Perspectiva Global

‘Nearshoring’ en México, una realidad

México se está beneficiando del acercamiento de las líneas de producción a los países desarrollados, particularmente a Estados Unidos.

Desde el año pasado he comentado que la megatendencia global conocida como nearshoring es una realidad en México. No hay que esperar a que llegue. Pero antes de argumentar al respecto, quisiera comentar sobre lo que significa esta palabra proveniente del vocablo inglés. Confieso que no he encontrado una traducción idónea para la palabra nearshoring. Sabemos que near significa ‘cerca’ y shoring viene de la palabra shore, que significa ‘costa’. Algunos le han llamado ‘relocalización’. Sin embargo, considero que esta palabra se queda corta en torno a lo que se refiere, sobre todo porque no incorpora el tema de ‘cercanía’, que me parece clave. El sitio de Internet www.globalnegotiator.com define nearshoring como “la relocalización de procesos de negocios a un país cercano, en el que las empresas se benefician de las diferentes dimensiones del concepto de proximidad, ya sea geográfica, de huso horario, cultural, de idioma, económica, política o inclusive, histórica”. De hecho, nearshoring también se le conoce como reshoring y después de la invasión rusa a Ucrania, también se le ha llegado a denominar friendshoring, enfatizando el tema ‘amistoso’ (friend, amigo en inglés). Entonces, no solo es proximidad geográfica, pero no hay duda de que es la más relevante y que una palabra en español que se quiera utilizar para referirse al nearshoring debería tener incorporada la proximidad.

Para algunos, el nearshoring no es una nueva tendencia global, sino un término de moda para referirse a un fenómeno que ha estado ocurriendo por muchos años. Para quienes piensan esto, el nearshoring es simplemente lo que hizo que México se beneficiara de la ola de globalización que inició en 1989 con la caída del Muro de Berlín, en conjunción con la negociación, firma e instrumentación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Esto no es así. La globalización propició una tendencia global inversa al nearshoring llamada offshoring. El offshoring consiste en llevar las líneas de producción del país en donde se originó una empresa a lugares en donde la lejanía deja de ser el aspecto más relevante, con tal de lograr bajos costos de producción, ya sea por mano de obra ‘barata’, cercanía de los insumos, acceso a grandes extensiones de tierra a menores precios o inclusive ventajas fiscales. Cabe destacar que el offshoring se fundamentaba en los procesos just in time (justo a tiempo), en donde se minimizaba la acumulación de inventarios.

En contraste, el nearshoring es lo contrario al offshoring y significa mudar las líneas de producción de países presumiblemente lejanos, cuyos gobiernos de alguna manera obstaculizan el comercio internacional, no protegen la propiedad intelectual o ya no son amistosos con los países sede de las empresas o con los países en donde se encuentran los grandes centros de consumo. Este último aspecto (i.e. ‘no amistoso’), se torna muy relevante porque modifica los procesos de toma de decisión de las empresas, de un raciocinio económico-financiero a consideraciones de seguridad nacional. En cuanto al tema de inventarios, en el nearshoring se desea tener los insumos cerca de las fábricas y las fábricas cerca de los centros de consumo. Esto implica integración de las cadenas de producción a sus diferentes niveles, en lugares más cercanos y se privilegia la acumulación de inventarios. Es decir, se pasa del just in time al just in case (por si acaso). Así, México se benefició del offshoring cuando las empresas de países desarrollados mudaron sus fábricas a otros países –casi todos en el mundo emergente–, con ventajas de mano de obra, etc., y ahora México se está beneficiando del acercamiento de las líneas de producción a los países desarrollados, particularmente a Estados Unidos.

Considero que el nearshoring ya es una realidad para México, desde tres aristas: (1) México cuenta con las características para que las empresas estadounidenses o las de otros lugares del mundo que desean vender su producto en EU lleven a cabo su inversión; (2) los datos de la Inversión Extranjera Directa (IED) ya muestran nearshoring, tanto en el número per se, como en el detalle, particularmente en la división entre ‘reinversión de utilidades’ y ‘nuevas inversiones’; y (3) la evidencia anecdótica de los empresarios que se dedican al desarrollo de parques industriales en México, que prácticamente ‘no se dan abasto’ con el trabajo que les ha llegado en los últimos 18 meses.

En cuanto a la IED, la semana pasada la Secretaría de Economía publicó su reporte para el tercer trimestre de 2022. La Inversión Extranjera Directa se elevó a 32.1 miles de millones de dólares en lo que va del año (del primer al tercer trimestre de 2022), el nivel más alto que hemos observado para un periodo similar desde 1999. Asimismo, es mayor que los 26.6 mmdd (miles de millones de dólares) promedio de 1999 a la fecha (excluyendo 2013 como observación atípica). Considero que el nearshoring es todavía más evidente cuando se observa el detalle entre ‘reinversión de utilidades’ –cuya participación estuvo creciendo por más de una década, y que llegó a ubicarse en 80 por ciento–, y ‘nuevas inversiones’, cuya participación se fue haciendo marginal a través de los años. La gran diferencia ahora es que las ‘nuevas inversiones’ representaron cerca de 50 por ciento de la IED desde el año pasado.

* El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.

* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.

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