La Aldea

Usted no es Madero

Usted no es Madero porque carece de un proyecto democrático de país, suplantado por la exclusiva visión que usted mismo se ha construido al paso de los años.

"Cuanto menos se lee, más

daño hace lo que se lee. Cuantas

menos ideas tenga uno y más

pobres sean, más esclavo será de

esas pobres y pocas ideas" .

Miguel de Unamuno

Dos días atrás, en una de las catilinarias a que nos tiene acostumbrados el presidente de la República, en esta ocasión acompañado por su esposa con motivo de un aniversario histórico, fue generoso en sus habituales descalificaciones y despectivas referencias a medios y opositores. Entre sus alusiones históricas el presidente mencionó a Francisco I. Madero, presidente de México (1911-1913), señalando aquella elección, junto con la del año 2000 y la de 2018, como las más democráticas en la historia de México.

Por su discurso y los paralelismos ofrecidos, pareciera que el señor López Obrador se comparaba a sí mismo con el señor Madero, o que lo hacía su esposa en una confusión de contextos y traiciones.

A Madero, Doña Beatriz, lo traicionó Victoriano Huerta como la historia registra con precisión indiscutible. No la prensa o los críticos, como usted mencionó.

Usted, presidente, no es Madero porque no es un demócrata. No respeta a quienes piensan de forma diferente, a quienes expresan opiniones distintas. Les dispara denuestos y acusaciones sin sustento todos los días. Acusó a los abogados de México que representan a empresas internacionales en el derruido segmento económico de las energías limpias, de "traidores a la patria". Ahora defender el marco de derecho vigente en México significa ser un traidor a la patria.

Usted no es Madero porque prefiere el control absoluto de todos los hilos del poder, en vez de impulsar un auténtico cambio democrático, de fuerzas representativas del país que expresen y propongan sus ideas, porque no son las suyas, y por ende, no merecen ni la atención ni el diálogo.

Usted no es Madero porque ejerce la sumisión total de diputados y senadores de su partido y de los aliados a su gobierno. La función de esos legisladores hoy es –como en el porfiriato– aplaudir y aprobar todo lo que el señor Presidente envíe a la Cámara, sin chistar, cuestionar, sugerir, "sin que se le cambie una coma" como usted mismo instruyó en el exceso de su dictado.

Usted no es Madero porque carece de un proyecto democrático de país, suplantado por la exclusiva visión que usted mismo se ha construido al paso de los años.

Usted no es Madero porque destruye instituciones, las somete, las doblega a su designio y voluntad. Instituciones largamente luchadas y ganadas desde la oposición –de la que usted formó parte y tristemente ha olvidado– y que son engranes esenciales para los contrapesos del poder, para la fortaleza de una auténtica democracia.

Usted no es Madero porque se burla y atropella los derechos de las mujeres, al apoyar a un presunto criminal acusado de actos de violencia y abuso en contra de mujeres reales, de carne y hueso, que han dado la cara para señalar a su agresor.

Usted no es Madero porque aplasta y somete a empresarios, sindicatos, jueces, hasta auditores en esta misma semana, porque se atreven a disentir de su visión y su designio.

Usted no es Madero porque él no necesitó del apoyo servil de los militares para sostener una serie de proyectos, obras y gastos desmedidos sin justificación ni necesidad alguna.

Pero más allá de toda desproporcionada comparación, Madero era un demócrata, llegó a la presidencia luchando en contra de un régimen opresor y dictatorial de 34 años en el poder, y promovió, hasta donde pudo –en opinión de muchos historiadores el país no estaba listo para la democracia que Madero proponía– la igualdad, la apertura, la equidad, la democracia cabal, el respeto a conservadores y liberales, el libre debate nacional.

Hoy padecemos esta obsesión enfermiza por colarse entre los próceres de la patria, cuando todavía ni se corrige la corrupción, ni se mejora el empleo, ni se activa la economía, ni se respetan los derechos, ni se hace una defensa a rajatabla de la ley y el Estado de derecho. Aquí todo está sujeto a la mirada aprobadora del caudillo: si le gusta una ley, si aprueba un acuerdo o un contrato, si le parece correcto un edificio o un órgano autónomo. Es el fiel de la balanza, por eso, no es Madero.

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