En los próximos dos años, la inteligencia artificial (IA) no solo continuará revolucionando los procesos internos de las empresas, sino que también se convertirá en un factor decisivo para moldear su reputación y sus relaciones públicas. Las marcas deberán adaptar nuevas estrategias para el posicionamiento de contenidos y conocer cómo funcionan estos nuevos algoritmos, no bastará tener buenas relaciones con medios e influencers, como hasta ahora.
La automatización de la reputación
La primera gran transformación que veremos será la automatización de la gestión reputacional. Hoy ya existen softwares capaces de monitorear menciones en redes sociales y medios digitales en tiempo real, pero la IA dará un paso más: interpretará emociones, preverá tendencias de percepción y propondrá respuestas automáticas con un nivel de personalización sin precedentes. Para un director de comunicación, esto significa reaccionar en minutos ante una crisis que antes habría tardado horas o días en detectarse.
Sin embargo, esta inmediatez también traerá un riesgo: ¿qué pasa cuando las respuestas “inteligentes” de un algoritmo no captan el contexto cultural o político de una situación? Un error de sensibilidad no será percibido como un fallo técnico, sino como una falta de empatía de la empresa. La reputación, ese activo intangible tan frágil, puede venirse abajo por un tuit generado automáticamente sin la supervisión humana adecuada.
La era de la hipertransparencia
En paralelo, la IA está democratizando la capacidad de investigar, cruzar datos y exponer inconsistencias. Periodistas, activistas e incluso consumidores comunes podrán utilizar estas herramientas para auditar a las corporaciones en segundos: desde rastrear cadenas de suministro opacas hasta verificar si un discurso de sostenibilidad tiene respaldo real.
Esto implica que el relato corporativo ya no será propiedad exclusiva de los departamentos de comunicación. Cada afirmación podrá ser contrastada y desmontada con la misma rapidez con la que se publica. La consecuencia: una era de hipertransparencia en la que las empresas deberán aprender a convivir con un escrutinio constante y mucho más agudo que el de hoy. En este terreno, los discursos vacíos quedarán obsoletos, y solo la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace podrá sostener la confianza.
El dilema ético y la credibilidad
Otro punto crítico será la dimensión ética. Las compañías que usen IA para manipular narrativas, fabricar testimonios falsos o generar deepfakes positivos enfrentarán un boomerang reputacional inevitable. La tentación de maquillar la imagen corporativa con contenidos sintéticos puede parecer atractiva, pero bastará que se descubra un caso de manipulación para que toda la credibilidad de la marca quede en entredicho.
Al mismo tiempo, habrá sectores donde el uso responsable de la IA fortalecerá la reputación. Empresas que logren comunicar con transparencia cómo usan los algoritmos —para optimizar recursos, reducir su huella de carbono o personalizar la atención al cliente— podrán proyectar una imagen innovadora y responsable, siempre que acompañen la narrativa con prácticas verificables.
Relaciones públicas: del storytelling al storychecking
Las relaciones públicas empresariales ya no se limitarán a contar historias atractivas. En los próximos dos años se abrirá paso una nueva disciplina: el storychecking. Será indispensable anticipar qué aspectos de cada comunicado, campaña o informe pueden ser sometidos a verificación instantánea por parte de audiencias empoderadas con IA.
Los responsables de comunicación deberán trabajar con equipos interdisciplinarios —ingenieros, analistas de datos, expertos en narrativa y ética digital— para garantizar que cada mensaje resista el escrutinio. El viejo dicho “la mentira tiene patas cortas” nunca habrá sido tan literal: la IA acortará esas patas a centímetros.
Conclusión: la manera de construir reputación deberá de contemplar cómo funcionan las IA´s
El tip más importante es que los contenidos de donde las IA´s minan la información deberán ser contemplados en las estrategias de reputación de las empresas, no bastará con una buena relación con los medios, deberá ser más global y observar los contenidos que generan terceros a través de diversos canales digitales.
En este escenario, las compañías tendrán que elegir: usar la IA como muleta para sostener discursos frágiles, o como lupa para reforzar con coherencia lo que ya practican. La diferencia no es menor: en los próximos dos años, esa elección marcará la frontera entre marcas resilientes y corporaciones en caída libre. La reputación, al fin y al cabo, seguirá siendo humana, aunque los algoritmos quieran escribir su guion.
En otras latitudes digitales…
Entre las muchas cosas que discutió Donald Trump con el mandatario chino Xi Jinping, trascendió la referente a TikTok, donde se nos da a entender que Estados Unidos tiene intereses en comprar, la plataforma por medio de dos grandes billonarios: Rupert Murdoch y Michael Dell.
La lucha por tu atención e intereses es real e incluso es una cuestión de importancia geopolítica global.