Autonomía Relativa

Edmundo Jacobo: el apoyo inmerecido

Con su renuncia dejó en claro que él era parte de un equipo, no de una institución y que si se va su amigo se va él, porque los demás son malos y lo van a desmotivar en el trabajo.

Al final del asunto, de toda la movilización, del apoyo multitudinario que recibió, de la defensa por la dignidad suya, de sus compañeros y de la institución, el señor Edmundo Jacobo decidió darle la razón a los que lo defenestraron y demostró que, en efecto, solo era un empleado de su jefe.

Gran parte de la oposición mediática y política, ciudadanos a través de las redes sociales, se volcaron hace unas semanas en defensa de un hombre cuya historia la mayoría desconocíamos pero que fue víctima de la sevicia presidencial y amaneció un día, de manera ilegal, cesado de su trabajo. Entonces salió el nombre de Edmundo Jacobo Molina que era el secretario ejecutivo del INE, y cercano a Lorenzo Córdova. El gobierno y sus voceros la emprendieron contra el secretario tachándolo de ser parte de un grupo de mafiosos neoliberales que se apoderaron del INE; un grupúsculo de amigos que se reparten cheques y bonos por las elecciones, un mafioso más que obedecía al capo don Lorenzo.

Del otro lado del ring, Jacobo resultó un hombre con muy buena imagen en el círculo electoral y académico. La arbitrariedad del proyecto del gobierno, la conducta primitiva del presidente y sus secuaces, obligaron a quienes se oponen a este gobierno por esas y otras razones a defender a Edmundo Jacobo de la ilegalidad pretendida. No creo equivocarme si digo que pocas veces un funcionario, sin ser titular de una dependencia, recibe un apoyo de esa manera. Claro, se juntaba con la campaña contra Lorenzo, la embestida contra el INE. Y fue en esa defensa que supimos por boca de muchos que Jacobo era un ejemplo de institucionalidad como pocos, que era el reflejo del funcionario probo, que podía pasar sin problema de una administración a otra, que era parte del personal que la institución tenía como apoyo imparcial para los ciudadanos, que era un hombre del Estado mexicano que estaba más allá de los pleitos partidistas, las grillas temporales y que era garantía hasta para sus denostadores. En la defensa del eficiente funcionario destacó la senadora de la República Patricia Mercado, quien públicamente derramó lágrimas por el señor Jacobo Molina.

Una resolución judicial puso a Molina de regreso en su puesto. El aplauso fue generalizado, por él y por el triunfo que significaba esa resolución sobre las tropelías del presidente y su partido. Un triunfo de la justicia sobre el atropello, de la institución sobre la persona. Aplausos y sonrisas: el INE no se toca resonó por todos lados y se gritó en favor de Edmundo Jacobo.

En su libro Hablar con extraños (Ed, Taurus), Malcolm Gladwell dice lo siguiente: “Crees a alguien no porque no tengas dudas sobre ellos. Creer no implica ausencia de dudas. Se cree a alguien porque no se tienen dudas suficientes acerca de esa persona”. Y en efecto, no teníamos dudas suficientes sobre Jacobo Molina. Porque resulta que el INE sí se toca y lo tocó él mismo al presentar esta semana su renuncia al cargo. Tanto batallar, tanto apoyo, tanta gritería, tanta defensa para terminar por darle la razón a sus atacantes. Porque con su renuncia, Edmundo Jacobo dejó en claro que él era parte de un equipo, no de una institución y que si se va su amigo se va él, porque los demás son malos y lo van a desmotivar en el trabajo. Ni hablar, como dijera el presidente: que disfrute su cheque.

De nada sirvió la defensa, de nada sirvieron las lágrimas de la senadora. Todo fue un apoyo inmerecido.

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