Leon Opalin

El débil triunfo de Macron y la Unión Europea

Macron tendrá dificultades para gobernar en un entorno de fortaleza sin precedentes de la extrema derecha y de nacionalismo de izquierda.

En la publicación Nueva Sion, del pasado 5 de mayo, se señala que en la reciente jornada electoral de Francia se registró un elevado nivel de abstencionismo, 28.2%, el mayor desde la elección de Georges Pompidou en 1968 y un 6.7% de sufragios en blanco, Macron obtuvo el 58.5% de los votos, mientras que su rival, la ultraderechista Marine Le Pen, poco pudo sumar en cantidad de votantes, sobretodo porque un solo candidato, Eric Zemmour, le dio su apoyo público tras la primera vuelta.

Emmanuel Macron, el primer presidente en ser reelecto en 20 años, tiene un papel fundamental para esta nueva magistratura. Con el conflicto en Ucrania que aún no finaliza, la inflación en Europa comienza a acercarse a dos dígitos, la Unión Europea pierde fortaleza y posición global, mientras que los dos extremos políticos de Francia plantean cuestiones opuestas a la hora de llevar a cabo las políticas públicas, sumado a la conflictividad social, producto de la pandemia y el escenario caldeado relacionado con el exponencial crecimiento de musulmanes en territorio francés.

En el entorno de centro izquierda a centro derecha, Macron puede ser catalogado de derecha para los izquierdistas más puristas; de izquierda para los derechistas más extremos; o de centro, de acuerdo al alineamiento europeo de su partido. La República en marcha, que integra el bloque “Renow Europe” o renovar Europa, de demócratas a liberales, junto a otras fuerzas denominadas “de centro liberal”, que van del centro a la centro derecha o de su alianza en Francia, Ensemble Citoyens (Juntos Ciudadanos), que integran al movimiento de centro izquierda verde EnComun, al partido radical histórico aliado del socialismo-hasta el centro derechista horizontes, del exdiputado de los Republicanos, Edouard Philippe. Habrá que buscar consensos ante la polarización a la que llegó la política francesa. El andamiaje del gobierno se relentiza cuando no hay un sustento popular.

La población ha demostrado que el gobierno no tiene “green card” para hacer lo que quiera y cada vez son mayores las protestas. El partido de Macron no gobierna ninguna de las trece regiones de Francia y quienes concentran el poder son las estructuras tradicionales partidarias, la izquierda y la derecha dominan los sindicatos y el único factor de poder que les queda es la escala regional europea y su posición global, aunque puestas dentro no signifique mucho.

El crecimiento de la extrema derecha personificado por Marine Le Pen es un fenómeno que está avanzando rápidamente y amenaza con derribar y cercenar derechos sociales, políticos y culturales conseguidos mediante varios métodos, sobre todo luchas populares y movilizaciones multipartidistas y convenciones básicas sobre estándares de vida en el sistema en el que los franceses están inmersos.

Marine Le Pen es la hija de Jean-Marie Le Pen, quien fundó el Frente Nacional en 1972, un movimiento político racista y antisemita, negador del Holocausto y supremacista. En 2011, luego de escalar varias posiciones en el partido, logró expulsar a su padre tras que este dijera públicamente que “las cámaras de gas de los nazis no habían sido un detalle de la historia”. Es así que en algún aspecto buscó suavizar la imagen partidaria hasta cambiando su nombre a “Agrupación Nacional”, no muy distinto, aunque con mayor presencia de mujeres y personajes LGBTI en el armado, algo que Jean Marie no permitió. Es más, pidió un voto para Eric Zemmour, otro candidato en la contienda presidencial, y no para su hija, un poco por resentimiento, pero, otro tanto, por inclinación ideológica. Zemmour, un francés judío de la rama africana. Votar a un judío ultraderechista o a una supuesta defensora LGBTI era el quid de la cuestión.

Marine Le Pen, con un marcado perfil de campaña contra la inmigración, sobre todo, los islámicos, sus principales ejes se basaron en suprimir la “ideología de género”, prohibir el velo en público, nacionalizar la industria y el comercio, y dirigir el programa social solo para “los franceses”.

Macron tendrá dificultades para gobernar en un entorno de fortaleza sin precedentes de la extrema derecha y de nacionalismo de izquierda que se caracterizan por su intolerancia a la democracia.

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