Jose Felipe Coria

Resurrecciones y animaciones

Muchos géneros ya no resultan tan fructíferos en sus propuestas. A medio camino entre la repetición y el deterioro, intentan funcionar basando su originalidad en ideas del pasado o en estilizaciones extremas.

Resucitados (2015, David Gelb) pretende hacer una original revisión de un tema lovecraftiano: un par de médicos interesados en encontrar un suero que permita mantener a los pacientes en operaciones largas con vida cometen un error. Lo que en realidad descubren es un medicamento que permitiría la resurrección.

Film de terror exacerbado, pensado al estilo asfixiante del mejor Howard Hawks, con espacios cerrados y una unidad de tiempo, acción y lugar, es a la larga profundamente convencional puesto que varios de sus apuntes quedan sin explicación (¿qué le sucede realmente al perro revivido?, ¿por qué presentar toda una compleja secuencia de hostilidad corporativa ultra codiciosa si al final no sucede nada?, ¿el ilógico final abierto es una sugerencia de que aquí empieza una nueva franquicia?).

Las preguntas confirman que éste film sólo está cargado de cierto efectismo atrofiado, por su incapacidad para contener la historia como en un principio se lo propone, y también por su falta de coherencia narrativa y su ineptitud para hacer un cinta contundente de pura atmósfera cuya única propuesta valiosa era crear un espacio cerradísimo que permitiera conocer todas las facetas de ese Efecto Lázaro que menciona el titulo original. Tema que nunca se desarrolla cabalmente.

En efecto, el cine de terror, en algún momento de los 1980-1990, al perder su filo, literal, optó en posteriores films ocultar hechos y acciones; dejó que el espectador discerniera lo fundamental. Este exceso de pudor de su nueva era, deterioró al género por huir de sus excesos hipervisuales y su virulencia previos; explica en la actualidad por qué resulta incapaz de asustar con lo mínimo, y ante su propio espanto por el horror que le provoca lo que propone, se queda a medio camino entre el film timorato y el churro que defrauda desde su premisa misma. O sea, el cine de terror contemporáneo es un género que renuncia a sus principios a cambio de ninguna novedad.

Por otro lado, si géneros dominantes otrora exitosos muestran cierto declive, el cine de la imaginación pura florece exclusivamente dentro del siempre vital género infantil. Entregado a trabajar todo tipo de propuestas desatadas, recurre a un concepto de narrativa neoclasicista, y tiene la ventaja de poner a prueba cualquier tecnología de vanguardia puesto que la animación es lo de hoy. Logra así ir más allá de cualquier género, invariablemente, sin establecer reglas. En esencia es un tipo de cine que opta por el entretenimiento que va de lo cómicamente absurdo a lo delirantemente creativo. El género infantil es territorio de novedad.

Ejemplar de ello es Home: no hay lugar como el hogar (2015, Tim Johnson), elaborado producto que parte de una premisa insólita. De súbito unos extraterrestres de color morado y simpática figura con cuatro patas, los Boov, invaden la Tierra huyendo de una persecución galáctica. Desplazan a los humanos para instalarse con su tecnología en el mundo. Por azares del destino, el extraterrestre Oh, menospreciado entre los suyos, hace amistad con la inquieta niña terrícola Tip, quien busca a su mamá extraviada en el mundo posterior a la invasión.

La idea se desarrolla con una aparente lógica de hierro sin dejar pausa a la reflexión. Es un film de acción desatado donde cada peripecia va sazonada con una pizca de humor. Puesto que lo básico está en presentar una historia de inicio descabellada, la que se desenvuelve con un ritmo constante en donde de un gag se pasa a una peripecia y así una y otra vez. Con ello se cancela cualquier posibilidad de tedio: la imaginación sin límites inventa en cada film animado un universo sin duda alternativo donde la diversión es lo primordial. Siempre y cuando exista en él ese elemento de sorpresa -el entretenimiento que parte de una anécdota sencilla-, desplegada con ese lujo que parece lugar común y que sólo existe hoy en el género infantil: la magia del relato fílmico químicamente puro.

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