En el espejo de Washington

Más ciencia, menos obediencia

La ciencia, para serlo, tiene que ser crítica, plural, experimental y abierta; de lo contrario no es ciencia. Y el pensamiento científico se expone a la realidad y se compromete con la verdad.

Con reconocimiento y solidaridad a la comunidad del CIDE.

¡¡Mááááás ciencia, menos obediencia!! es un grito que retumbó durante la marcha de la comunidad de alumnos, profesores y trabajadores del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

Comunidad que está resistiendo los embates destructivos de una administración guiada por una agenda hiperideologizada contra la ‘ciencia neoliberal’ y a favor del pensamiento único.

Si en un grupo, organización o partido todos ‘piensan igual’, eso quiere decir que uno está pensando y los demás solo obedecen.

La ciencia, para serlo, tiene que ser crítica, plural, experimental y abierta (de lo contrario no es ciencia). El pensamiento científico se expone a la realidad y se compromete con la verdad, aunque ésta sea temporal y escurridiza.

Vivimos en tiempos donde las certezas se desvanecen y cuando el modelo de hegemonía basada en el capitalismo (economía) y democracia (política) está siendo cuestionado de raíz en todo el planeta.

Comprensiblemente cuestionada la fórmula de capitalismo más democracia que hemos vivido hasta ahora, ha excluido de sus frutos (económicos) y de su representación (política) a las grandes mayorías.

Exclusión que impulsa un búmeran antisistema que intenta demoler el edificio, sin embargo, tanto el capitalismo, como la democracia, tienen la virtud de incluir el cambio y la reforma dentro de su esencia.

Las universidades y centros de pensamiento son un baluarte contra la exigencia de lealtad ciega (no es bueno ‘militarizar el pensamiento’). Los embates injustos contra el CIDE, el despropósito de acusar de delincuencia organizada a 31 científicos y la suicida descalificación a la UNAM, son señales ominosas.

Por el bien de todos, primero la ciencia. Muy distinto y catastrófico hubiera sido el destino de nuestra especie si nos hubiéramos quedado con la irresponsabilidad de tantos políticos (cloro, pastillas para desparasitar, estampitas religiosas o, ya entrados en gastos, un buen mole de guajolote).

La historia de la humanidad ha tenido un punto de inflexión gracias al tiempo récord en el que las vacunas han picado los brazos de media humanidad (no es metáfora). Hoy 4.35 mil millones de personas han recibido ya al menos una dosis, lo cual equivale a 57 por ciento de la población mundial.

Sólo han pasado 364 días desde el 11 de diciembre de 2020 la FDA aprobó la aplicación de la primera vacuna –Pfizer-BioNTech– para ser distribuida en Estados Unidos. Apenas hace dos años el virus empezaba a causar estragos en el lejano Wuhan.

Como ha subrayado Yuval Harari “los científicos nos dieron las herramientas para detener las epidemias, pero los políticos son quienes toman las decisiones sobre cómo usarlas (…) No apareció ningún liderazgo global para detener el desastre. Las herramientas estaban ahí”.

También por razones políticas la distribución de vacunas está siendo totalmente desigual. A la cabeza marchan países como Emiratos Árabes Unidos o Singapur con 90 por ciento de la población vacunada, países a media tabla como México con 51 por ciento o naciones donde no llegan siquiera al 1.0 por ciento como el Congo o Burundi (campo fértil para nuevas variantes).

La falta de confianza en las instituciones, la explosión de paranoias colectivas, las suicidas e irresponsables defensas de la libertad individual por encima del bienestar propio y colectivo son también aceleradores de la pandemia.

La información confusa, contradictoria o sesgada también mata. Las batallas y guerras del siglo XXI incluyen fuertes cargas virales de desinformación. Por eso Rusia y Estados Unidos son los dos países con mayor porcentaje de ciudadanos reticentes a vacunarse, saldos subyacentes de las batallas de desinformación sistemáticas.

Rusia, la principal potencia desinformadora del planeta, tiene 37 por ciento de su población sin quererse vacunar (14 por ciento con dudas y 23 por ciento con rechazo) y Estados Unidos a un 27 por ciento (9 y 18 por ciento, respectivamente) conforme a los datos publicados por la encuestadora Morning Consult https://morningconsult.com/global-vaccine-tracking/. En nuestro país un 8 por ciento de los mexicanos tiene dudas o de plano rechaza vacunarse.

Gracias a la ciencia (vacunas, medicamentos antivirales, protocolos) es que la pandemia ya no es lo que era y en el ánimo social se siente el renacer de los deseos y las esperanzas.

La luz al final del túnel nos la ha traído la ciencia, una ciencia sin adjetivos, sin etiquetas, sin prejuicios.

El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

Guido Lara

Guido Lara

CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.

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