Leer es poder

El voto del miedo

Estamos aún en democracia porque hay incertidumbre en la elección, porque es posible que el partido en el poder pueda perder, por el voto del miedo.

Hay democracia si existe incertidumbre respecto al resultado de la elección. A pesar de que el oficialismo presume una ventaja inalcanzable, se comporta como si le fueran pisando los talones o hubiera empate. Su falsa seguridad, tachonada de actos desesperados, habla de incertidumbre en el partido oficial e igual incertidumbre en la oposición porque, aunque los números de las encuestas le son adversos, confían en un inmenso voto de reserva, el voto que no se atrevió a manifestarse en las encuestas por miedo de alguna represalia en las ayudas que recibe, el voto del miedo.

Para entender cabalmente este tipo de miedo a manifestar públicamente el sentido del voto, se debe tomar en cuenta que la presente es una “elección de Estado”. Desde el presidente de la República —pasando por gobernadores, superdelegados, diputados federales y locales, senadores—, hasta el último ‘siervo de la nación’, están abocados a ganar la elección para conservar el statu quo morenista. Volvimos a los tiempos del PRI donde el partido y el gobierno se fundían para entronizar al candidato designado por el presidente. En la ‘cuarta transformación’ todo cambió para que no cambiara nada.

Otra definición de democracia dice que es un sistema en donde es posible que el partido en el poder pueda perder las elecciones. Estamos aún en democracia porque hay incertidumbre en la elección, porque es posible que el partido en el poder pueda perder, por el voto del miedo.

Qué curioso: que del miedo nazca la esperanza. Pero así es. “Solo de aquellos que ya no tienen esperanza, nos llega la esperanza”, escribió Walter Benjamín. Teníamos que haber pasado por la destrucción de instituciones que experimentamos con este gobierno, por el descarado intento de apropiarse del instituto electoral y de los tribunales de justicia, para despertar y darnos cuenta de que lo que se jugaba en esta elección era el futuro de la democracia.

Todavía hay democracia (porque hay incertidumbre en el resultado, porque es posible que el partido en el gobierno pierda el poder), pero si gana el partido oficial es improbable que siga existiendo. Tal vez tengan en mente la imposición de un sistema de desarrollo autoritario. Crecimiento y desarrollo alcanzado gracias a la suspensión de toda oposición, política, mediática y judicial. Para hacerlo no tienen que actuar dictatorialmente, tienen que simular, como en tiempos del PRI. Para los priistas vivíamos en democracia. ¿Y los fraudes? Ellos no los reconocían. ¿Y el abuso de la ley? No lo admitían. Era la democracia perfecta. Había elecciones, pero no eran libres. Había en el papel contrapesos: el Poder Judicial y el Legislativo, que en los hechos estaban completamente supeditados. La llamada ‘deriva autoritaria’ tiene rumbo, derivamos hacia un priismo renovado: poder central omnímodo, militarismo, poderes de contrapeso supeditados, clientelismo desbocado, voto coaccionado, connivencia con el crimen organizado, prensa maniatada o cooptada.

Un elemento central en el control social es el miedo. Vivimos las elecciones más violentas de nuestra historia. Nunca como ahora hay candidatos asesinados, centenares de declinaciones de candidaturas por amenazas, miles de personas que no quieren participar como funcionarios de casilla por el miedo. ¿Qué clase de democracia es esta si en una inmensa franja de nuestro territorio se va a votar en zonas controladas por el crimen organizado?

En la última elección federal, en 2021, el crimen organizado participó en la elección, varios gobernadores de Morena hoy en activo fueron impuestos o impulsados por el crimen organizado. ¿En esos estados va a haber elecciones libres? ¿Los medios, en un escenario de elección cerrada, van a ponerse del lado del gobierno o del lado de la sociedad? Ya vimos cómo, frente a la exhibición de la corrupción de Rocío Nahle, el presidente amenazó con la pérdida de la concesión a la televisora que osó transmitir esa información. Luego de esa amenaza, el papel de Televisa volvió a ser el de todo el sexenio, de supeditación. ¿Cuál será el papel del Ejército, cuál el del crimen organizado en un escenario de elecciones reñidas? La deplorable conducta, de evidente parcialidad con el partido oficial, de Guadalupe Taddei al frente del INE, ¿la llevará a privilegiar a la candidata de López Obrador?

Hace seis años Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Beltrán acudieron a la casa de Xóchitl Gálvez para pedirle, de parte de López Obrador, que se incorporara al gabinete o, en su defecto, que fuera senadora por Morena. Xóchitl rechazó la oferta. Ahora para Morena o los morenistas, es la representación del mal. De haber aceptado el ofrecimiento, hoy sería la candidata de Morena. La cuña del mismo palo ha funcionado.

Hoy el gobierno está volcado a promover la continuidad, es decir, el estancamiento y la mediocridad. Xóchitl representa el cambio. Representa el repudio frente a 800 mil muertos de covid, los 186 mil asesinatos, los 50 millones sin acceso a la salud, la complicidad o complacencia con el crimen organizado, los libros de texto que lo son de adoctrinamiento. Millones de mexicanos están hartos de López Obrador y sus mentiras, pero tienen miedo a decirlo. No tendrán miedo de expresarlo en la soledad de la casilla, cuando del miedo nazca la esperanza.

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