El fiscal de hierro

Tabasco: entre impunidad y silencio

Sin la actuación coordinada de Ricardo Sánchez Pérez del Pozo y Omar García Harfuch para castigar las omisiones de Javier May, el homicidio de Alejandro Gallegos quedará impune.

Lo que ocurre en Tabasco no requiere prólogo: las cifras, los muertos y el mutismo oficial describen mejor que cualquier metáfora la magnitud del desastre. El gobernador Javier May repite su supuesta “mano dura”, pero los hechos revelan otra cosa: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y La Barredora actúan a placer, mientras el Estado se limita a repartir culpas sin asumir responsabilidades, como ahora pretende con Hernán Bermúdez Requena, todavía sustraído de la acción de la justicia. Las patrullas circulan, las “narcomantas” se cuelgan frente al palacio y nadie es detenido.

El 25 de enero fue asesinado el periodista Alejandro Gallegos, quien investigaba el “huachicol” y la protección brindada por servidores públicos. El gobierno prometió resultados en 48 horas.

Han pasado seis meses y nada ha ocurrido. Esa carpeta de investigación está tan enterrada en un cajón que ya huele a impunidad. Mientras el gobernador se pavonea en sus conferencias, la Secretaría de Seguridad alega “falta de coordinación con la Federación” y la Fiscalía local se escuda en la “carga de trabajo”.

El mensaje es claro: no hay responsables y, si se piden respuestas, llega la censura. No nos engañemos: el ataque a periodistas no es casual ni un daño colateral; es un método de control que pretende mantener al pueblo desinformado de la cruda realidad: el Estado se ha convertido en extensión de la delincuencia. ¿Por qué otra razón maquillaría las estadísticas?

Extorsión, cobro de piso, “huachicoleo”, tráfico de migrantes, homicidios, delincuencia organizada, secuestros y el terrorismo cotidiano son hechos que el gobierno no solo conoce, sino que tolera o propicia. El Estado es ese testigo que rehúsa declarar y termina siendo promotor de la sangre.

Frente a esta crisis, cuatro acciones son urgentes e inaplazables: 1). Intervención federal inmediata y, en especial, un golpe de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la libertad de expresión de la Fiscalía General de la República; 2). Acción decidida del Secretario de Seguridad Pública Federal; 3). Exhibir y sancionar a los políticos estatales que han guardado silencio; y 4). Reconocer y proteger al periodismo fundamentado y valiente.

De lo contrario, reinará el caos. Sin la actuación coordinada de los licenciados Ricardo Sánchez Pérez del Pozo y Omar García Harfuch para castigar, aunque sea indirectamente, las omisiones de Javier May, el homicidio de Alejandro Gallegos quedará impune, Bermúdez Requena seguirá prófugo y las células de La Barredora y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) dictarán la ley en Tabasco.

A los periodistas les digo: informen con verdad, pruebas y sustento; respáldense entre colegas, familia y amigos; documenten con valentía y coraje. La mordaza no empieza con una ley, sino con la violencia normalizada. Hoy silencian reporteros; mañana callarán a toda la ciudadanía.

En fin, quien todavía dude de que Tabasco es cuna de impunidad solo necesita recordar a Gallegos, notar la ausencia de Bermúdez y constatar que las “narcomantas” gobiernan mejor que el propio palacio. El Estado está obligado a cerrar la herida de dolor y censura, pero nos corresponde exigirlo.

COLUMNAS ANTERIORES

Abogados perfumados
El derecho al agua contra la tentación autoritaria del Estado

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.