Leer es poder

Gobierno inepto o eficaz

Con la presentación del programa de apoyo para enfrentar la contingencia el gobierno ha hecho su apuesta: o flota o se hunde.

En unas cuantas semanas sabremos de manera inobjetable si padecemos un gobierno irresponsable o si gozamos de un gobierno maduro y competente. Los resultados serán a simple vista tan palpables que no quedará la menor duda respecto a un punto que divide a la sociedad mexicana: ¿tenemos un gobierno inepto o eficaz? ¿Veremos hospitales saturados en condiciones terribles y muertos en las calles, o un sistema eficiente de control de la pandemia? Con el irrestricto apoyo presidencial a los programas sociales, ¿veremos una economía que a ojos vistas se deprime o la aparición de una boyante economía popular que nos permitirá crecer al 2 por ciento?

Con la presentación del programa de apoyo para enfrentar la contingencia el gobierno ha hecho su apuesta: o flota o se hunde. Cierto que si se hunde no va a aceptar responsabilidad alguna. "Lo hubiéramos hecho fantástico, pero nos dejaron un sistema de salud de porquería". Y en parte tendrán razón. Culpará (con más virulencia si el desastre es mayor) a todos sus enemigos, los adversarios de siempre: conservadores, medios, empresarios, intelectuales, a los que se han añadido científicos, feministas, artistas, etcétera. Sabemos desde ahora que aceptar sus errores no figura como una de las cualidades del presidente. Sabemos ya que adoptará el papel de víctima mientras señala a los fantasmas del golpe de Estado que ha fraguado su imaginación.

Hace pocos días arremetió el presidente en La Rumorosa contra los molinos de viento, los generadores de energía eólica. Nos recordó la historia del hidalgo que de tanto leer sobre las andanzas y desventuras de Francisco Madero se le secó el cerebro y ahora se figura que vive su propia decena trágica. De ahí viene lo de 'prensa fifí', que designa a aquellos periodistas que se burlaron y criticaron al Apóstol de la Democracia mientras Huerta y sus aliados planeaban arrebatarle el poder. Madero cometió un error, escribió el presidente en el extenso prólogo para el libro maderista de su esposa: no supo establecer una conexión efectiva con el pueblo, ni supo tender lazos de lealtad con el Ejército. Nuestro Quijote en Palacio, prevenido, decidió establecer esa indispensable conexión popular, no basado en su carisma ni en sus dotes de orador, sino en el simple reparto de dinero. Decenas de millones de personas reciben un pago en efectivo. Llegamos así al núcleo duro de la política social del gobierno: yo te regalo dinero y tú me apoyas, porque en la medida en que lo hagas vas a seguir recibiendo ese dinero. En cuanto al Ejército. El presidente sabe que hay un sector de generales (que ya se manifestó hace algunos meses) indispuesto y que el saludo deferente a la madre del Chapo no debió granjearle entre ellos mayores simpatías. Para no caer en el error que perdió a Madero el presidente anunció hace poco la creación de una empresa dirigida por militares que se encargará de explotar comercialmente el aeropuerto de Santa Lucía. De nuevo estamos en el grado cero de la política. Dinero a cambio de apoyo. Porque nosotros no somos iguales. Cosas de la cuatro té.

Al menos una lección nos ha dejado la tan temida pandemia: López Obrador no es el líder que el país necesita. Demostró por años que es el líder de su facción. Poco más que eso. No sabe llamar a la unidad porque lo suyo es dividir. Resultaría cómico si no fuera en verdad patético que en el mismo discurso en el que pide la unidad entre los mexicanos no deje de zarandear a sus 'adversarios'. Un líder lo es de todos: de los trabajadores y de los empresarios, de hombres y mujeres, de urbanitas y campesinos. López Obrador desde hace tiempo eligió hablarle sólo a los suyos a través de los paleros con los que nutre sus mañaneras, a los que le toleran sus mentiras de los otros datos, a los que le celebran sus faltas de lenguaje. El presidente no sabe comportarse en una crisis, mejor delegar la responsabilidad a Marcelo Ebrard.

Como Trump, dilató López Obrador en aplicar medidas. Como Trump, subestimó la pandemia. Como Trump, contradice y pervierte las recomendaciones de las autoridades de salud. No me voy a poner cubrebocas, dice Trump. No me voy a poner gel antibacterial, dice el presidente. Los unen tantas cosas. Una extraña conjunción de dos destinos y una misma fe populista. El virus golpeará con furia a los Estados Unidos (calculan más de cien mil muertos en las próximas semanas) mientras que en México preferimos no hacer esos cálculos, confiados en el aura protectora ("detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo") de nuestro precario presidente providencial.

Llegamos a uno de los peores momentos de nuestra historia con el presidente peor equipado para enfrentar una emergencia. O quizá no. A lo mejor tenemos genes diferentes y nuestra fortaleza es la familia, como cree el presidente. Lo que en realidad se aproxima es el terrible paso de una pandemia que arrojará centenares o miles de muertos. Tragedia que por alguna extraña e insondable razón al presidente le viene como anillo al dedo.

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