En el espejo de Washington

Una Norteamérica posible (primera parte)

La visita de Biden y Trudeau a nuestro país es un muy buen ejemplo para observar tanto el potencial que tenemos como la magnitud de lo que estamos desperdiciando.

Guido Lara

En el espejo de Washington

Norteamérica es una realidad objetiva y material, pero también una circunstancia social, histórica, económica y cultural. Es decir, algo que puede ser moldeado por nosotros más allá de la inevitable geografía.

El potencial de desarrollo y prosperidad son infinitos. Hacerlos realidad depende de crear y promover una visión de largo plazo para enfrentar los retos, aprovechar las oportunidades y también combatir las amenazas que tenemos en común los casi 500 millones de personas que vivimos en la región.

Una realidad con rostros y biografía. Según datos del censo 2020, en Estados Unidos vivimos 12 millones de mexicanos nacidos en México, un número equivalente a la población total de Colima, Baja California Sur, Campeche, Nayarit, Tlaxcala, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Quintana Roo.

Aunado a los sueños y esperanzas de todas estas personas, la dimensión de los intercambios es colosal tanto para lo bueno (exportaciones, inversión, turismo, radicación de empresas, intercambios culturales y educativos, empleos, etc.) como para lo malo (armas, drogas, crimen, daño al medio ambiente, migración desordenada, violaciones a los derechos humanos etc.).

La reciente visita de Joe Biden y Justin Trudeau a nuestro país es un muy buen ejemplo para observar tanto el potencial que tenemos como la magnitud de lo que estamos desperdiciando.

Codearse y tomarse la foto con los líderes de dos países que forman parte del G7 y que juntos generan 25 por ciento del total de la riqueza mundial sería la envidia para cualquier líder nacional que tuviera claro el universo de posibilidades que se abren para su país.

Lamentablemente, lo que atestiguamos, fue una crónica de un desperdicio anunciado. Si algo fue evidente fue la ausencia de una visión de largo plazo para avanzar en serio hacia el fortalecimiento de la región.

Lo sucedido se quedó muy corto y limitado en atender las preocupaciones coyunturales de los principales liderazgos para mal administrar los problemas del presente, pero poco o nada para construir un futuro de prosperidad.

Desde luego, una relación tan amplia y compleja requiere eliminar actitudes ingenuas, achicadas o entreguistas como sus opuestas de confrontación, miopía o desinterés.

Los intercambios regionales iniciaron un crecimiento exponencial a partir del primero de enero de 1994 cuando entró en vigor el North American Free Trade Agreement (NAFTA), mismo día que estalla la rebelión zapatista, claro anuncio de que los procesos de integración deben estar atentos a los diversos mundos y realidades que habitan al interior de las naciones.

Incrustado en las siglas del tratado se acuñó el concepto de Norteamérica, el cual no solo es una descripción geográfica sino una idea.

Idea que fue tachada y eliminada en el nombre del nuevo tratado donde la región desaparece y pasamos a un Tratado comercial de México, Estados Unidos y Canadá (o en inglés el United States-Mexico-Canada Agreement -USMCA) que ilustra el retroceso hacia nacionalismos desglobalizadores: ¿America first?

Sería bueno terminar ya de una vez con la mentalidad condensada en la frase de Porfirio Díaz: “pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Ser parte protagónica en Norteamérica no es una maldición sino todo lo contrario.

Otra frase problemática es aquella de que “la mejor política exterior es la política interior”. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significa para la gente? De la interpretación de esta frase se derivan dos tipos de implicaciones relevantes. Si la entendemos como un llamado al amurallamiento, a la cerrazón, a la desconexión con el mundo, a esgrimir un concepto de soberanía de otro siglo, flaco favor le estamos haciendo a los millones de mexicanos que dejan de recibir los frutos que la realidad norteamericana nos puede ofrecer.

Si la entendemos como un llamado a que la política sirva para atraer beneficios de la globalización a nuestro país y a nuestra gente, puede ser muy positiva. De ser así, tenemos un universo de pendientes para construir una política exterior que de verdad sirva a todos los mexicanos y no a una agenda de poder particular.

El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

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