Escuché con atención y con emoción las palabras que dio mi querido amigo, Pepe Nassar, el licenciado José Luis Nassar Daw, al ser galardonado con el “Premio Nacional de Jurisprudencia” de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados. No solo lo hice como colega abogado, sino como alguien que le tiene estima genuina y afecto fraterno.
Por cierto: ¡Muchas felicidades, Pepe!
Debo decirlo, conozco a Pepe desde hace décadas. Lo vi formarse, ejercer, enseñar y plantarse como abogado y jurista. Por eso, sé que sus palabras no vienen de la nada, no es un discurso vacío, sino convicciones verdaderas y profundas. Ese discurso fue un llamado claro, necesario y valiente a los muchos abogados que han olvidado el sentido de la justicia, y un golpe directo a los muchos otros que se olvidaron de que su deber no es agradar, arrodillarse y “lamer las botas” del poder, sino contenerlo y hacerle frente al abuso.
Coincido plenamente con él: no estamos en tiempos de complacencias. El derecho, nuestra profesión, no es una insignia, no es un trofeo, no es un discurso ceremonial. No, el derecho es un límite, es la herramienta que tiene el abogado para plantarse, no para acomodarse.
Dicho lo anterior, también debo hablar con claridad sobre el cáncer que se vive dentro de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados. Porque mientras algunos pocos alzan la voz con dignidad, otros muchos se conforman con perfumes, reflectores y retórica de papel. Abogados estos que se dicen “defensores del Estado de derecho” solo cuando tienen garantía de que habrá un aplauso; abogados estos que presumen estar “colegiados”, que presumen ser “éticos”, que afirman tener un “compromiso” con el gremio, pero cuando un colega es perseguido, cuando otro abogado se vuelve objeto de venganza política, se desaparecen.
Colegas abogados, eso no es “abogacía”, eso no es “ética” ni “compromiso”. Eso es, tan solo, mero oportunismo.
La Barra Mexicana, Colegio de Abogados, como institución histórica, se creó con una misión real, con el objetivo de ser la defensa del derecho en México, pero también la defensa de los abogados ante el abuso de poder. Cuando esa misión se traiciona, no bastan los foros y medallas, se necesita unión y fuerza.
Es preocupante y vergonzoso, y lo digo sin medias tintas (como acostumbro), que una institución como esta haya sido encabezada por abogados sin dignidad, como sucedió con el expresidente Víctor Oléa Peláez, quien optó por alzar su pecho en el escenario y frente al reflector, pero, en la oscuridad, por debajo de la mesa, se prestó para denunciar, con hechos falsos y narrativas construidas para dañar y complacer al poder, a los colegas abogados que juró proteger. Eso no es error de criterio o estrategia de litigio, eso es tan solo bajeza humana e institucional.
No podemos hablar de dignidad profesional si representantes de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados, actúan en contra de ella. No podemos invocar la defensa de abogados, mientras los colegas “perfumados” colaboran para destruirla. La autoridad moral no se presume, se ejerce.
Por todo lo anterior es que se vuelve tan importante aquel discurso del licenciado José Luis Nassar Daw, porque recuerda lo que muchos han preferido ignorar, porque impulsa e incentiva a la abogacía que debe fungir como contrapeso.
A Pepe le digo, con afecto y respeto: No aflojes. Tu voz es necesaria, sigue incomodando con esa honestidad, y utiliza ese valor con el que diste tu discurso para desplazar, remover y evidenciar a esos “abogados perfumados”. No te olvides de que la historia no reconoce a los cómodos. Recuerda a todos aquellos que, cuando fue necesario, nos mantuvimos de pie, como cuando hace tantos años litigábamos y combatíamos las injusticias juntos con mi querido amigo, tu padre.
La abogacía mexicana no necesita más discursos vacíos. Necesita carácter, necesita representar al derecho en los momentos difíciles, no en los ceremoniales. Y por eso, apelando a la continuidad y la aplicación real de todo lo que se dijo en ese discurso, mi familia, mi despacho y yo, nos ponemos todos a la orden para defender a nuestros colegas, combatir el oportunismo e incomodar a todos aquellos que lastiman nuestra noble profesión.
Pepe, estamos contigo. Y convoco a todos aquellos abogados que perdieron la esperanza en nuestro gremio a unirnos y recuperar la fuerza que en algún momento tuvimos.