La Aldea

Senadores de pacotilla

Los senadores se doblegan ante la voluntad imperiosa de cambiar leyes y reglamentos, para prevenir un desastre de participación ciudadana en una consulta que nadie pidió.

El propósito es servir al presidente, doblegarse ante todo capricho, ocurrencia, exigencia. Incluso si en ello les va el prestigio, destruido por completo; la dignidad, también abandonada; o el mínimo principio de congruencia legislativa, mantener lo que votaron hace apenas pocos meses.

No, aquí se trata de complacer al caudillo para que pueda continuar con sus circos interminables de propaganda, para que pueda –hasta el cansancio– alienar a la población con una retahíla incesante de acusaciones, logros incompletos y verborrea aturdidora.

En aras de desplegar todos los recursos para la innecesaria y absurda consulta para la revocación de mandato, las y los senadores se corrigieron la plana.

Se vieron forzados a aprobar un dictamen que modifica la ‘interpretación’ de propaganda gubernamental para que el presidente y sus esbirros puedan salir libremente a violar la ley.

Fueron ellos, los mismos legisladores de Morena, quienes establecieron una veda electoral de 60 días previos a la consulta ciudadana, para evitar las distorsiones que las campañas tienen en este país: dilapidar recursos públicos, ejercer a plena luz del día la coacción al voto, la movilización de brigadas y ‘promotores’ partidarios y, sobre todo, permitir al supremo ‘placearse’ a sus anchas por el país entero para movilizar a sus pseudosimpatizantes en promoción de obras gubernamentales. Y digo pseudo, porque si son pagados, pues no son auténticos. ¿No le parece?

Dice el dictamen: se entenderá como propaganda gubernamental “el conjunto de escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones y proyecciones difundidas, bajo cualquier modalidad de comunicación social, con cargo al Presupuesto público, etiquetado de manera específica para ese fin, por un ente público”.

Resaltamos algunas patrañas de los y las senadoras.

Los 4 mil 500 millones de pesos que ya costaron cientos de espectaculares a favor de AMLO en todo el país –según declaraciones del propio Mario Delgado en radio– fueron financiados por particulares. Esos no violan la ley, porque no son con “cargo al presupuesto público”. Lo irónico es que cuando cualquier medio acude a la empresa dueña del espectacular, se niega a demostrar con factura en mano, quién pago por el anuncio.

¿Y qué pasa con los que no están etiquetados? Porque sí sabemos que muchos recursos públicos se desvían para otras causas distintas a las que establece el Presupuesto…. ¿O será que los senadores lo ignoran?

Una auténtica patraña, para disfrazar el uso de miles de millones en la promoción de la imagen del presidente. Los senadores se prestan a esta jugarreta de la consulta ciudadana, le abren la puerta a la ilegalidad para una campaña de promoción innecesaria, ilegal y de sobrevivencia, ante la paupérrima respuesta ciudadana de participación, previa a la consulta.

Pero hay más.

“No constituyen propaganda gubernamental las expresiones de las personas servidoras públicas, las cuales se encuentran sujetas a límites en las leyes aplicables. Tampoco constituye propaganda gubernamental la información de interés público”.

¿Así o más clara la torcedura de leyes y reglamentos para dar luz verde a la campaña en pro de la consulta?

Esta, señoras senadoras, es la ley aplicable al caso. La de la consulta ciudadana que establece límites claros para que los servidores públicos no hagan campaña de promoción de obras o programas. A eso se refiere la ley, que ustedes, próceres del Estado de derecho y la democracia, pisotean para servir a los intereses presidenciales.

Es de vergüenza la actitud y el compromiso de los senadores, quienes debieran representar a la ciudadanía, no al caudillo de Palacio.

El Senado al servicio de la ilegalidad.

Los senadores, abyectos servidores del supremo, se doblegan ante su voluntad imperiosa de cambiar leyes y reglamentos, para prevenir un desastre de participación ciudadana en una consulta que nadie pidió, solicitó y que resulta innecesaria.

Todo para hacerle la fiesta al caudillo, para que juegue a la aprobación mayoritaria –falsa según todas las encuestas– para que se revuelva en el sueño de una ratificación inexistente.

Vivimos los peores tiempos legislativos desde antes de la transición democrática.

Vivimos la obediencia ciega a los designios de Palacio.

Como resulta evidente que la intención de participación ciudadana no supera el 8.0 por ciento del padrón electoral, el aparato gubernamental y partidista ha tenido que volcarse con recursos, campaña, espectaculares y giras –en muy pocos días– para “movilizar al electorado”. ¿Cómo sucede eso en México tradicionalmente? ¿Cómo activan a las células partidistas y promotores del voto? Con dinero, con mucho dinero. Eso harán Morena y sus directivos en las escasas cuatro semanas faltantes, guiados por el discurso altisonante del caudillo, repetido cual cajas de resonancia, por sus esbirros: Claudia, Mario, Adán Augusto, los gobernadores, las y los secretarios.

Todo esto posible gracias a la aprobación de emergencia del Senado acerca de la propaganda gubernamental. No olvidemos por supuesto a la Cámara de Diputados, que ya la había aprobado hace unos días.

Tenemos un Senado de pacotilla, léase, género de inferior calidad.

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