demandan sus poblaciones, podemos anticipar una integración económica justa que reduzca la pobreza y consolide un Estado de bienestar. Canadá enfrenta obstáculos en ese sentido, los Estados Unidos ya los tiene en varias regiones de su territorio y México, a pesar de lo sorprendente de sus resultados en variables como el empleo y la inversión extranjera directa, seguirá teniendo estos elementos entre sus prioridades durante el próximo sexenio.

La economía y el auténtico progreso social no pueden ir separados. Ese modelo, tristemente, se agotó y la oportunidad de corregirlo y reemplazarlo por uno que promueva el capitalismo real, con competencia abierta y mercados desconcentrados, está en la puerta de la siguiente década. No hay espacio para el capitalismo ‘salvaje’ y mucho menos para uno de ‘compadres’.

Las acciones legales antimonopolio están presentándose con puntualidad ante juzgados en los tres países; al mismo tiempo que los tres gobiernos buscan una reestructuración administrativa y un equilibrio de poderes que no puede, ni debe, postergarse. Sin un entorno de industrias abiertas, la relocalización de las cadenas productivas y el giro comercial más importante desde la primera revolución industrial terminaría como un club privado de grandes corporativos globales y de fondos de inversión que seguirán acaparando sectores económicos que comienzan a dibujar sus límites porque no se fomenta una mayor competitividad, para ofrecer mejores salarios, productos con una relación justa de precio-calidad, y la innovación indispensable para diseñar las industrias y los mercados del futuro.

Si realmente estamos pensando hacia delante, los vehículos eléctricos, la inteligencia artificial, el reciclaje masivo y las telecomunicaciones accesibles en cada rincón del planeta, deben avanzar en paralelo a Estados fuertes que proporcionen educación y salud públicas y universales, puestos dignos de trabajo, e ingresos suficientes para que la mayoría cuente con sus necesidades básicas cubiertas. En suma, es construir una nueva escalera de ascenso social, con los peldaños justos para que no caigamos en los errores del pasado.

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