¿Manchar la mañanera? ¿Llenarla con información que piden y demandan los medios y la sociedad? ¿Dotarla de un sentido y significado más allá de la propaganda política y partidista? ¡Qué insensatez!
La mañanera es un lodazal, es un amasijo de repeticiones y distractores que hacen todo, menos informar a México. Ahí podemos encontrar desde cumbias, corridos, fotos inesperadas de personajes víctimas del denuesto y la difamación, listas de contribuyentes morosos, propuestas de espectáculos populares, campañas de desprestigio, despidos y nombramientos de funcionarios de gobierno, declaraciones insulsas de confianza por encima de la competencia, destape de ‘corcholatas’ nuevas o viejas, del gobierno o de la oposición.
Es una pista circense. Pero sobre todo, es el altar máximo del oficio iluminador del caudillo.
Como no hay nada serio qué informar, sustentado, que valga la pena, que ofrezca auténtica información al país, los medios, las redes y la sociedad, es en los hechos un carnaval que sirve de propaganda política y de gobierno.
El presidente dijo ayer que no iba a manchar la mañanera para que el general secretario (el personaje al que el presidente otorga y trata con mayor respeto en el mundo) respondiera a las preguntas directas de los medios acerca del hackeo de las Guacamayas.
“Quisieran que les ayudáramos a hacer el caldo gordo, tratando el tema que fue un rotundo fracaso (...) quisieran que siguiéramos hablando de eso. ¡No! Que se apliquen y busquen otro asunto, porque la mañanera es un diálogo circular de comunicación, de muy buen nivel, no tiene que ver con la calumnia, no tiene que ver con la guerra sucia…” (palabras de Andrés Manuel López Obrador, 19 octubre 2022).
Es de burla. Es casi de tira cómica que provoca franca y abierta carcajada.
¿Diálogo circular de comunicación? ¿Entre quienes? Si todos los días es el pregón cotidiano de un pastor en el púlpito.
¿No tiene que ver con la calumnia? ¿No se ha insultado, agredido, injuriado a múltiples mexicanos desde el púlpito presidencial? A empresarios, comunicadores, periodistas, líderes sociales o políticos que han aparecido en el patíbulo matutino, para que nos diga ahora el presidente que no tiene que ver con la calumnia y la guerra sucia, resulta escandaloso.
La capacidad para repetir mentiras sobre sus propias afirmaciones, es infinita.
No es, señor presidente, un diálogo circular porque ahí no se acepta a nadie que pregunte de fondo acerca de sus incongruencias y contradicciones. Encabeza usted, un gobierno opaco, que no rinde cuentas, ni responde por sus excesos de gasto (Dos Bocas y Tren Maya) o por la extendida presencia militar en la vida nacional.
El general secretario está obligado a rendir cuentas acerca de las responsabilidades que asume con el cargo. Ante el Congreso –que vergonzosamente el secretario Adán Augusto López desdeñó– y ante la sociedad mexicana.
Qué tal si por una vez, una sola, el titular de la Defensa Nacional respondiera preguntas abiertas y honestas de legisladores y periodistas. Por qué no intentar, de verdad, ya que usted afirma que se puede hablar de todo y no hay nada qué esconder, que el general Luis Cresencio Sandoval nos explique qué pasó con el hackeo. ¿Cómo burlaron los mecanismos digitales de protección de la Sedena? ¿Qué información se llevaron? ¿Se compromete la seguridad nacional de México? ¿Qué más información delicada está en juego?
Y ya de paso, que nos explique también los gastos en las obras de infraestructura en los que usted, señor presidente, los ha involucrado rebasando las funciones constitucionales de las Fuerzas Armadas. ¿Cuánto se gastó en el Felipe Ángeles? ¿A qué empresas se les otorgaron contratos? ¿Por qué montos? ¿Se pueden rastrear domicilio, registro fiscal, expediente y trayectoria de esas empresas? ¿O fueron creadas exprofeso para dichas obras? ¿Hay altos mandos involucrados en la proveeduría de materiales para el Tren Maya y para Dos Bocas?
Hay tantos temas sobre los que el general secretario tendría que responder y rendir cuentas, que si lo hiciera desde la mañanera el espacio se “limpiaría” –si eso fuera posible–.
Informar, presidente, no es manchar; informar con transparencia es una obligación de todo servidor público. Rendir cuentas no es una ocurrencia de la oposición, de los adversarios o los conservadores. Es una responsabilidad constitucional de todos los funcionarios de gobierno.
La mañanera es el altar de la propaganda, la mentira, la falsificación. Desde Hugo López-Gatell cantinfleando por el cubrebocas, hasta los apuntadores que le tienen que repetir datos que el presidente ha olvidado.
La mañanera no es un acto de información transparente a la sociedad, es un montaje circense que oculta, esconde, distrae y realiza múltiples actos de artificio, para evitar hablar de lo importante y lo delicado.