Segundo piso

Elecciones en la UNESCO: el voto es de quien lo trabaja

México ha tenido perfiles de gran calidad profesional y reputación internacional para ocupar la titularidad de agencias de Naciones Unidas.

En cualquier tipo de elección, el voto nunca llega solo. Hay que ir por él al terreno de juego. Hay que convencer al electorado. Sucede algo similar para elegir a los dirigentes de los organismos internacionales, en este caso con menos electores que proceden de distintos países, representan diferentes intereses locales y regionales, que pueden dar su voto en bloque. Depende de las reglas, los tiempos y el contexto geopolítico que ciertos actores tengan capacidad de orientación o incluso veto de candidaturas que les resulten incómodas.

En los organismos multilaterales, el voto se negocia a cambio de algo: sumarse a una posición política, recibir el apoyo a una candidatura a cambio de otorgarlo en otra... Contaba Porfirio Muñoz Ledo que, cuando el canciller Jorge G. Castañeda le pidió conseguir los votos africanos para que México ingresara al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ofreció a cambio de su apoyo que México abriría misiones diplomáticas u oficinas de representación en varios de los países de la región. México obtuvo el voto africano, Adolfo Aguilar Zínser ocupó esa representación, pero nuestro país no cumplió su compromiso.

Una digresión. El político mexicano que le colocó la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador contaba una anécdota de la época. Quería granjearse el respaldo del canciller hacia alguna iniciativa diplomática a la que Castañeda oponía resistencia. Con su habilidad característica, Muñoz Ledo le dijo: Jorge, tú eres como el título de tu libro, una “Utopía desarmada”, porque “eres como Tony Blair y su tercera vía, pero sin ejército”. A veces no hay defensa ante el elogio.

Rodeos aparte, México ha tenido perfiles de gran calidad profesional y reputación internacional para ocupar la titularidad de agencias de Naciones Unidas. La primera en concursar en el actual sexenio fue la exsecretaria de Turismo, Gloria Guevara, quien se postuló para encabezar ONU Turismo. Guevara tuvo una campaña agresiva en la que ofreció corregir corrupción, intereses y burocracia en una institución en la que todos son parte. No hubo trabajo diplomático mexicano para impulsar la candidatura que obtuvo muy pocos votos.

La siguiente en el calendario (noviembre de 2025) es la elección de quien sustituya a la francesa Audrey Azoulay al frente de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en un contexto en el que Donald Trump acaba de anunciar que, al final de 2026, EU abandonará (por tercera ocasión) el organismo, mientras China, por el contrario, refuerza su presencia. Para EU, la UNESCO promueve los valores de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) proscritos en la administración de Trump y está demasiado cerca de Palestina.

Tenemos una candidata mexicana, se trata de Gabriela Ilián Ramos, actual subdirectora de Ciencias Sociales y Humanas de la propia UNESCO, desde donde ha coordinado iniciativas para combatir la brecha de género y la elaboración de un reporte sobre la IA y su impacto en la democracia. Compite con otras dos candidaturas oficiales: Khaled Ahmed El-Enany Aly Ezz, de Egipto; y Firmin Edouard Matoko, del Congo.

Para contar con el visto bueno de su país de origen, Gabriela Ramos acudió al canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente, quien, en una primera instancia, se mostró escéptico, quizá porque la mayor parte de la brillante trayectoria de la aspirante mexicana fue al lado de José Ángel Gurría, tanto en Relaciones Exteriores como en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

La secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcena, introdujo a Ramos con Claudia Sheinbaum, quien autorizó su candidatura a la UNESCO. Al mismo tiempo, Bárcena es virtual candidata por parte de nuestro país a ocupar la secretaría general de Naciones Unidas (ONU). Existen en el ambiente las condiciones para que el cargo que se elige en 2026 sea ocupado por una mujer latinoamericana o caribeña, y la presidenta Sheinbaum ya anunció la propuesta de México.

Gabriela Ramos la tiene difícil; aún no le salen las cuentas de los votos. México debe cuotas a la UNESCO desde 2021, envió de representante permanente a Juan Antonio Ferrer, tabasqueño extitular del INSABI, sin experiencia diplomática y, de remate, España anunció anticipadamente su respaldo a la candidatura del egipcio Ahmed El-Enany con el riesgo de que la Unión Europea vote en bloque.

Por capacidad, experiencia y reputación, Alicia Bárcena es sólida para dirigir la ONU, pero en el escenario aparecen Michelle Bachelet (Chile), María Fernanda Espinosa (Ecuador), Rebeca Grynspan (Costa Rica) y Mia Mottley (Barbados).

Si México va en serio, debe trabajar los votos del concierto de naciones y evitar el veto de una sola.

Lectura sugerida: Diplomáticas mexicanas de Patricia Galeana (Siglo XXI).

Gracias, siempre, LGCH

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