Parteaguas

¿Deben de quedarse las oficinas en la CDMX?

El crecimiento de empresas nacionales con corporativos fuera de la Ciudad de México muestra que estar ahí no es indispensable.

La respuesta contundente es sí, para el sector financiero, por ejemplo. Deben estar cerca de Hacienda, de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y del cable más corto, literalmente, entre sus servidores y los búnkers que concentran las transacciones en la Bolsa.

Pero para quienes no trabajen en un banco, vale la pena recalcular esa lógica. Más, ahora que el ‘godinato’ regresa a la batalla por el elevador, justo cuando los –ahora dos– aeropuertos capitalinos exponen a clientes y proveedores a torturas que duran horas, literalmente.

Una poderosa razón: muchas cosas son más caras en la Ciudad de México. Lo saben.

¿Pero qué tan caro? Regus, la empresa dedicada a la comercialización de inmuebles para oficinas, puede dar una idea.

El precio del uso de sus instalaciones, por persona, alcanza 480 pesos en las de Prado Norte, muy cerca de Un Lugar de la Mancha, arbolado restaurante de Las Lomas, y de ‘El Dorito’, esa construcción que resguarda un sótano y un mezanine gourmet; su nombre oficial es Torre Virreyes.

En la sexy ciudad de Querétaro, la tarifa es de 150 pesos en un inmueble ubicado en la avenida Constituyentes. Cierto, ahí no hay un Aitana, pero los meseros del Puerta Grande pueden hacer los honores a quienes cierren un trato.

En otros días, la necesaria relación con el gobierno obligó a mantener una cercanía física con quienes procesan licencias, permisos, contratos.

Pero los menos eficientes del Ejecutivo Federal se han alejado por voluntad propia o por instrucción de su jefe. El diálogo que el presidente propone a mandatarios extranjeros del continente, lo descarta para foráneos y mexicanos que hacen negocios, a quienes –salvo por excepciones– califica de delincuentes, independientemente de su currículum.

Quienes sí hacen su trabajo todavía, funcionarios de carrera, se adaptaron a herramientas como el Zoom. A ellos pueden contactarlos desde Tijuana, si quieren.

Ante esta realidad, parece desvirtuarse la ventaja de mantenerse cerca, salvo quizás también para abogados que requieren de trabajar en procesos judiciales o claro, hábiles lobbistas que intentan hablar al oído a legisladores.

La descentralización incumplida aún detiene a muchos para salir de la Ciudad de México. Recuerden que para estas fechas, la Secretaría de Energía y Pemex deberían despachar en Tabasco y Campeche; incluso presencié una falsa inauguración de oficinas de Semarnat en Yucatán, para la cual adaptaron un despacho de una escondida instalación de la Conagua.

Pero el crecimiento de empresas nacionales con corporativos fuera de la Ciudad de México muestra que estar ahí no es indispensable.

Las regiomontanas son un ejemplo. El multifacético Grupo Alfa facturó el año pasado unos 15 mil millones de dólares y muchos de sus líderes siguen viviendo en Chipinque. Ricardo Dueñas, director general del grupo de aeropuertos OMA, ya hizo público su interés de detonar a Monterrey como un centro de actividades aéreas, a raíz del desastre en el centro nacional.

En otro punto geográfico, el modesto Grupo Bafar, presente en su salchichonería de confianza, ha quintuplicado sus ingresos desde su centro de operaciones cercano al Campestre del Bosque, en Chihuahua.

La gentrificación juega en contra de quien quiere una vida decente en la Ciudad de México. Vivir en la Condesa o en la Roma ha marginado a muchos que no reciben ingresos en dólares. Aquellos que ganan 15 mil pesos mensuales, enfrentan probablemente traslados de dos horas diarias a su centro de trabajo, lo que puede golpear su productividad.

El colapso que especialistas vaticinan en el espacio aéreo de la Ciudad de México no es muy distinto del de sus calles, hechas para otra era y sin dinero ni propuestas gubernamentales para cambiar su movilidad al ritmo que ésta requiere.

La economía ya se movió al smartphone. La inversión de Microsoft y Google para establecer infraestructura de servidores o de ‘nube’ en México, instalados por cierto fuera de la capital, supera los mil millones de dólares, lo que puede darles idea de la magnitud del crecimiento del tráfico nacional en internet. ¿Realmente necesitan la oficina de la Ciudad de México?

COLUMNAS ANTERIORES

¿A Carstens ya le gustó la Blockchain?
Una acción de Tesla vale 2 mil 700 pesos

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.