Democracia Eficaz

El INE sí se toca, pero para fortalecerlo

La reforma electoral es mala no sólo por la captura del INE, sino por sus graves omisiones en el financiamiento ilegal de las campañas y para atacar las raíces del clientelismo.

Por supuesto que el INE requiere mejoras, por ejemplo, para reducir sus costos operativos en la organización de elecciones, para desregular la ley electoral y acotar su carácter punitivo, para que el Instituto sea un árbitro más discreto como resultado de partidos que se autorregulan y cumplen las normas. Es un exceso de soberbia decir que “el INE no se toca”, cuando hay muchos aspectos que mejorar.

Desafortunadamente, López Obrador incendia la pradera cuando desacredita al INE por cometer fraudes imaginarios cuando Morena ha ganado la mayoría de las elecciones en los últimos cuatro años y cuando ya desliza un presunto fraude en 2024: si gana Morena será a pesar del INE, si pierde será por culpa del fraude.

Los excesos retóricos de la marcha del 13 de noviembre —no se toca al INE— y la soberbia de proteger el statu quo surge por la propaganda populista y degradante que López Obrador ha hecho contra el INE durante casi 20 años. Porque efectivamente, en un entorno tóxico sin un diagnóstico balanceado de lo bueno y malo del sistema electoral, es mejor posponer cualquier intento de reforma.

Por supuesto que entre los marchistas del domingo 13 había muchos que no conocían los entretelones del sistema electoral ni mucho menos por qué la reforma electoral de López Obrador significa una captura del Instituto, como también los marchistas del próximo domingo 27 desconocerán por qué hay que ir a apoyar al presidente López Obrador.

No obstante, las centenas de miles de personas que marcharon sí tenían un conocimiento intuitivo de que este gobierno está acotando el pluralismo, propicia la polarización y busca capturar al INE. Corear “no se toca al INE” es un eslogan excesivo pero simple y potente para enfrentar el radicalismo del gobierno.

La propuesta de reforma electoral de López Obrador contiene algunos elementos positivos, pero el núcleo es muy nocivo para la independencia del árbitro electoral. En otros textos he argumentado los mecanismos que convertirían al INE en un brazo político del gobierno, pero basta reiterar que la elección por voto popular de los miembros del cuerpo directivo del Instituto y de los magistrados electorales los harían delegados del poder político oficial.

La reforma de AMLO es mala no sólo por la captura del INE sino por sus graves omisiones en dos temas nodales que amenazan la salud y uno de ellos la misma sobrevivencia de la democracia mexicana. Uno es el financiamiento ilegal de las campañas políticas y el otro la penetración del crimen organizado durante procesos electorales. También es omisa en atacar las raíces del clientelismo electoral y la coacción del voto.

Una vez que la marcha fortaleció el rechazo de los partidos a la reforma constitucional, algunos legisladores de Morena como Hamlet García Almaguer, han dicho —sin tapujos— que " a su bancada le tocarían tres de los cuatro consejeros que se renovarán en 2023″.

López Obrador propone que los consejeros del INE sean elegidos por el voto del pueblo, según él, para quitarle a los partidos ese privilegio que usan para capturar a los consejeros. Y ahora Morena quiere replicar esa práctica.

En los hechos, que los partidos sean los últimos decisores de quienes son elegidos como consejeros no significa que todos ellos actúen como delegados de los partidos. En la historia del Instituto algunos consejeros —efectivamente— han respondido a los intereses de los partidos, pero el balance es que el INE mantiene una sana distancia frente a ellos.

Una vez que se ha diluido el riesgo de una reforma constitucional, quedan dos riesgos latentes que se deben contener: por una parte, una reforma legal en materia electoral —el plan B— que puede contener otros problemas, por ejemplo, para acotar las facultades de fiscalización del INE o para modificar los requisitos para ser consejeros electorales y que permita que se cuelen en el proceso personajes sin capacidades y experiencia electoral, o bien, que quiten las restricciones para que el gobierno haga propaganda durante procesos electorales.

El segundo riesgo es el nombramiento de los cuatro consejeros del INE. Hay muchas voces de Morena que querrán, como receta Hamlet, agandallar tres consejeros en tono de revancha porque su propuesta de reforma naufragó: eso es, nombrar a porristas del gobierno para que incendien la pradera desde el mismo INE.

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