Autonomía Relativa

Los miserables

La vida es tomar decisiones, tomar posiciones y el curita Solalinde tarde, pero sin sueño, ha optado por la vida política.

"Si no fuese pecar contra la caridad respecto a un hermano en Cristo, yo diría que Su Eminencia es un perfecto hijo de puta". (Arturo Pérez Reverte, La piel del tambor).

El padre Solalinde ha decidido cambiar de deidad y ahora su amo y señor, su faro, su luz, su agua bendita, su pastor, su altísimo señor, es Andrés Manuel López Obrador. Bien por él. La vida es tomar decisiones, tomar posiciones y el curita Solalinde tarde, pero sin sueño, ha optado por la vida política. Qué bueno, nunca es tarde, siempre es tiempo de participar en la vida pública del país.

El asunto con el afamado padre Solalinde es que construyó un liderazgo social con una obra genuina de ayuda a los migrantes, de los que ahora reniega, a los que abandonó a su suerte porque le parece que primero va la patria de él y luego la vida de ellos. Muy piadoso. Solalinde tenía un liderazgo cimentado en su obra, lo cual le daba autoridad moral incuestionable. Ahora es un chairo más y ni siquiera destacado; es un tipo que dice simplezas y tonterías sin ton ni son, por eso salen en los medios. Quizá cansado de su labor con los indigentes, Solalinde ha tomado la carrera política, encarnado en un cretino desalmado que antepone el servicio a su líder a la caridad cristiana y al más elemental sentido de la compasión y la solidaridad con las víctimas. Sometido ya a las pasiones del mundo terrenal, pero educado para las tareas de la eternidad, el cura Solalinde ve ahora el mundo como un lugar en el que se opta por el cielo o el infierno, entre el bien y el mal. Por eso hizo a un lado su obra, porque piensa que el bien lo encarna el Presidente y hay que estar de ese lado. Por eso increpa a la familia LeBarón y los quiere poner a optar entre un país y otro. Para él no hay dolor que valga, lo importante es postrarse –costumbre que adquirida desde su formación juvenil– ante su pastor, ganar su mirada, congraciarse con él. Como buen hombre del clero político, entre las víctimas y el poder ha optado por el poder. En esta nueva etapa del cura Solalinde, tan humana, tan terrena, ha quedado claro que es un ser miserable.

Otro hombre que se mueve en la miseria moral es Jesús Ramírez Cuevas, el comunicador del Presidente. Refractario a la luz, este sujeto prefiere moverse en las tinieblas, desde ahí organiza campañas de linchamiento, destrucción de vidas de personas que considera enemigos de su jefe. No hay cuestionamiento moral que se atraviese en su camino, el proyecto lo merece todo. Orquestador de dilemas tuiteros, Ramírez Cuevas cuenta con una enorme red –la chairiza– que se mueve por consigna acorde a lo que dictan en Palacio. Nada detiene a esta mente enferma en su afán de colocar tendencias en la red, cree que únicamente de eso se compone la realidad.

El afán polarizador del Presidente encuentra en su subordinado el eco perfecto para la siembra de odio y el esparcimiento del veneno. Lo mismo da si se trata de celebrar a un dictadorzuelo, como Evo Morales, que decir que su jefe es humanista y los demás unos seres deformados, para ellos lo importante es mantener la furia, señalar culpables, reavivar afrentas, fomentar el pleito, los señalamientos y, por supuesto, inhabilitar a quienes osen criticar a su jefe, trátese de académicos, escritores, politólogos o simples opinadores. Nada queda fuera del alcance de este Goebels de la cuarta. Su última campaña la emprendió esta semana contra la familia LeBarón. Puso a su ejército a insultarlos, agredirlos e injuriarlos, a pedir que se fueran del país. Ni el asesinato de mujeres y niños detiene a este propagandista desenfrenado. Es claro que se trata de una persona ruin y miserable.

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