Jorge Berry

La guerra de los 20 años

La salida de las tropas estadounidenses deja a un gobierno de Afganistán sumamente débil, señala Jorge Berry.

El anuncio fue discreto, pero no por ello menos importante. El martes, la Casa Blanca informó que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ordenó la salida de sus tropas de Afganistán, de manera total, para el 11 de septiembre de este año, fecha que marca el vigésimo aniversario de los ataques sobre las Torres Gemelas de Nueva York, y sobre el Pentágono.

La guerra más larga en la historia de Estados Unidos, poco menos de 20 años, habrá terminado, con resultados inciertos, con miles de muertes y sin la certeza de haber logrado los objetivos originales. Conviene recordar que Afganistán fue invadido cuando los servicios de inteligencia de Estados Unidos determinaron que allí se escondía Osama Bin Laden, autor intelectual de los atentados de 2001, y cabeza de Al-Qaeda, la organización terrorista que los llevó a cabo.

Eran tiempos difíciles para Estados Unidos. Por primera vez, un acto terrorista desde el exterior del país había logrado burlar todos los candados, cobrando la vida de miles de inocentes. El gobierno de George Bush, hijo, tenía que reaccionar de manera contundente, y rápida. Por ello, se fueron sobre el objetivo más evidente, que fue buscar a Bin Laden.

¿Fue ésa la mejor decisión? Esa intervención estadounidense provocó una sonrisa en el Kremlin. Ahora, Estados Unidos tendría que lidiar con las armas que entregó a los rebeldes afganos que lucharon con la invasión rusa hasta expulsarla, pero que ahora estarían apuntadas contra ellos mismos. Moscú sabía lo que era enfrentar a los afganos en sus montañas, que conocen a la perfección, y desde las cuales han defendido su territorio contra todo y todos. No pudieron los ingleses, no pudieron los rusos, y ahora, después de 20 años de intentarlo, tampoco pudieron los estadounidenses.

El Talibán sigue mandando en Afganistán, y ello mantiene al país anclado en el fanatismo, con un régimen teocrático medieval, donde las mujeres no pueden ni ir a la escuela. A estas alturas, queda claro que si esa parte del mundo se integra al avance civilizatorio, el cambio tendrá que venir desde dentro.

Esto no parece probable. La salida de las tropas estadounidenses deja a un gobierno de Afganistán sumamente débil. Hay negociaciones entre el gobierno y los talibanes, pero no avanzan, y el Talibán no parece tener prisa por llegar a acuerdos. Se colgarán la medalla de ser los autores de la expulsión de las tropas extranjeras, y se sublevarán de nuevo, borrando de un plumazo los pocos avances logrados en los derechos de la mujer.

Por lo que toca a Estados Unidos, extrañamente, este retiro ofrece a Biden la oportunidad de reenfocar sus esfuerzos en relaciones exteriores. La presencia militar de ese país en Afganistán siempre fue un serio irritante para las relaciones con Pakistán. Pakistán cooperaba con Estados Unidos, pero nunca con total apertura, y siempre cuidando sus intereses. Pakistán fue, y sigue siendo, refugio de muchos jefes tribales afganos, cada uno con su agenda.

El tema es delicado, porque Pakistán es un país nuclear, y vecino de India, otro país nuclear. El conflicto entre ambas naciones es un dolor de cabeza permanente para el mundo, en el que Estados Unidos ha podido influir para evitar una escalada que provoque un enfrentamiento militar. Eliminar la presencia estadounidense en Afganistán fortalece la presencia estadounidense en la región, y podría traducirse en una mejor relación de Estados Unidos con los actores políticos en la zona.

Sobre todo, podría combatir la narrativa china de que el liderazgo internacional de Estados Unidos se desmorona, si se toman acciones decisivas en el conflicto de Ucrania y el mar del sur de China. No es momento para que Biden exhiba debilidad.

COLUMNAS ANTERIORES

Prigozhin
El juicio

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.