Jorge Berry

Kámala en México

Conviene a los dos países y a sus líderes no agitar las aguas en este momento, porque ambos tienen serios pendientes en sus respectivas políticas interiores.

Lo único que tenían en común las agendas de Kámala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, y Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, era no proyectar una imagen desaseada.

Kámala, porque viene de un escaño senatorial en épocas trumpianas que le dio credibilidad y prestigio. Luego, una exhaustiva campaña, primero como precandidata, y después como candidata vicepresidencial. Y ahora, como vicepresidenta en funciones, con su primer gran encargo: arreglar el problema migratorio con la región, y el fronterizo con México, que no son lo mismo.

Y López Obrador, apenas dos días después de una elección federal en la que perdió a la mitad de su electorado, pero en la que tuvo que cuidar las formas democráticas, ante la inminente visita de Kamala.

Precisamente para evitar, en lo posible, cualquier fricción, se dio a conocer por anticipado un memorándum conjunto de entendimiento, donde ambos países se comprometen a bla, bla, bla, y reafirman su inquebrantable espíritu de cooperación, y más bla, bla, bla.

Lo cierto es que conviene a ambos países, y a sus líderes, no agitar las aguas en este momento, porque ambos tienen serios pendientes en sus respectivas políticas interiores, y ni a Joe Biden, presidente de Estados Unidos, ni a López Obrador les conviene abrir, además, otro frente externo.

Pero ni la congelada sonrisa de la carismática vicepresidenta de Estados Unidos, ni otro fracaso más del sastre de López Obrador, pueden ocultar las diferencias que existen entre ambos países, y que se irán resolviendo ya sin tanto reflector encima, aunque tampoco con la buena voluntad que quieren aparentar.

Lo anterior se confirma fácilmente. En Guatemala, un día antes, la señora Harris terminó su visita en una conferencia de prensa conjunta con el presidente guatemalteco. En México, apareció sola, en la embajada, y con la delegación de prensa que la acompañaba. Es obvio que no se pudieron poner de acuerdo en los temas a hablar frente a los medios. De por sí, el Presidente mexicano les tunde un día sí, y otro también. Hubiera sido imposible, con la prensa internacional enfrente, sólo convocar a Moléculas, Kenianas y Piratas para que reprodujeran su diaria labor de paleros, y no le fueran a hacer una pregunta demasiado incómoda al jefe si van los reporteros serios. Cuando se tomó la decisión de no hacer conferencia de prensa conjunta, no sabían el tamaño de la masacre electoral del domingo, que si bien fue un duro golpe, no cobró las dimensiones trágicas que lo hubieran orillado a desconocer resultados, o algo así.

Pero las diferencias persisten. El mejor ejemplo está en los comunicados de prensa. Parece que fueron reuniones distintas. El documento que emitió Presidencia habla del TMEC, de reformas laborales que apoya Estados Unidos, de voluntad conjunta de ayudar a Centroamérica a alcanzar mayores niveles de desarrollo, y otras utopías. El comunicado de Estados Unidos señala temas de seguridad, confirma el acuerdo de cooperación de inteligencia, que seguramente fue el tema de la visita de los dos más altos mandos de la CIA a nuestro país la semana pasada, y entre líneas se entiende que el permiso de las agencias de seguridad para operar en México no está en modo alguno restringido. ¿Y entonces?

Poco a poco iremos sabiendo de qué se habló en privado. Sospecho que se discutió la postura del gobierno mexicano ante el crimen organizado, después de la desafortunada felicitación que les otorgó el Presidente por “portarse bien” en las elecciones. En su conferencia de prensa, Harris habló hasta de fentanilo, y cómo detener el flujo de drogas para allá, y de armas para acá.

Y Estados Unidos aún tiene bajo la manga el coqueteo obradorista con Trump, y la ofensiva nota diplomática con la que protestó el financiamiento de ONG que no le cuadran al caudillo.

La presión se hará sentir. Y en esa esfera, AMLO no puede, como lo hace aquí a diario, desacatar la ley.

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