Parteaguas

¿Por qué lo mataron si metió gol?

La inteligencia artificial está capacitada para revisarse así misma y mejorarse; los humanos solo pueden curarse.

El chiste es viejo y no recuerdo a quién se lo escuché. Refiere el caso de una pareja que, antes de dormir, está viendo la tele.

Él no suelta el control, pero nada le resulta interesante, así que hace zapping, pica y pica el cambio de canal y va de un partido de futbol, a una novela, a una violenta película de acción, mientras ella, quieta, mira fijamente la pantalla, hasta que de pronto algo le provoca un ligero brinco y exclama: ¡Qué bárbaros! ¿Por qué lo mataron si metió gol?

Parece que nuestras agendas se han convertido en un zapping.

Antes de la pandemia las cosas se resolvían con llamadas, emails o juntas que requerían cruzar la ciudad o el país. En ciudades grandes, el día no alcanzaba para más de dos reuniones importantes al día.

Hoy, diez chats de WhatsApp que definen estrategias y cuatro juntas productivas vía Zoom o Google Meet, representan una agenda decente de lunes.

¿Tenemos capacidad para hacer tanto? Quizás no. Para eso llegó ChatGPT, que reduce los tiempos para hacer un email o el guion de una presentación de Power Point, analizar un documento en PDF y explicar sus conclusiones en cinco párrafos, o correlacionar datos tomados de una hoja de Excel (esto último parece magia).

Lo que antes tomaba una semana, ahora puede hacerse en tres días y eso deja espacio para hacer más, mucho más. ¿Porque de eso se trata, no? De hacer más. ¿Para qué? Ya veremos.

Las herramientas avanzan. Si nuestros padres se sorprendieron con el email; nosotros con el Messenger, WhatsApp y Slack; quienes apenas se integran a la oficina aprendían de cómo hacer pagos vía blockchain y ahora lidian con lo que pueden hacer con la IA (inteligencia artificial).

Porque no solo es ChatGPT, la herramienta poderosa que esta semana entró en disputa, ante la indefinición del director de OpenAI, la compañía que la creó. Elon Musk hace camino con Grock y Google intenta hacer algo inteligente con Bard.

Y de cada una de ellas, cada semana parece derivar una nueva herramienta que nos expone a la insatisfacción de saber que no vamos a conocerlas todas. Jamás. ¡Es mucho! ¿Por qué lo mataron si metió gol?

Todo lo anterior ocurrió mientras nosotros, los humanos, tuvimos el control. Pero cada vez hay más señales de que, como lo advirtió el historiador Yuval Noah Harari, ahora compartimos el mundo con una nueva inteligencia a la que sólo llamamos “artificial”, pero compite con la de aquél que sí tiene nombre: Homo Sapiens. No sigan leyendo, piensen unos segundos en eso.

A la IA podemos pedirle un video, sin escribir, ni hablarle, y lo hace. Lo más importante: la IA está capacitada para revisarse así misma y mejorarse. ChatGPT puede generar código para mejorar código.

Intenten con todo su cerebro cambiar su sistema biológico para dormir a diario dos horas en lugar de seis. Las computadoras ya pueden mejorarse, los humanos solo curarse.

¿Les da miedo? Parece que a algunos, sí. Ayer expuse el caso de Ilya Sutskever. Este experto en IA y miembro del consejo de OpenAI, inclinó la balanza en favor de la escandalosa destitución temporal de Sam Altman, como director de la compañía.

De acuerdo con The New York Times, su razonamiento estuvo basado en el miedo de lo que puede ocurrir con las nuevas herramientas de la empresa.

Finalmente se arrepintió y firmó una carta para el regreso definitivo de Altman.

Pero del otro lado, también estamos los optimistas que recordamos casos como el de Elon Musk que pensó que sus Tesla debían ser totalmente fabricados por robots, hasta darse cuenta de que algunos procesos los hacía él mismo mejor y más rápido con las manos. Echó a la basura muchos artefactos automáticos.

Los hechos son contundentes: ahora podemos tomar decisiones más rápido, más cosas son creadas aceleradamente y la llegada de la IA acelera el proceso. Es exponencial.

No hay paralelismos, pero sí algunas referencias históricas. El primer foco prendido, la primera llamada telefónica; la primera pantalla encendida; el primer iPhone.

Ahora, la primera ‘persona’ no humana. Conviene ocuparnos, ya he dicho aquí antes que la IA no va a sustituirnos, pero una persona que la use bien, sí.

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