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La guerra que viene

"López Obrador abrió la Caja de Pandora migratoria. Ya comenzamos a sentir los efectos, primero con Trump y luego será con los grupos criminales", advierte Fernando García Ramírez.

Al comienzo de su gobierno, con la confianza intacta de quien no sabe en qué se está metiendo, el Presidente dio señales de que la frontera sur estaba abierta: los migrantes aquí encontrarían trabajo y/o facilidades para llegar a Estados Unidos. No dudo de la buena fe de su ofrecimiento. Dudo de que haya medido el alcance de sus palabras. Una más de las ocurrencias que en su entorno nadie le cuestiona. Una más de las ocurrencias que sus muchos simpatizantes vitorean. Una más de las ocurrencias que la oposición (¿?) no sabe rebatir ni desmontar a tiempo. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.

El flujo de migrantes de paso hacia el norte (lo del trabajo en México era sólo una entelequia) se incrementó dramáticamente: de 60 mil personas que llegaron a Estados Unidos en octubre de 2018 se pasó a 144 mil en mayo de este año. Este aumento no se explica solamente por las políticas migratorias más flexibles del gobierno de López Obrador (el nuevo "periodo especial" en Cuba, la crisis permanente en Venezuela, la violencia en Honduras), pero sin duda ha sido un factor de peso en el incremento de los migrantes. La situación finalmente explotó hace unas semanas con la amenaza de Trump de imponer aranceles crecientes a México a menos que disminuyera el flujo de personas y que sirviéremos a Estados Unidos de "tercer país seguro". Con todos los indicadores económicos a la baja, el gobierno mexicano negoció contra las cuerdas y acabamos por aceptar lo inaceptable. El gran triunfo del canciller Ebrard consistió en posponer un poco la decisión tomada en Washington.

En esta coyuntura nos encontramos. En el umbral de una situación inédita, potencialmente explosiva. Por un lado, el arribo a México de decenas de miles de migrantes deportados de Estados Unidos a los que tendremos que albergar, alimentar y controlar. Por el otro, consecuencia indirecta de la vigilancia por parte de 6 mil elementos de la Guardia Nacional en los 240 kilómetros de frontera con Guatemala, el recrudecimiento de la violencia que generará el crimen organizado al ser afectados sus dos negocios más lucrativos: el tráfico de drogas y el de personas.

No lo queremos ver (ni López Obrador ni Ebrard han dicho una sola palabra al respecto), pero estamos ante el inicio de una nueva guerra: feroz, muy sangrienta y sin visos de solución. Si relajamos la vigilancia en la frontera sur, Estados Unidos nos impondrá sanciones. Si intentamos sellarla, los grupos criminales dedicados al tráfico de personas (Los Zetas; los Rojos, La Familia Michoacana, Guerreros Unidos, Los Templarios, el Cártel Jalisco Nueva Generación, para sólo mencionar algunos de los más de 50 grupos que actúan en la frontera sur) no se quedarán cruzados de brazos. Eso sin tomar en cuenta a los grupos dedicados a trasladar cocaína desde Sudamérica hasta Estados Unidos: el 80% de ese tráfico pasa por la frontera sur de México.

No se trata de los polleros de antes sino de poderosas redes criminales, cuyas ganancias ascienden a centenares de millones de pesos anuales. "Se están internando a México –por aire, utilizando aeronaves grandes y pistas clandestinas– migrantes de la India, Pakistán y Bangladesh. Llegan también africanos y cubanos", escribió recientemente Jorge Suárez Vélez (Reforma, 14.Junio.19). La terrible violencia que durante años hemos visto en el norte de México se a trasladar al sur. Poco servirán las becas del nuevo gobierno, los nuevos sicarios provendrán de las filas de migrantes centroamericanos.

¿Cómo vamos a enfrentar esta situación? El gobierno enviará a la frontera a miles de elementos de la Guardia Nacional, con un nuevo protocolo en Derechos Humanos para lidiar con los migrantes, pero con los métodos de antes (la Guardia Nacional es el Ejército mexicano apenas maquillado) para combatir al crimen organizado, donde lo que ha primado es la alta letalidad. Una Guardia Nacional sin el entrenamiento adecuado, sin infraestructura, sin logística. Vivimos el preámbulo de una guerra anunciada.

López Obrador abrió la Caja de Pandora migratoria. Ya comenzamos a sentir los efectos, primero con Trump y luego será con los grupos criminales. El Presidente no aprende de sus errores. Ahora dice que hay que dar buen trato a "todos los seres del Universo".

No habrá abrazos sino balazos. Mutilados, desollados, desaparecidos, acribillados, viudas, huérfanos, derechos humanos pisoteados, comunidades pobres enfrentadas a un nuevo tipo de violencia. ¿Cómo reaccionarán las zonas zapatistas? No digo que sea el caso, pero en Colombia se tejieron alianzas entre los guerrilleros y los narcotraficantes que aún perduran. No estamos listos (nunca nadie lo está) para esta nueva guerra. No veo cómo puede dejar de ocurrir. Para agravar la situación: no ratificamos la Iniciativa Mérida. La sociedad está dividida. La economía muy cercana a la recesión. ¿Cómo podremos enfrentar lo que viene?

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