Jorge Berry

La visita

El argumento de López Obrador para pedir a Joe Biden más visas de trabajo y regularizar a los mexicanos que ya están allá choca con lo que pasa en México con los migrantes.

Mucha pena y poca gloria. Es el resumen de la visita del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a la Casa Blanca en Washington. Apenas instalado en su hotel, el Presidente y su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, asomaron por la ventana de su cuarto para saludar a una docena de porristas que suelen contratar para estas visitas. Al retirarse de la ventana por la que la no primera dama había mirado a los asistentes, se dio tremendo porrazo en la cabeza, que, para variar, se reprodujo miles de veces en redes sociales. Mal augurio.

El encuentro en la Casa Blanca fue extraño. El Presidente no resistió a su propensión a dar clases de historia, y ante la prensa ofreció sólidos 30 minutos ininterrumpidos (y aburridos) de la historia de la relación entre México y Estados Unidos. No se desperdicia así el tiempo que tiene en una audiencia con POTUS.

El tema principal fue la migración. Estados Unidos probablemente llegará este año a 2 millones de migrantes indocumentados detenidos, la cifra más alta de la historia. Así como hace apenas cinco años ya presumíamos que más mexicanos estaban regresando a su país de los que buscaban el norte, hoy las cifras muestran que la emigración de mexicanos aumenta, dado el deterioro económico que se vive en México. Estos migrantes han demostrado que son gente de trabajo, que no quieren vivir a expensas de las dádivas del gobierno, pero como la creación de empleos en México no es prioridad, empiezan a buscar oportunidades fuera.

López Obrador le pidió a Biden más visas de trabajo y regularizar a quienes ya están allá. Todos sabemos que eso no está en manos del presidente. Las visas de trabajo se expiden por cuotas que decide el Congreso. En cualquier caso, el argumento de AMLO choca con lo que pasa en México con los migrantes centroamericanos, cubanos, haitianos y muchos más. El trato que se les da en territorio mexicano está fuera de control. En Tapachula, por ejemplo, se han juntado 122 mil migrantes en busca de asilo, de los cuales 40 mil fueron regresados. López Obrador se queja de la lentitud de los procesos migratorios en la frontera con Estados Unidos, pero de enero de 2021 a la fecha ha habido casi 400 mil solicitudes de asilo en México, y se han procesado menos de 10 mil. México ha expulsado casi 47 mil migrantes este año, y el año pasado rebasó los 100 mil.

Por supuesto que escuchamos lo de siempre. Los famosos cinco puntos que ofreció López Obrador para ayudar a Estados Unidos en su lucha contra la inflación son ridículos e inoperantes. El Presidente no se da cuenta, pero aquí es donde se da el tiro en el pie. Su rechazo a emplear personal capacitado en diversas áreas del gobierno ocasiona estas fallas garrafales. No hay quien lo asesore, porque no tiene a nadie que sepa. Pero es la historia de siempre. La embajadora Martha Bárcena, quien ocupó la embajada de México en Washington, era una diplomática ampliamente capacitada, pero, a pesar de parentescos, no estaba dispuesta a ser un florero más. En su lugar pusieron a Esteban Moctezuma, un burócrata más bien oscuro, claramente incapaz de desempeñar con brillo su cargo. Finalmente, está al frente de la embajada más importante que tenemos.

López Obrador prometió a Joe Biden invertir mil 500 millones de dólares en la zona fronteriza para eficientar el flujo comercial. El miércoles por la mañana, en el Instituto Cultural Mexicano, el Presidente se reunió con empresarios mexicanos y estadounidenses. La reunión fue privada, pero es fácil especular que los empresarios extranjeros exigieron garantías de seguridad jurídica. Son muchas las quejas a ese respecto que se han expresado, y que han hecho eco en el Congreso de Estados Unidos.

Por segunda visita consecutiva, el presidente López Obrador no tuvo reunión ni acercamiento alguno con representantes o senadores del Congreso. Esto es un grave error. Vienen elecciones muy importantes para Estados Unidos en noviembre, y el Presidente debería sacudirse la imagen de cercanía que tiene con Donald Trump. Los demócratas, desde luego, no lo ven con buenos ojos.

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