La Aldea

Alito, ‘el valentón’

¿Qué fue lo que hizo que de aliado incondicional de Palacio, Alejandro Moreno se transformara en el líder opositor con arrojo que rechazó la reforma eléctrica?

Cuando se revisa en retrospectiva la votación unificada del bloque opositor en contra de la reforma eléctrica del presidente, surgen una serie de preguntas e inconsistencias.

Para quienes han sugerido que el presidente sabía que no tenía los votos y no lograría la aprobación, ignoran que, como declaró el propio Adán Augusto (el ‘doble A’, como hoy se le conoce), el gobierno y Morena tenían un as bajo la manga.

Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como presidente constitucional de México en diciembre de 2018, a las pocas semanas, a finales de enero de 2019, Alejandro Moreno (Alito) visitó a AMLO en Palacio Nacional. En la vieja tradición priista, solicitó la venia del mandatario para buscar la presidencia del PRI. El nuevo y flamante jefe del Ejecutivo invitó a Alito a unirse a Morena.

–¿Por qué no, mejor, te vienes a Morena?–, dijo el presidente

–Porque ahí no le sirvo, señor presidente –respondió oficioso el campechano–, yo le soy más útil como presidente del PRI porque desde ahí puedo impulsar su agenda legislativa y, en particular, sus reformas constitucionales.

En esa entrevista, que conduciría después a un PRI en la órbita gubernamental los primeros tres años de gobierno, se selló una alianza secreta y el epíteto de AMLITO, con que el nuevo presidente del PRI empezó a ser conocido.

Al aproximarse la votación y definición de posturas en torno a la reforma eléctrica, Alito y Rubén Moreira tuvieron que tomar la temperatura a sus bancadas, comprobar una creciente oposición a la iniciativa presidencial.

Entraron a la mesa de las negociaciones: voto y ratificación a cambio de victorias electorales en los estados. Coahuila por la reforma, Hidalgo incluso.

Pero en el fondo Alito sabía que hacer valer su promesa al presidente sería casi imposible, considerando el extendido rechazo a la mentada reforma.

Frente a los ojos del presidente del PRI se presentaron carpetas de investigación y evidencias de la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera) en contra de colaboradores y familiares cercanos, entre ellos, su propio hermano.

El método de la amenaza, el garrote y la extorsión, ha sido muy rentable para esta administración. Lo han utilizado contra senadores, gobernadores, exministros de la Corte, empresarios y muchos más. El mensaje es inequívoco: o entregas tu apoyo sin cortapisas, o enfrentarás la justicia llana y fría.

Alito se sintió amenazado, acorralado, buscó diálogo en la única ventanilla de esta administración que atiende mensajes políticos: Bucareli. Ya con AA dibujaron el bosquejo de una alianza política más amplia y ambiciosa, a saber: PRIMOR total para 2024, con candidaturas comunes para gubernaturas, diputados y demás; la gubernatura de Coahuila para 2023 y competir con decencia y civilidad en el Estado de México.

El acuerdo establecía que si la iniciativa transitaba sin obstáculos ese Sábado de Gloria como estaba previsto, el mismo lunes 18 de abril Alito Moreno sería invitado estelar a la mañanera, y el propio AMLO lo presentaría como el genuino nuevo líder del PRI que había antepuesto los intereses de la patria a los negocios extranjeros.

Un punto final establecía la limpieza total de los expedientes de Moreno, familiares y colaboradores.

Todo iba bien, hasta que el líder tricolor se encontró con una muralla interna infranqueable entre sus diputados y el propio coordinador de bancada, para aprobar la reforma.

Es entonces cuando vino el apretón, los expedientes y la extorsión política.

Alito, habilidoso y marrullero, político campechano de alta escuela, tenía un plan B si la cosa se ponía difícil: Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México.

–Embajador, me están amenazando–, comunicó Moreno en entrevista confidencial y secreta. ¿Qué garantías me ofrece su gobierno si me sostengo en rechazar la contrarreforma? ¿Puedo obtener asilo político para mi persona, familia y colaboradores cercanos?

La respuesta tardó los días correspondientes a la consulta en Washington con los superiores de la diplomacia en el Departamento de Estado y, muy probablemente, altos funcionarios de la Casa Blanca.

–Pase usted a sus colaboradores y familia a Estados Unidos desde este momento si gustan –respondió el representante–. Mi gobierno otorgará asilo político.

Esta confirmación, una especie de red de protección firme y segura, permitió que Alito, de aliado incondicional de Palacio, se transformará en el líder opositor con arrojo y valentía que rechazó con firmeza la reforma durante los difíciles días de la votación.

¿De dónde salió el coraje que soportó la extorsión? Pues del respaldo de las barras y las estrellas, que a estas alturas, no es poca cosa. El presumido ‘as bajo la manga’ del gobierno se cayó a última hora, escenario no contemplado por AMLO y sus operadores.

Por el contrario, todo el proceso detonó –como se ha comentado ampliamente– un bloque opositor cohesionado en el Congreso, que asegura el rechazo idéntico a la desatinada reforma electoral.

Alito, ‘el valentón’, ahora calcula sus movimientos para ver si lleva su nuevo rol de opositor consumado a otras alturas y ambiciones, como una candidatura en común, que se firme con su nombre.

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