¿Se acuerdan de cuando se hablaba de barriles de petróleo? Ahora vamos entendiendo de BTU, porque esto ya cobró seriedad.
Hay un dato: Empresas establecidas en Estados Unidos cobran en estos días 300 millones de dólares diarios por un negocio que no existía en 2015: la exportación de gas natural por barcos al mundo. Mucho de éste es producido por la vía del polémico fracking.
Solo como referencia, las exportaciones totales de Pemex de ese producto suman 100 mil dólares, por mes. Si bien de petróleo ofrece todavía algo a otros países, México no es exportador de esta mercancía de creciente demanda, por el contrario.
La guerra en Ucrania volteó el mundo y esa situación bélica puso a los vecinos en el lugar adecuado en el momento adecuado: desde 2016 arrancaron terminales costeras que tienen la capacidad de bajar la temperatura de gas hasta ‘licuarlo’ y meterlo en esferas de buques que cruzan los océanos para ser llevado a Europa y a Asia, regiones que no pueden ser debidamente atendidas hoy por los rusos.
México se situó en la posición más incómoda: en la de comprador de un producto que ahora medio mundo quiere, literalmente.
La administración de Enrique Peña Nieto minimizó las inversiones en Pemex y paralelamente su gobierno firmó contratos para que la CFE comprara gas natural por la vía de ductos conectados a los pozos de Texas, principalmente. Apostó a tener una vía de suministro de combustible económico, de largo plazo.
Pero ese plazo no duró mucho. Los precios detonaron desde un nivel de 2 dólares por millón de BTU hasta 8.82 dólares en los que cotizaba hasta ayer el Henry Hub, que es un punto de Louisiana al que van a dar montones de tubos llenos de hidrocarburos y que sirve como referencia para México.
La llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador supuso un cambio, el aumento de las inversiones en Pemex debió elevar la producción nacional de gas natural, pero por el contrario, ésta cayó ligeramente desde 2018.
Ahora, los mexicanos pelean por el mismo gas que quieren ingleses y alemanes en este 2022. Allá lo pagan en estos días a 30 dólares por millón de BTU, evidentemente hay interés de los estadounidenses en exportar a esa zona cada vez más.
¿El resultado? “Estados Unidos se convirtió en el mayor exportador mundial de gas natural licuado (LNG, en inglés) durante el primer semestre de 2022″, informó ayer la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
Las importaciones de GNL en la Unión Europea y el Reino Unido aumentaron 63 por ciento durante la primera mitad de 2022, dijo esa autoridad estadounidense.
La mayoría de las exportaciones de los vecinos se dirigieron a esa región.
Estados Unidos aporta 47 por ciento de los 14 mil 800 millones de pies cúbicos diarios de las importaciones totales de Europa, seguido de Qatar con 15 por ciento y Rusia con 14 por ciento.
¿Qué viene con este negocio en boom? Nuevas cuentas de las fábricas instaladas en México y que compran gas tanto para procesos industriales como para la producción de cemento o acero. Pongan atención a Vitro, a Cemex, a Holcim, a Ternium y a ArcelorMittal.
Esperen alzas de precios en productos de plástico hechos con moléculas del gas convertidas en etileno y más gastos para la CFE, que en el mediano o largo plazo terminará impactando las tarifas de electricidad que usamos para todo.
En sentido contrario y para los avezados, hay oportunidades de sustitución.
Los alemanes pagan hoy gas natural caro, pero naturalmente quieren escapar de la trampa de dependencia en la que se metieron. Siemens apuesta fuerte a tecnologías verdes como la eólica y el hidrógeno, en ánimo de reducir sus costos. Viene más producción de paneles solares y de baterías eléctricas.
Acá, el presidente López Obrador presume la próxima llegada de plantas de licuefacción en las que invierten firmas extranjeras, para que los estadounidenses puedan exportar también desde México. El mundo está dando maromas, que cada quien busque de dónde agarrarse.