Democracia Eficaz

Es ella, pero no se lo digan a nadie

Morena jamás será un modelo de la nueva política, aspecto que tanto presume López Obrador, si usa mecanismos engañosos para seleccionar a sus candidatos.

Uno de los rasgos que refleja –en los hechos– que Morena es la cuarta transformación, pero del PRI, es la vigencia anacrónica y desgastada de la figura del ‘tapadismo’.

Tal como lo hicieron muchos presidentes mexicanos del siglo XX, López Obrador deslizó la lista de personas que, en su opinión, representan el “flanco progresista liberal” y pueden ser considerados aspirantes a sucederlo: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier y Rocío Nahle. Aunque el anuncio de los llamados ‘suspirantes’ solía hacerse durante el quinto año del sexenio, hoy se hizo antes de terminar el tercero.

Como si el tiempo político se hubiese detenido, los medios y los opinadores replicamos desde entonces el juego del presidente: que si es éste o aquél, que si es un juego anticipado, que si la primera opción es Claudia o Marcelo, que si Claudia despega o no después de la estrepitosa caída de Morena en la Ciudad de México, etcétera.

Por su parte, los ‘tapados’ recrean el mismo juego del siglo XX: se mantienen disciplinados y discretos, cumplen su papel de funcionarios eficaces, no hablan abiertamente de sus ambiciones, pero dedican harto tiempo y recursos para trazar su estrategia, atacar a sus oponentes y filtrar mensajes a través de las columnas políticas de la prensa escrita.

Sólo uno de ellos, justamente el que no es ‘tapado’, se ha rebelado en contra del procedimiento. Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, no fue mencionado por López Obrador en la conferencia mañanera del 5 de julio. Sabe que él no es parte del juego y ha aprovechado la figura para denostarla.

Sin embargo, usa las tácticas del tapadismo para atacar al tapadismo. Dice que es un competidor de carne y hueso, halaga al presidente López Obrador, lo invita a usar un mecanismo diferente para elegir al candidato de Morena, pero le concede el privilegio de ser el gran elector.

Morena nunca será pilar de transformación histórica alguna si replica los mecanismos de control político del PRI del siglo XX. Morena jamás será un modelo de la nueva política, aspecto que tanto presume López Obrador, si usa mecanismos engañosos para seleccionar a sus candidatos.

A lo largo de 2020 y 2021, por ejemplo, Mario Delgado, presidente de Morena, presumió que se elegiría a los mejores candidatos para diputaciones y gubernaturas a través de encuestas porque ‘el pueblo elige’. No obstante, jamás se conoció una sola encuesta realizada y muchos aspirantes impugnaron la simulación. Se inventaron encuestas que nunca existieron porque el único gran elector fue López Obrador.

Así será para definir a la candidata presidencial. La semana pasada hizo una gira por la Ciudad de México para inaugurar sucursales del Banco del Bienestar. Hay una foto que será icónica en el futuro –tomada el pasado 29 de septiembre en la alcaldía Gustavo A. Madero de la Ciudad de México– en la que López Obrador toma de la mano a Sheinbaum, como si fuera su siervo fiel a quien debe dirigir y proteger, para decir claramente en una alusión casi verbal: “Es ella, no se equivoquen, ya lo decidí”.

El tapadismo obradorista servirá a López Obrador, pero dañará a Morena, un movimiento incipiente que ha sido incapaz de construir reglas y métodos para fortalecer su vida interna.

La historia muestra que nadie renuncia a la facultad de nombrar a su sucesor. Ni Peña Nieto lo hizo cuando el mundo se le venía encima. Si la candidata de López Obrador gana en 2024 (lo más probable hoy), replicará la figura y esa tentación será la tumba de la llamada cuarta transformación que se convertirá en una aventura personalista sin bases históricas.

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