Parteaguas

¿Por qué el petróleo está tan barato?

El repentino abaratamiento del crudo ha comenzado a notarse, y aunque el precio sigue siendo altísimo en comparación con los primeros días de la pandemia, poco a poco llega a la normalidad.

El dato desconcierta. El Brent, ese indicador del Reino Unido que sirve como referencia para el resto del petróleo del mundo, ayer cotizaba en 116 dólares por barril.

Entiendo que la mayoría de la gente refiere que ese precio es altísimo… claro, si se le compara con los días de confinamiento por la pandemia, cuando casi todos los coches estuvieron estacionados durante días. En abril de 2020, lo vendían a 39 dólares.

Pero aún el precio de este martes estuvo muy por debajo del récord de julio de 2008, cuando cotizó en 143 dólares; ya aplicada la inflación, al día de hoy representarían 192 dólares. Vaya, ese antiguo precio está todavía 65 por encima del actual, en términos reales.

¿Cómo es posible eso? Es decir, aunque la enfermedad persiste, los efectos de la pandemia en la economía han sido minimizados en el mundo. Los humanos buscan su ‘normalidad’.

En sentido contrario, la oferta de petróleo ha sido limitada por la absurda guerra que el ruso Vladimir Putin lanzó contra Ucrania. Hoy, Rusia y su vecino enfrentan obstáculos financieros o de meros envíos para vender gas, petróleo o sus derivados.

Rusia tiene capacidad para suministrar 10 por ciento de la producción mundial de crudo, su peso es mucho y solo está detrás de Estados Unidos y de Arabia.

Para subrayar el impacto sobre esa nación, esta semana, los líderes de la Unión Europea llegaron a un acuerdo para prohibir la mayoría de las importaciones de petróleo crudo y productos derivados de ese país.

¿Este bloqueo no debería estar generando un shock de oferta? Los precios internacionales han subido, sin duda, pero están lejos de marcar un récord histórico.

Un problema está en la demanda actual. China no está en su mejor momento y enfrenta la desaceleración, más porque cualquier brote de COVID-19, allá genera un pánico que automáticamente cierra fronteras.

Pero quizás hay algo más, relacionado con la perspectiva de consumo.

Los europeos temen un corte de suministro ruso desde hace al menos 10 años. Los problemas con su vecino no comenzaron con el conflicto actual. Funcionarios de Bruselas, capital regional, conversaban hace algunos años conmigo y otros periodistas mexicanos acerca de la amenaza que representa el gobierno de Putin para la estabilidad de ese continente. Unos meses después, Rusia tomó la península ucraniana de Crimea.

Por eso se prepararon sus vecinos. Piensen en las actividades de Alemania que apoya proyectos como el de la poderosa Siemens y la automotriz BMW, que estudian en Magallanes, Chile, la factibilidad del uso de hidrógeno para automóviles.

Más recientemente, las naciones ya estaban evitando el petróleo ruso, alterando los flujos globales de esta materia prima.

Las exportaciones de petróleo rusas ya se habían visto afectadas por algunos miembros de la UE que actuaron de forma preventiva, de acuerdo con la firma europea de datos de materias primas Kpler.

Hacia adelante, los planes son realmente ambiciosos. Durante la Reunión Anual del Foro Económico Mundial, en Davos, funcionarios de la Unión Europea fueron a presumir un proyecto de 220 mil millones de dólares para convertir el mar Mediterráneo en la fuente de energía más relevante del mundo.

No hablaron ahí de perforaciones petroleras, sino, otra vez, de hidrógeno. Una palabra recurrente es la ‘descarbonización’ requerida para reducir la presión sobre los ecosistemas en el planeta.

Hoy miércoles, el Banco de Pagos Internacionales (BIS), encabezado por Agustín Carstens, celebra su segunda reunión denominada ‘Green Swan’, en alusión a la llegada de eventos imprevistos y de dimensiones desconocidas, como consecuencia del cambio climático.

Este tema de ambientalistas brincó al escritorio de Christine Lagarde, del Banco Central Europeo, que resaltó un riesgo sistémico sobre el sector financiero que podría descapitalizarse por estos acontecimientos.

Por eso no es de sorprender que ni el petróleo, ni las acciones de Exxon o de BP estén en niveles récord. Con todo y una guerra de gran dimensión que bloqueó la oferta de crudo.

El autor es director general de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero.

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