Javier Murillo

No confíes en tu instinto

El enigma esencial que enfrentan hoy los ejecutivos, en un mundo con un volumen abrumador de datos e información, es cómo analizar más en menos tiempo.

En su nuevo libro, Seth Stephens-Davidowitz un excientífico de datos de Google, realizó experimentos con datos masivos, para responder a algunas de las preguntas más difíciles de contestar en la vida: “¿Qué variables nos pueden ayudar a predecir un matrimonio feliz?”, “¿Cómo te puedes hacer rico?”, y “¿Qué es lo que realmente nos hace felices?”.

“Puedes tomar mejores decisiones en la vida. El big data puede ayudarte”. Así comienza el libro de Stephens-Davidowitz: No Confíes en tu Instinto. La propuesta del autor va en contrasentido de la intuición, que ha sido la herramienta por excelencia de los principales líderes de la humanidad, e intenta ofrecer una alternativa confiable a la laboriosa recopilación, análisis de datos y toma de decisiones decisivas.

Entre más crecen en una organización, los altos directivos se sienten cada vez más seguros de que pueden confiar en sus instintos, sobre todo cuando hay que enfrentar decisiones complicadas. De hecho, una encuesta realizada en 2002 por Christian & Timbers, una firma de reclutamiento de altos puestos, revela que 45 por ciento de los ejecutivos confía más en el instinto que en los hechos y datos duros.

Dicen que vemos el mundo como somos y no como en realidad es, ya que lo que nosotros conocemos como realidad, es relativa a miles de hechos sustantivos relacionados con las personas que conforman nuestra comunidad. En este proceso de creación de nuestra materialidad personal vamos tomando decisiones, que según Stephens-Davidowitz se las podríamos preguntar a un tipo de oráculo tecnológico.

Ya he hablado en otras de mis columnas sobre este tema, incluso en alguna de ellas analicé los niveles en los que la inteligencia artificial ya intervino. En el caso del libro: No Confíes en tu Instinto nos lleva de vuelta al enigma esencial que enfrentan hoy los ejecutivos, en un mundo con un volumen abrumador de datos e información: ¿cómo analizar más en menos tiempo?

La respuesta a ese dilema parece estar también en la tecnología. El proceso para que cualquiera de nosotros tome decisiones no es muy diferente entre los individuos. Cuando existe un problema o circunstancia que requiere una solución, hay una serie de opciones que se pueden aplicar y que, en cuanto se apliquen, resultarán en un número determinado de escenarios. Una buena decisión aumenta la probabilidad de éxito, una mala la disminuye.

Imaginemos que en un futuro cercano tenemos en las aplicaciones que usamos un botón que se llame: ‘Asistente de decisión’, que al presionarlo nos sugiera opciones. O que funcione como si fuera el autocorrector de ortografía y gramática, que conforme vamos viviendo nuestra vida digital, nos va haciendo sugerencias con base en la ponderación de escenarios. Sería una tecnología bastante útil.

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