Visto desde Nueva York

Basta de pisotear instituciones

 

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Las instituciones no nacen, se hacen; de arriba para abajo, pero particularmente de abajo para arriba. Parafraseando a Kennedy, no preguntes qué han hecho las instituciones por ti, pregúntate qué has hecho tú por las instituciones. México nunca tendrá solidez institucional si no la exigimos.

La única defensa ante el populismo, al acecho, es la fortaleza institucional. En Estados Unidos, país infinitamente más fuerte institucionalmente que México, están siendo puestas a prueba. Hasta ahora subsisten. La reforma de salud de Obama, por ejemplo, sobrevive gracias a la resistencia legislativa a revocarla, incluso por parte del propio partido del presidente. Pero, de abajo hacia arriba, la movilización fue determinante. La sociedad civil le dejó claro a muchos legisladores el potencial costo en las urnas de su aquiescencia. Mientras tanto, Venezuela, país mucho más débil institucionalmente que México, fue arruinado por Hugo Chávez, el epítome del populismo, y por su delfín, Nicolás Maduro.

El tránsito de ser un país de ingreso medio a uno desarrollado, pasa por construir más y mejores instituciones. Tenemos algunas. Banco de México es una meritocracia admirable, desde la época de don Miguel Mancera (quien merecería mucho más reconocimiento por su contribución). La calificación crediticia de México, el abaratamiento y pesificación de la deuda pública, y el alargamiento de los plazos de crédito serían impensables si no contáramos con un Banco Central creíble e internacionalmente respetado.

Inegi es otra institución sólida. Se ha beneficiado de una sucesión de técnicos competentes, no políticos, que le dan credibilidad a las estadísticas que genera, a los números que permiten que propios y extraños sepan cómo evoluciona la economía del país. En Venezuela o Argentina el Poder Ejecutivo politizó y sesgó tanto la generación de estadísticas que simplemente dejaron de ser confiables.

Inversionistas y observadores simplemente los empezaron a tratar como destinos marginales para la inversión. Un país incapaz de emitir cifras creíbles, no la merece.

Hay otras. La Cofece se ha ido volviendo una institución creíble, a pesar de no contar con el apoyo gubernamental y privado que requeriría. También hemos logrado montar un sistema electoral con muchos defectos, pero capaz de armar procesos electorales que reflejen la voluntad del votante.

Sin embargo, hay alarmante debilidad institucional en sitios delicados. Nuestro sistema judicial es una vergüenza. Desde los ministerios públicos hasta las cortes solapamos procesos que más que basarse en normas y leyes, son una subasta al mejor postor. ¿Cuánto le habrá costado a los papás de los infames Porky's el dictamen del juez Anuar González Hemadi en Veracruz? Ostensiblemente, lo suficiente como para que aguante la vergüenza de que conozcamos la grotesca justificación de su fallo.

El Poder Ejecutivo ha hecho demasiado poco, el imperio de la ley brilla por su ausencia. El Legislativo tampoco hace algo. ¿Cómo exigirle a legisladores de todos los partidos que se han beneficiado por un 'moche' tras otro que maten a la gallina de los huevos de oro? La corrupción en México no es cultural, pero sí quizá estructural. ¿Qué pretexto tenemos en la sociedad civil para no exigir más?

Quienes tienen el poder para forzar el cambio prefieren un statu quo que les acomoda. ¿Para qué emparejar el terreno si en este juego no tienen cómo perder?

Quienes tenemos alguna voz pública, exijamos. Basta de que la administración de Peña juegue con fuego, golpeando a las pocas instituciones fuertes que tanto trabajo ha costado forjar. Sería imperdonable dejar al país indefenso ante populistas. A diferencia de lo que éstos harían, por convicción o ignorancia, el equipo del presidente sabe lo que está haciendo cuando decide pisotear la ley al nombrar para dirigir al Inegi a quien simplemente no cuenta con lo que ésta establece. No dudo de la capacidad de Paloma Merodio, pero es una arbitrariedad irresponsable imponerla.

Ahora, el que Agustín Carstens haya pospuesto su salida hasta después de noviembre se vuelve sospechoso. ¿Querrán que ese lugar lo ocupe alguien de fuera de Banco de México una vez que el funcionario seleccionado deje de estar en la contienda por la candidatura del PRI a la presidencia? Tener a un nombramiento político en Banco de México pondría en duda la autonomía del Banco Central (sobre todo en un año electoral), independientemente del currículum del nombrado.

Esta administración ha tolerado déficits demasiado altos, se ha endeudado para incrementar su gasto corriente, ha consentido niveles de corrupción inmorales, y al hacerlo ha debilitado al Estado de derecho a límites quizás irreversibles. La flagrante intromisión del gabinete entero en la elección en el Estado de México deja pésimo sabor de boca. Si, además, devasta a dos instituciones imprescindibles, no habrá quien absuelva al presidente Peña de un legado tan negativo, que ni con reformas estructurales históricamente relevantes podrá compensar. Dejaría al país a merced de un populista, y su irresponsable acción u omisión lo empoderarían.

Si éste no es un momento para exigir, no sé cuándo sería.

Twitter: @jorgesuarezv

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