El Globo

Frío arranque

La duda reside en si Andrés Manuel pretende un distanciamiento, si busca en efecto provocar diferencias que sirvan de leña a su vetusto discurso nacionalista.

Se esperaba. No fue ninguna sorpresa el tono formal y diplomático intercambiado por el presidente Biden y el presidente López Obrador en su primera llamada telefónica el viernes pasado. El único registro del que contamos es el difundido por la Casa Blanca. Allá sí informan. Aquí, en el gobierno de la transparencia, todo queda extraviado en el archivo.

Pero lo cierto es que Biden, a 48 horas de haber tomado posesión, decidió sostener una conversación por teléfono con los líderes vecinos, quienes son, además, sus más importantes socios comerciales y 'aliados'.

Con el primer ministro Trudeau tuvo una serie de detalles en el tratamiento, en la duración de la llamada y en el mosaico de temas. Le regaló, además, la prohibición de un oleoducto que transporta crudo desde Alberta, Canadá, hasta el Golfo de México que había sido ya motivo de choque y asperezas entre Trudeau y Trump. Obama lo había detenido por contaminante y dañino al medio ambiente, postura que compartió el gobierno canadiense. Pero Trump pasó por alto todas esas recomendaciones ecológicas y lo activó en 2017. Entre el voluminoso paquete de órdenes ejecutivas firmadas por Biden en sus primeras 48 horas –decretos presidenciales– estuvo el cesar la actividad del ducto.

Con AMLO, la conversación parece haber girado sobre temas más generales, o al menos, eso señala lo revelado por la Casa Blanca. Reconocimiento mutuo sobre la importancia de la migración, la modificación inmediata de algunas medidas –como la espera en territorio mexicano de los centroamericanos en busca de asilo– o el alto total a la construcción del muro de Trump.

Sin embargo, hay muchos más temas delicados que, o no se abordaron, o no nos dijeron.

Primero la seguridad. El gobierno mexicano y el estadounidense bajo la administración Obama sostuvieron importantes acuerdos de información, inteligencia, lucha compartida contra el narcotráfico, el inolvidable Plan Mérida. Ya el gobierno de Peña, en la torpeza de disminuir o 'desinflar' el impacto en temas relacionados con violencia doméstica, crimen organizado o cárteles del narcotráfico, había desestimado los avances y mecanismos compartidos en materia de seguridad.

El gobierno de López Obrador no ha hecho nada por reactivar esos acuerdos, por recuperar el intercambio de inteligencia o el trabajo coordinado en materia de crimen organizado. Y ya tuvimos más de un traspiés en la materia: como la fallida detención de Ovidio Guzmán o el archivado caso Cienfuegos.

Biden conoció bien como vicepresidente la implementación de esos mecanismos, y supo de su efectividad y su conveniencia. Es de suponer que el nuevo gobierno de Estados Unidos busque poner sobre la mesa, una vez más, el trabajo colaborativo en materia criminal y de seguridad estratégica. El gobierno mexicano ignora por completo la prioridad del tema, con una secretaría de facto inexistente desde el inicio de la presente administración.

Otro tema relevante es el de eventuales conflictos comerciales, energéticos o ambientales que están en el horizonte bajo el marco del TMEC. México está comprometido a una serie de políticas en estos ámbitos, y el gobierno actual hace de lado repetidamente los acuerdos en materia de energías limpias, respeto a la inversión extranjera y protección del medio ambiente. Es de suponer que tendremos diferencias significativas con el nuevo gobierno americano. Aparentemente, tampoco fue parte de la llamada.

Sin embargo, López Obrador pareciera no otorgarle prioridad alguna al nuevo gobierno vecino. No sólo por su fría y distante actitud ante la victoria de Biden, sino, además, por la designación del nuevo embajador mexicano en esa capital: un político sin experiencia diplomática y con muy pobres cartas credenciales en los circuitos internacionales. Pareció un desdén hacia el nuevo gobierno americano.

Más de una voz en círculos internacionalistas ha señalado la inevitable ruta de colisión entre AMLO y Biden, por los temas mencionados, pero también por los tonos, estilos, discursos y mensaje. Andrés Manuel tuvo una cercanía vergonzosa y denigrante para México con Donald Trump, y ha sido absolutamente incapaz de reorientar el curso y reconstruir la relación. No pasará desapercibido para el Departamento de Estado y para los auténticos profesionales que estarán de vuelta después de la debacle diplomática de Trump.

La duda reside en si Andrés Manuel pretende un distanciamiento, si busca en efecto provocar diferendos que sirvan de leña a su vetusto discurso nacionalista.

Nada perjudicará más a México, a nuestra lenta y volátil recuperación económica, que una serie de raspones y choques con el gobierno de Estados Unidos y su Congreso.

La mayoría demócrata en Representantes y en el Senado será especialmente puntillosa en observar los derechos laborales, los acuerdos ambientales, el respeto a la inversión en materia energética.

Por ahora, un frío comienzo.

Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí

COLUMNAS ANTERIORES

Tensiones en Estados Unidos
Alerta mundial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.