Democracia Eficaz

El reto de la marea rosa

La marea rosa puede lograr, de la mano de los partidos políticos de oposición, que el criterio de éxito de la concentración del domingo sea la alta participación de la gente en las urnas.

Además de su enorme tamaño, la concentración de este domingo en el Zócalo de la Ciudad de México y en más de 100 ciudades del país fue muy simbólica porque ha despertado a la participación política a un segmento usualmente conformista y apático: las clases medias urbanas. En menos de cuatro meses se han dado dos enormes manifestaciones con una causa precisa: la defensa de la democracia constitucional —en especial—, la protección del INE y del voto libre y secreto.

Durante varias décadas, las manifestaciones que ocuparon el Zócalo fueron principalmente encabezadas, primero, por sectores corporativos del PRI y, más adelante, por los seguidores de López Obrador cuando éste era líder opositor, con excepciones importantes, como las marchas del movimiento feminista, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o las protestas para exigir cuentas por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

El Zócalo ya no es patrimonio exclusivo de López Obrador.

¿Qué sigue?

Una opción es que la marea rosa se diluya, ya sea porque la causa se soluciona (por ejemplo, la Corte revoca el plan B), o porque la causa se agrava y cunde el pesimismo (por ejemplo, se ratifica el plan B y el oficialismo se apropia del INE mediante el nombramiento de consejeros afines), o simplemente porque los liderazgos del movimiento son incapaces de darle cauce.

El cauce natural de un movimiento que reivindica derechos político-electorales y pugna para que se restituyan los contrapesos al poder político, son las elecciones presidenciales de 2024. Porque el resultado de esa elección puede implicar que se repongan los contrapesos previos a 2018 en cuyo caso los riesgos de la hegemonía morenista se diluyen, o bien, que se agudice la erosión democrática del país porque se ratifica en las urnas el control político del obradorismo.

Para que la marea rosa transforme la energía social en votos para cambiar la realidad requiere hacer sinergia con los partidos políticos de oposición. Sin ellos la marea rosa es un simbolismo muy potente, pero sin la fuerza para transformar la realidad. Y los partidos necesitan esa marea rosa para ser competitivos en 2024. Sin esa fuerza vibrante que se manifestó este domingo la oposición será incapaz de competirle al candidato oficial.

Para que eso ocurra se requieren dos tácticas complementarias. Por una parte, diseñar un método incluyente y transparente para elegir una persona candidata a la presidencia de la República que sea potente emotivamente, atractiva para las clases medias urbanas y de cola corta.

Esa persona puede ser militante de partido político o sin militancia formal, pero surgir de un mecanismo abierto, con piso parejo y donde los partidos tengan su voz y peso, pero con participación de gente sin filiación política.

Ese método para elegir a la persona candidata presidencial puede replicarse para las candidaturas al Congreso federal, las legislaturas estatales, las gubernaturas y las alcaldías.

Si los partidos eligen a su candidato presidencial sin tomar en cuenta la opinión de la gente, esa candidatura nacerá sin energía social. No hay forma que los partidos puedan ser competitivos si recurren a sus métodos tradicionales de elección interna.

La segunda táctica para hacer sinergia en 2024 es la promoción del voto. Este domingo hubo 100 ciudades que participaron en la protesta colectiva. Ahí está el germen para que la gente salga a votar en 2024. Si se logra una alta participación electoral, la elección será exitosa al margen de quien gane la presidencia.

La elección de 2024 debe escapar de la caricatura de López Obrador. Ayer dijo que se trataría de una lucha entre la oligarquía y la transformación. Es la fórmula polarizante que él necesita para ganar. Pero la marea rosa puede lograr, de la mano de los partidos, que el criterio de éxito sea la alta participación de la gente.

Si vota más del 65 o 70 por ciento del padrón, la elección de 2024 será histórica y los riesgos de conflicto se diluyen. También los riesgos de una hegemonía que diluya las bases democráticas del país.

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