Parteaguas

Destruyendo el NAFTA

El TMEC parece operar más por inercia que por convicción y claridad de metas sociales comunes entre las naciones que lo conforman.

México pertenece a una región que parece disolverse. Cargada de fallas, pero también de un récord de aciertos, esa zona de libre mercado conformada por Canadá, Estados Unidos y México, se fractura desde adentro. Vaya, ya ni se llama NAFTA.

La amenaza a la democracia de la región no solo existe en México, en donde Morena, el partido que llegó al poder justamente por la virtud de elecciones libres, ataca constantemente al Instituto Nacional Electoral con la intención de desaparecerlo sin proponer un aparato ciudadano que funcione mejor. Todo eso impacta a los negocios y a los trabajos de la gente.

Estados Unidos tiene sus propios fantasmas, pero la sorpresa es ver en Canadá el reflejo de algo que podríamos observar cualquier día en calzada de Tlalpan.

Eduardo del Buey es un diplomático canadiense retirado del servicio público en el que operó como portavoz del Secretario General de la ONU. Ahora vive en México.

Recientemente publicó un texto en inglés en La Jornada, en el que expuso así el problema en Ottawa:

“El movimiento canadiense parece haber sido infiltrado por elementos de extrema derecha de los Estados Unidos. Donald Trump expresó su fuerte apoyo al movimiento de camioneros en un mitin masivo la semana pasada y, de hecho, muchos de los fondos recaudados provienen de organizaciones de derecha del otro lado de la frontera”, denunció Del Buey. (https://bit.ly/3gGLriv)

“¿Qué se puede hacer? Se requiere una acción enérgica, si Canadá quiere evitar la trampa de la polarización y la división al estilo estadounidense. Para que la democracia funcione, los partidos políticos con posibilidades de ganar un alto cargo deben estar comprometidos con los principios democráticos y comprometidos con la defensa de la democracia.

“La bandera canadiense, que ondea junto a las banderas confederada, estadounidense y nazi, parece haber sido apropiada por los ocupantes como su marca. Esto debe terminar”, demandó en su texto el canadiense.

En México el gobierno ha dejado de actuar para poner orden en manifestaciones públicas que terminan dañando a inocentes. Es algo habitual. ¿Pero en Canadá?

Todo parece haber iniciado en 2016 con la elección del presidente Donald Trump en un triunfo cargado de irregularidades y de influencia externa.

Quienes habitan México, con justa razón podrían pensar que lo que pase allá es cosa de ellos y que nada de eso tiene que ver con su vida. Bien, cuenten cuántas plantas automotrices han sido instaladas en el país desde entonces. Hasta 2015 llegaban a un ritmo de 3 mil millones de dólares por año.

Recuerden cuánta gente potosina perdió una oportunidad de empleo cuando Ford canceló la construcción de una nueva fábrica, en cuanto Trump asumió la presidencia.

Esa fue la más visible, pero desde entonces, en días del presidente Enrique Peña Nieto, la inversión fija bruta en la nación viene de bajada y ahora se precipita. La pobreza se acumula entre quienes no consiguen trabajo u obtienen uno, pero de salario miserable.

Estados Unidos, motor de la economía continental, enfrenta problemas serios de choque entre el gobierno y sus líderes empresariales.

La fricción parece haber surgido luego de una propuesta del presidente Joe Biden para que pagaran con impuestos la remodelación del país. El cambio de sus aeropuertos viejos por nuevos; puentes, carreteras, equipos de telecomunicaciones…

La oposición al modo sugerido por Biden fue dramática y derivó en un achicamiento del proyecto que si bien dejará mejoras, redujo la dimensión de un alcance que habría transformado al vecino para competir con China, y a México le habría generado enormes oportunidades de negocio. La US Chamber of Commerce, máximo gremio empresarial de ese país, que apoyó a los demócratas en las pasadas elecciones, ahora deja en la incertidumbre –quizás en la indecisión– su tendencia partidista para la competencia electoral de este año.

El organismo similar en México, el debilitado CCE, renueva liderazgo en estos días, sin muestras claras de saber hacer en el país lo necesario para fomentar inversiones.

El poder de los gobiernos y de las empresas parece desdibujarse. Son ellos quienes defienden el TMEC, sustituto del NAFTA, un tratado comercial que ahora parece operar más por inercia, que por convicción y claridad de metas sociales comunes.

COLUMNAS ANTERIORES

La energía de Claudia
¿La Comer se ‘come’ a Soriana?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.