Parteaguas

Cobre ‘mata’ petróleo

Empresas y gobiernos persiguen un destino: el balance de cero emisiones de carbono. Eso requiere, entre otras cosas, menos gasolina y más electricidad, como la que conduce el cobre.

La pandemia no acaba todavía, pero la economía de un modo o de otro tocó fondo y comenzó de nuevo a subir cuando llegaron las vacunas.

Pero hay un escenario nuevo. Parece que el momento y quizás el futuro favorece más a Germán Larrea, de Southern Copper y Grupo México, que a Octavio Romero, en Pemex.

Ustedes, dependientes de insumos o adictos a las compras, demandan en conjunto comida, ropa, electrónicos… un montón de productos en un volumen muy superior a los peores días de encierro pandémico.

Esos productos requieren combustibles para ser transportados o contienen en muchos casos derivados del petróleo y en otros... cobre. Por esa razón, al menos desde el inicio del siglo, el precio de estas dos materias primas se movía a un ritmo similar, hasta que llegó 2020.

Esta ocasión, como no ocurrió en otras recuperaciones económicas, ese metal rojizo cayó menos que el petróleo al inicio del confinamiento y cuando vino esta relativa recuperación, su precio se distanció del crudo en los mercados internacionales.

La percepción es que para éste habrá una mayor demanda a largo plazo. El petróleo seguirá vendiéndose, pero el crecimiento actual de pedidos luce temporal, toda vez que parece haber pasado el momento de mayor consumo en la historia, ocurrido en 2019.

Es la conclusión de Paul Bodnar, director global de Inversión Sostenible en BlackRock, contenida en el informe de Perspectiva de Medio Año 2021 de éste, el mayor fondo de inversión de Estados Unidos, una enorme corporación que invierte el dinero de trabajadores y millonarios de ese país.

La razón está en la persecución por parte de empresas y gobiernos de un destino: el balance de cero emisiones de carbono. Eso requiere entre otras cosas menos gasolina y más electricidad, como la que conduce el cobre.

Para llegar al momento en que los países dejen de emitir carbono, dice Bodnar, hay un punto de inicio: el momento crítico actual en el que la temperatura promedio global subió 1.3 grados, lo que cambia la dinámica de lluvias, entre otras cosas; y un punto final e ‘ideal’, que es hasta ahora el de mantener ese incremento en el límite de 1.5 grados centígrados con respecto a la temperatura que gozó la gente en la era previa a la industrial.

Lo que es incierto es el camino que llevará a esa meta, apunta Bodnar, quien a nombre de Blackrock estableció en ese texto (https://bit.ly/3rzolz4) que la meta de cero emisiones será alcanzada y en el transcurso provocará un dinamismo acelerado del que no muchos parecen estar al tanto.

La lógica está en que es negocio. Hacer nada implicaría el aumento de riesgo y la pérdida en el valor de edificios, ductos, líneas de transmisión, carreteras y ciudades, mucho de lo cual está en poder del sector financiero.

Hacer inversiones con el propósito de contener el ascenso de la temperatura es en sí mismo un negocio gigante.

“El riesgo climático es riesgo de inversión y lo vemos como una oportunidad histórica de inversión al mismo tiempo”, advirtió en el citado documento Natalie Gill, estratega de portafolio, en el Instituto de Inversión de Blackrock.

Hoy los países petroleros producen menos crudo que antes de la pandemia. Debieron hacerlo justamente para provocar una escasez que elevara los precios durante esta incipiente recuperación.

Los productores de cobre, por el contrario, mantuvieron la marcha y están en boga.

Southern Copper, controlada por Germán Larrea, acumuló ventas récord por casi 10 mil millones de dólares durante los últimos 12 meses.

El valor de mercado de esta compañía poseedora de concesiones de minas en México y Sudamérica ya rebasó los 50 mil millones de dólares, una cifra sin precedentes que es 56 por ciento superior al momento previo a la pandemia, en 2019. Pemex, por el contrario, parece amenazada.

El autor es director general de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero.


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