La Aldea

Morena: el jaloneo

Andan desatados los demonios en Morena. El responsable de todo esto es el propio presidente, con su destape anunciado y sus corcholatas intercambiables.

Desatados andan los demonios entre los grupos de Morena. El jaloneo se anuncia con toda fuerza a más de dos años de designar candidato presidencial para suceder al supremo.

Las fuerzas se reagrupan, se cierran círculos, surgen los operadores a favor de uno y otro bando, aunque el país entero conoce a la favorita.

El responsable de todo esto es el propio presidente, con su destape anunciado y sus corcholatas intercambiables. Vaya forma humillante de referirse a colaboradores que aspiran con derecho legítimo a esa candidatura. Pero ni hablar, es su estilo, su movimiento, su partido, él es quien manda y al que no le guste, que se vaya.

Tan sólo ayer la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena decretó suspender los derechos partidarios de Yeidckol Polevnsky, quien fuera la presidenta del partido inmediatamente después de Andrés Manuel, una vez convertido en candidato.

Ya habíamos registrado en estas líneas el distanciamiento y el frío que el caudillo impuso a Yeidckol. Como lideresa se sintió con la libertad y autonomía para designar listas, candidatos, coordinadores regionales, operadores para candidatos en entidades federativas. “Tenga para que aprenda”, le impuso el único, por andar sintiéndose muy independiente y con capacidad para tomar decisiones estratégicas, de campaña y más aún, de recursos.

Cuentan en los pasillos del Movimiento (quesque de regeneración) que Doña Yeidkcol no dejó cuentas muy claras. Ordenó la compra de más de algún inmueble, así como movimientos destinados a proselitismo y campañas que, adivine usted, no fueron comprobados del todo. En suma, existen señalamientos, no públicos, de que la expresidenta pudo haber dispuesto de algunos recursos del partido para fines aún no determinados. Le pidieron que fuera a entregar cuentas, y nanay. Ella se sintió muy fuerte, muy poderosa, para rechazar el citatorio. Hoy la suspenden.

Pero el jaloneo por la integración de los grupos está a todo, porque los operadores parecen cruzados. Mario Delgado, aún presidente de Morena, es un alfil incondicional de Marcelo Ebrard, más de una vez el presidente ha considerado sustituirlo por otro personaje con menos glamur y ambiciones, pero no ha llegado el momento. Mario no puede operar a favor de Claudia, sería como traicionar a su jefe, amigo y socio, pero tarde o temprano recibirá la orden del supremo y estará en una disyuntiva.

Lo mismo sucede con Julio Scherer, designado por el presidente para operar, coordinar y construir la campaña y candidatura de una Claudia sin mucho impacto entre la ciudadanía, y eso no tiene que ver con su respaldo popular, recientemente acrecentado en encuestas.

La tienen que hacer atractiva, interesante, con vínculo hacia la gente. Algo que sólo posee el único y que, él mismo piensa, se lo puede transfundir a su candidata.

Todo experto en campañas y en comunicación política sabe que eso es imposible. Cada quien tiene sus atributos y Claudia no es ni simpática, ni agradable ni apasionada frente al electorado, algo que tristemente, AMLO no le podrá regalar, transmitir o entregar.

Ricardo por su cuenta se mueve en las sombras. Alejado de Palacio, alejado de los eventos públicos, distante de los ánimos imperiales, pretende construir una base de alianzas con morenistas regionales. Es habilidoso, conoce los resortes y tiene una baraja cargada de muchos ases. AMLO lo sabe y todo parece indicar que se verán forzados a ofrecerle un premio de consolación que valga la renuncia y el respaldo a Claudia: el gobierno de la Ciudad de México. Se la deben, le robaron la encuesta que nadie vio y muchos dudan si existió. Pero son seis años después, y él tendrá que sopesar si el tiempo alcanza para otros tres años en el Senado, seis de gobierno capitalino y luego, todavía, tener alientos para ir por la grande.

Aún no lo ha decidido, prefiere jugársela en el presente e ir con todo por la candidatura en 2023.

Hay quienes consideran el escenario de que Monreal vaya de punta de lanza, pero en realidad opere a favor de Ebrard. Una mancuerna de alto riesgo político para el supremo, considerando que se enfrentaría a dos pesos completos en lo político y también en lo electoral.

Por lo pronto, Morena vive en el jaloneo. Operadores van de un lado a otro. Venden caro su amor y buscan demostrar lealtades eternas para que el ojo del único los observe con generosidad e indulgencia. Veremos como se posiciona el tablero de ajedrez que, desde Palacio, se pretende controlar.

El mayor riesgo es irónicamente ese: que se salga de control, aparezcan las rupturas, se formulen diásporas y el ajedrecista mayor se quede con su dama, sin peones, alfiles o caballos para defenderla ante las piezas contrarias. Complicado.

COLUMNAS ANTERIORES

Guerrero arde
Ocultar los fracasos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.