Comisionada del Inai

Privacidad, protección de datos personales y redes sociales

Las redes sociales satisfacen una necesidad para el hombre como es la comunicación, debemos usarlas con responsabilidad y respeto a la intimidad, privacidad y a los datos personales.

Si tuviera que decidir qué invento ha revolucionado la historia en las últimas décadas, no tendría duda: internet. Configurado en sus inicios como un proyecto militar de Estados Unidos para asegurar la comunicación entre sus territorios en caso de un ataque, esta nueva tecnología, más que una herramienta, se ha convertido en un elemento imprescindible para la vida, modificando de manera contundente todos los ámbitos y esferas en las que nos desenvolvemos.

De manera incuestionable, el internet, que surgió como tal a partir de 1991, marca un antes y un después en la era de la humanidad; además de posibilitar el libre acceso a información generada desde lugares remotos por terceros, conocidos o ajenos a nosotros, potencia la comunicación de una manera antes impensable. Rompe los límites y las fronteras territoriales, culturales, económicas e idiomáticas que dividen a los Estados, permitiendo la intercomunicación inmediata entre personas ubicadas en otros espacios físicos, a través de espacios virtuales del mundo digital, particularmente mediante el uso de redes sociales, que a partir de 1997, en que surgió la primera, han invadido nuestra existencia.

No solo se han posicionado como mecanismos para socializar, sino que han trascendido a los ámbitos profesional, laboral y económico, tanto del sector público como del privado, sirviendo como instrumentos para realizar transacciones, contratar personal o inclusive llevar a cabo actividades sustantivas de las organizaciones, como es el caso del INAI, que a través de sus cuentas en Facebook, YouTube y Twitter acerca al público a los derechos de acceso a la información y protección de datos personales.

Las redes sociales cuentan con millones de usuarios y generan millones de dólares, transformado nuestra realidad y conformando parte importante de nuestro diario vivir. De acuerdo con un estudio realizado por We Are Social, sobre la situación digital en 2021, en gran medida a causa del confinamiento por el Covid-19 las redes sociales experimentaron un crecimiento de 13 por ciento. Actualmente, somos 4.20 mil millones de usuarios en el mundo.

Desafortunadamente, el uso de las redes sociales tiene una arista que impacta negativamente a la sociedad: la sobreexposición voluntaria de los datos personales y el dar acceso irrestricto a la privacidad o intimidad, no únicamente por parte de millennials o nativos digitales, sino de personas de cualquier generación, que se ven influenciados y sucumben ante ese deseo apremiante de publicar, tener amigos o seguidores y acumular likes.

Las imágenes y videos que suben a diario algunos usuarios muestran una liviandad al compartir su información personal. Más aún, los llamados influencers o youtubers hacen del acceso absoluto a la parte más profunda de su vida, a sus sentimientos, vida familiar o relaciones de amistad, su fuente de ingresos. Definitivamente, cada individuo es libre de decidir sobre ello; no obstante, debemos ser conscientes de que no solo publicamos o difundimos información propia, al ‘compartir’ podemos dar acceso a información que pertenece a otros.

Más allá de las implicaciones en materia de datos personales, resulta apremiante ser empáticos y sensibles hacia los demás, darnos cuenta que detrás de cada ‘meme’ o video, detrás de cada imagen o grabación en la que se expone, y hasta denigra o descalifica a otra persona, se encuentra un ser humano.

Si bien las redes sociales satisfacen una necesidad vital para el hombre como es la comunicación, y se tornan en un elemento indispensable en esta era digital que estamos viviendo, debemos ser extremadamente cuidadosos; usemos las redes sociales, pero hagámoslo con responsabilidad y respeto a la intimidad, privacidad y los datos personales de los demás y de nosotros mismos.

Lo que se sube o se comparte en internet es como las plumas de un almohadón que se esparcen al aire, nunca jamás se recupera.

La autora es comisionada del INAI.

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