En el espejo de Washington

No estamos al borde de la III guerra mundial, pero…

A Vladimir Putin el Estado de derecho y la democracia no le interesan, solo le estorban. Lo que quiere es reconstruir el imperio ruso, tal es su peligroso sueño de grandeza.

¿Estamos al borde de la III guerra mundial? No, pero solo escribirlo pone los pelos de punta.

La mayoría de las personas que están en los círculos de inteligencia en Washington y Bruselas están tratando de evitar que la conversación pública se coloque en ese marco, de la misma manera que no les gusta que se empiece a hablar de una nueva ‘guerra fría’.

El gran poder de Vladimir Putin radica en comandar una potencia nuclear con ambiciones de conquista y restauración que solo responde a la voluntad autoritaria de un solo hombre.

Rusia no es una potencia económica, pero tiene un arsenal con más de seis mil ojivas nucleares.

Este temor al peor escenario es lo que explica por qué la Casa Blanca y un numeroso grupo de representantes y senadores no han dado el gran paso de ayudar a Ucrania para cerrar el espacio aéreo y así disminuir la letalidad de los ataques rusos.

Vladimir Putin está llenando Ucrania de bombas, destrucción y desolación como ya lo hizo en Chechenia y en Siria. Por eso Zelenski, el heroico y cautivador presidente ucraniano, les solicitó abiertamente su intervención (si algo han hecho bien los ucranianos es saber pedir muy bien la ayuda que requieren).

Sin embargo, le respondieron que, aunque seguirá habiendo importantes apoyos, escalar hacia una posible confrontación directa entre la OTAN y Rusia es una línea roja que no se desea traspasar.

En años anteriores los ataques aéreos rusos fueron devastadores en Chechenia y Siria. Por eso el presidente ucraniano clama por la creación de una zona de exclusión aérea, que impida que puedan ser bombardeados con tal tranquilidad, alevosía y ventaja.

Esa es una de las grandes líneas rojas que no se quieren cruzar porque implicaría que, de alguna u otra manera, la OTAN interviniera y eso es muy peligroso.

Por un lado, Occidente está evitando escalar la guerra nuclear y por el otro, Putin también debería hacerlo. Llevarla a esos terrenos lo debilitaría porque ahí se intercambiarían los roles y los equilibrios de fuerza. La OTAN es más poderosa que el Ejército ruso, incluye potencias nucleares como Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

Esto no le conviene a Vladimir Putin ni a nadie en el planeta. Todos perderíamos con una conflagración así.

A Putin el Estado de derecho y la democracia no le interesan, solo le estorban. Lo que quiere es reconstruir el imperio ruso, tal es su peligroso sueño de grandeza.

La ventaja que tiene Putin contra Occidente es que a él la opinión pública lo tiene sin cuidado, tiene dominadas las elecciones, no tiene las incomodidades de la democracia y acá en occidente cada llanto, muerte o foto de bebé masacrado tiene mucho impacto. Es muy diferente el cristal con que se mira el mismo fenómeno.

No es previsible un pronto final del conflicto. Desafortunadamente Putin va a aguantar, ya jugó con toda la apuesta de la fuerza, de la demolición, tiene controlado a su pueblo y los resortes reales de poder en su país. Tiene una sangre fría, polar. No le importa el desgaste, va a jugar a obtener lo más que pueda, no es imaginable detener la agresión y retirarse con una mínima ganancia.

Los círculos de inteligencia lo consideran osado y asesino, pero no suicida. De otra forma no tendría sus kilométricas mesas que le sirven para alejarse del peligro y mostrarse infinitamente distante. Aunque es imaginable que ni a él ni a nadie le interese llegar a una guerra nuclear como el plan A de su estrategia, lo cierto es que la guerra es por excelencia el terreno de lo imprevisto.

El mismo Putin lo acaba de atestiguar ante el fracaso de lo que pensó sería una fácil toma del poder en Ucrania, descabezar al gobierno, poner a un títere y ser aclamado por el supuesto corazón prorruso de los ucranianos. No fue así, para nada.

Lamentablemente estamos viendo los primeros días de lo que va a marcar el futuro de la humanidad en este siglo. La guerra de Ucrania es el primer capítulo de algo con lo que ya vamos a vivir hasta que el destino nos alcance, las reverberaciones no solo serán de años sino de décadas, pues prefiguran acomodos telúricos que desembocarán en un nuevo orden, ¿o desorden mundial?

Por lo tanto, tenemos el gran dilema de hasta dónde y con qué fuerzas se debe resistir a Rusia. Las voces provenientes de personajes rusos que se le han opuesto directa y frontalmente nos alertan de que Putin siempre se rige por la ley del más fuerte y suele proceder como un matón.

¿Qué sacrificios implica para el mundo occidental contener esos deseos de grandeza?

¿Qué vamos a hacer para impedir que este imperio ruso se salga con la suya anexándose a Ucrania y poniendo realmente en vilo la estabilidad de Europa y del mundo?

¿Qué podemos hacer los mexicanos? ¿Qué podemos hacer tú y yo?

El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

Guido Lara

Guido Lara

CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

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