Parteaguas

Si del cielo te cae excremento...

La urea, uno de los principales químicos usados en la agricultura, es un derivado del gas natural y disparó su precio por la guerra en Ucrania.

La guerra en Ucrania provocada por Rusia acercó inesperadamente el negocio de Sergio Dabdoud al de las tortillas.

Él creció en Ciudad Obregón al lado de sus nueve hermanos y su padre comerciante.

En 2001, cuando iba a cumplir 30 años, este licenciado en comercio internacional ya se había acostumbrado a la libertad de trabajar en el campo y rentó tierras para trabajarlas… con tan buena suerte, que le salieron malas.

Él prefiere verlo así, porque resultaron infértiles a un punto tal, que debió trabajar en la producción justamente de fertilizantes… para su propio uso.

Tomó una parte importante de la materia prima de decenas de camiones que pasaban cerca del lugar, cargados de aves y de sus heces.

Combinó los ‘desechos’ animales con minerales como manganeso, zinc y boro, de fácil adquisición en el mercado. Los resultados de la mezcla tuvieron éxito en la producción agrícola de sus terrenos y luego en los de vecinos intrigados por los cambios.

El volumen de la demanda motivó la construcción de una planta de fabricación en 2014 en Ciudad Obregón y otra en Mexicali. Cada una tiene una capacidad de producción de 20 mil toneladas anuales de biofertilizantes complementados con componentes microbiológicos salidos de un laboratorio en Querétaro.

Actualmente los venden bajo marcas como Bida o Nutripel.

Grupo Dasa cuenta hoy con 80 empleados que se apuran a construir una tercera fábrica en Mérida, Yucatán. La oportunidad lo amerita.

La urea, uno de los principales químicos usados en la agricultura, es un derivado del gas natural y disparó su precio a partir de que los dos principales países productores del mundo entraron en guerra este año. La rusa Uralkali enfrenta más problemas que su reciente expulsión de la Fórmula 1.

El mercado luce desordenado. Bloomberg no había registrado en este siglo un precio de 900 dólares por tonelada como el que marcó la semana pasada este producto. Gente que sabe del negocio en México cuenta que su precio ha llegado a niveles de 24 mil pesos en el país.

Es un ingrediente que está en casi todo lo que produce la tierra. El maíz también, por supuesto. Éste lo comen las vacas, los pollos, cerdos y humanos, entre otros habitantes del planeta.

Las tortillas aumentaron su precio 18 por ciento respecto a febrero del año pasado, dice el Inegi. La gente se queja de pagar por cada kilo 15, 18 y más de 20 pesos… dependiendo de quién lo venda y su ubicación geográfica.

A ese producto le pegan por todos lados desde hace meses, incluso por el alza del acero que requiere su producción en esas máquinas rechinantes que todos han visto y cuyas piezas se desgastan continuamente.

Pero los biofertilizantes pueden ayudar. Sus precios de unos 12 mil pesos por tonelada y que antes estaban por arriba del mercado, ahora lucen mucho más accesibles, comparados con los químicos tradicionales.

Una prueba de eso está en el ascenso de 50 por ciento en el volumen de ventas que reporta Dasa, de Dabdoud, respecto al año pasado.

Con la planta que abrirá en Yucatán, su producción se acercará a 50 mil toneladas anuales, que alcanzan para una extensión de 25 mil toneladas de producción agrícola.

Existen unos 50 grupos productores de composta o biofertilizantes agremiados hoy en Ambio, la asociación relacionada con la actividad de la agricultura sustentable. Los de Dasa aseguran que están entre los productores medianos de estos insumos.

¿Su meta? Contribuir a la reducción del deterioro de los suelos con una fórmula en la producción nacional que contemple una mezcla de 50 por ciento de fertilizantes convencionales, con la otra mitad aportada por aquellos de procedencia biológica. Esa combinación, advierte Dabdoud, es eficiente.

Hoy los biofertilizantes representan un ahorro económico inmediato que a la larga se traducirá en un beneficio en dinero al prolongar indefinidamente el uso de suelos amenazados. Es la promesa.

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