Parteaguas

Estupefactos

El presidente desestimó a quienes le pidieron un plan congruente de reactivación económica con la crisis que se aproxima.

"Demagogia". "Una mañanera más". "Ya lo perdimos". "Qué triste". "Creí que sí cambiaría, soy un ingenuo". "Vamos solos". "No hay empatía".

Es una colección de respuestas que recibí en mi cuenta de Twitter ayer domingo, mientras redacté en esa plataforma las frases y lo que a mi juicio resultaba relevante del Informe de Gobierno de ayer.

El presidente Andrés Manuel López Obrador parece haber perdido conexión con una parte de los mexicanos, quizá con la mitad, a decir de las encuestas de aprobación en torno a su gobierno. Ese medio México está atónito, estupefacto. Pero permítanme contarles de Florencio.

Lo conocí al paso cuando un amigo lo vio a la orilla del camino en una zona alejada de la ciudad, en el campo. Desde el coche, él le dijo a Florencio, quien viajaba en una vieja bicicleta, que tenía trabajo duro en un terreno. Había que desmontar, cortar las matas bajas para dejar crecer los árboles.

Florencio dijo que él podía hacerlo a cambio de 150 pesos ¡150 pesos! y pronto sacó de su mochila una 'coa', una suerte de hoz muy filosa. Trabajó durante el día y después de unas tres horas obtuvo su pago. Me di cuenta de que mi amigo le dio un poco más dinero.

La relación entre ellos se intensificó durante los siguientes meses, hasta que Florencio dejó de contestar llamadas. Se ocupó. Conoció a un representante del programa Sembrando Vida y ahora recibe un poco más de dinero que el que le ofrecía mi amigo, además, trabajando en su propio terreno. Dice López Obrador que como él hay millones. Yo conozco ahora a unos cinco individuos en el caso de Florencio. Lucen contentos.

La brújula cambió de dirección con el nuevo gobierno apoyado por la mayoría. Dejó de apuntar al norte y ahora se fija en el sur en términos figurados y literales.

Eso puede tener beneficios para mucha gente como Florencio y sus nietos o su madre, pero implica un fenomenal impacto para millones de mexicanos.

Para los primeros, ayer el presidente hizo su intento real por saltar a la historia. Nadó contra corriente y se ciñó a su narrativa.

Desestimó a quienes le pidieron un plan congruente de reactivación económica con la crisis que se aproxima. Ellos solicitaron un plan similar al propuesto por otros mandatarios: créditos para todas las empresas, perdón fiscal para los contribuyentes, una fuerte apertura a la inversión privada… no. Nada de eso.

El argumento de AMLO se basó en la historia de que en el pasado los créditos o los rescates al sector financiero ampliaron la brecha entre ricos y pobres. Es parte del discurso que mantiene desde sus primeros textos.

Cuando el presidente se aproximó ayer a establecer una respuesta coyuntural su mensaje topó en algunas partes con la lógica: ¿Cómo ayudar a la golpeada industria del turismo reduciendo o eliminando los viáticos del gobierno? ¿Cómo colaborar con pequeños comercios informales y formales reduciendo salarios y eliminando los aguinaldos de subdirectores y directores en el gobierno? ¿Cómo usar el dinero disponible para producir más gasolina cuando no hay en dónde poner el combustóleo residual que ya generan las refinerías? Son asuntos prácticos que no caben en un discurso cuyo autor asume más sintético y profundo.

Como expuse aquí antes, Andrés Manuel López Obrador es un hombre que definió sus metas hace mucho tiempo y no cambiará su posición. La opción democrática es adaptar a las empresas mexicanas a la nueva situación.

Las empresas que sobrevivan, claro. El escenario actual con los mercados locales y de exportación casi cerrados, no ofrece muchas opciones.

El presidente prometió un plan de inversión en energía e infraestructura para esta semana. Algunos abrigarán esperanzas de traer de regreso algo de lo 'perdido'. Lo encomiable sería prepararse para una adaptación acelerada mediante la innovación... después de la estupefacción.

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