Leon Opalin

Hambruna en Afganistán

Las dificultades se han originado por la irrupción de los talibanes al poder, la sequía y una recesión económica que afecta el acceso de alimentos a la población, comenta León Opalín.

Al menos 23 millones de personas sufrirán inseguridad alimentaria grave en Afganistán durante los próximos meses, una cifra récord que dibuja un escenario preocupante, y que de acuerdo a las Naciones Unidas, requiere una movilización urgente por parte de la comunidad internacional. En las zonas rurales de ese país 7.3 millones vivían ya una situación de hambre en septiembre pasado. En este ámbito, se estima que nueve millones podrían morir si no se resuelve pronto la crisis.

La ONU considera que las dificultades que vive la población en Afganistán se originan por el desastre derivado de la irrupción de los talibanes al poder, la sequía y una recesión económica que afecta gravemente a los medios habituales de subsistencia y acceso de la población a los alimentos. Desde que los talibanes tomaron el poder, los fondos internacionales que apunta la frágil economía del país no llegan mientras el mundo debate como tratar con el nuevo régimen.

Hsiao – Wei Lee, directora adjunta del Programa Mundial de Alimentos de la ONU considera que, “la situación es muy mala”. En diez años de seguimiento y medición de la inseguridad alimentaria en Afganistán, nunca ha sido tan grave; nueve millones de personas están en la fase 4 lo que significa que si cruzan la línea hacia la fase 5, entonces podría haber una mortalidad importante. Para hacer frente a la escala de la crisis, será necesario movilizar recursos sin precedentes.

El Plan de Respuesta Humanitaria de la ONU solo tiene un tercio de los fondos que necesita para hacer frente a la tarea, el programa de la ONU podría necesitar hasta 190 millones de euros al mes. El Programa Mundial de Alimentos ha comenzado a distribuir dinero en efectivo entre las familias pobres de Afganistán en un intento de contener lo que las agencias de la ONU denominan “la peor crisis humanitaria del mundo”. Desde que se marcharon las tropas internacionales y los talibanes asumieron el control del país, en Afganistán hay escasez de casi todo y los precios se han disparado. En este ámbito, el precio del gas “está por las nubes”. (se ha duplicado).

El regreso de los talibanes al poder tras 20 de guerra el pasado agosto, ha sumido a Afganistán en una crisis económica sin precedentes. Sin la generosa ayuda exterior y con las reservas del país (9,000 millones de dólares) congeladas en bancos extranjeros, los talibanes no pueden pagar salarios ni importar bienes esenciales. Millones de personas están destinadas a pasar hambre.

Con el invierno a la vuelta de la esquina, las cosas solo pueden empeorar. Los talibanes parecen no tener ningún plan realista para hacer frente a la crisis que se cierne sobre la abrumadora mayoría de la población. Mientras tanto, varios países occidentales que se retiraron de Afganistán, contemplan casi impasibles como se hunde su economía.

Por otra parte, causa temor el tipo de justicia que los talibanes planean impartir basada en una interpretación radical del islam; después de que el movimiento talibán sembró el temor en Afganistán y fuera de sus fronteras cuando estuvo en el poder por última vez.

Durante las últimas cuatro décadas, Afganistán ha sido símbolo de un país devastado por la guerra. Desde la invasión de la Unión Soviética en 1979 hasta el descenso de los talibanes al poder en la década de 1990; pasando por el caos político y de seguridad, que ha supuesto la reaparición del movimiento integrista en la actualidad. Los principales actores de la política mundial han tenido poco éxito a la hora de ayudar a crear un entorno en el que el pueblo afgano pueda reconstruir su país, de una vez por todas, y pueda planificar su futuro.

A lo largo de los años, se han prometido miles de millones de dólares a la administración afgana. Se han organizado innumerables conversaciones de paz y se han desplegado decenas de miles de efectivos militares para luchar por la paz y tratar de mantenerla. Y, sin embargo, Afganistán sigue siendo un país “al límite”.

Los talibanes han prometido en repetidas ocasiones, que son capaces de abordar los problemas de Afganistán y conducir al país hacia un futuro más próspero y justo, en la práctica hay dudas de la capacidad del movimiento integrista para abordar los problemas más graves de la nación. “Pueden luchar y combatir en la guerra, pero ¿pueden realmente gobernar?”.

COLUMNAS ANTERIORES

Francia facilita a los judíos recuperar obras robadas por los nazis
Los judíos de Hungría

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.