Leer es poder

La corrupción de la palabra

Hemos normalizado la mentira en el discurso público. Se pueden emitir 56 mil 181 mentiras, parado detrás del escudo de la República, sin consecuencias.

Una pirámide de cartón como símbolo de su gobierno. Una estructura vacía. La lucha contra la corrupción fue su bandera, pero no después de las revelaciones sobre Pío y Martín, los hermanos del presidente. Mientras no haya una explicación clara, y castigo si es necesario, este gobierno no puede hablar de combate a la corrupción.

Peor corrupción que recibir mordidas es mentir desde el poder, práctica común del presidente. Hasta junio, según la consultora Spin, el presidente habría dicho 56 mil 181 mentiras (noticias falsas o engañosas). En cierto modo, todos mentimos, pero no todos somos el presidente de la República, sus mentiras, sus ‘otros datos’, han quedado impunes. Hemos normalizado la mentira en el discurso público. Se pueden emitir 56 mil 181 mentiras, parado detrás del escudo de la República, sin consecuencias. Que esto sea visto como algo normal constituye un enorme retroceso en la vida pública mexicana. La degradación de la palabra, la corrupción a través de la mentira.

Recordemos la sucesión de hechos. Desde su jaula de oro Emilio Lozoya lanzaba acusaciones contra altos funcionarios públicos del sexenio pasado. El presidente todos los días se refería al caso Lozoya como ejemplo de corrupción. De pronto apareció un video en el que se ve al hermano del presidente recibir dinero sucio. A partir de la publicación de ese video el presidente deja de lado el tema Lozoya. Las autoridades, sobra decirlo, nunca llamaron al hermano del presidente a declarar. En las redes circularon fotos de Pío en las Islas Caimán, famoso lavadero de dinero; Santiago Nieto no embargó cuentas. Como si no pasara nada. Lo más significativo fue la reacción del presidente. Ya no más bravatas contra los funcionarios del gobierno anterior. Un chantaje.

Producto de otro chantaje fue la liberación de Ovidio Guzmán. Ha dicho el presidente que él dio la orden de liberarlo para evitar que se perdieran vidas. El hecho es que, en el marco de esas acciones, perdieron la vida ocho personas. Ovidio fue liberado y hoy es uno de los jefes visibles del narcotráfico en el noroeste del país. El 17 de octubre de 2019 el Ejército aprehendió a Ovidio. Comandos de los grupos criminales sitiaron las unidades donde vivían los militares y sus familias. Liberaron a Ovidio. Ningún castigo por las ocho muertes. Ningún castigo por sitiar las viviendas de los militares. Ovidio Guzmán sigue libre ejerciendo a plenitud su negocio. El presidente ha repetido que él dio la orden de liberar a Ovidio. Él aceptó el chantaje.

El presidente cede al chantaje de quien filtra los videos de sus hermanos recibiendo dinero. El presidente cede a las amenazas del narco. El presidente miente y se deja chantajear.

Otro lugar donde la mentira ha corroído la estructura de la institución es en el área de salud. Dice el presidente que ha cumplido y que está vacunado el 60 por ciento cuando sólo 26 por ciento de la población tiene aplicado el cuadro completo de vacunas. Todos los días la Secretaría de Salud nos muestra un cuadro con cifras falsas. No llevamos 250 mil muertos (que en sí misma es una cifra terrible) sino más de medio millón, según el Instituto de Métrica y Evaluación de la Universidad de Washington. Frente al Covid el recurso más empleado por este gobierno ha sido la mentira, el ocultamiento de información, el uso de distractores, datos falsos para justificar los semáforos que pida el político.

Somos los campeones mundiales de muertes por Covid entre el personal médico. El primer lugar de muertes por Covid en zonas indígenas de América. Desde el comienzo de la pandemia México ha estado en el cuadro de los peores países en enfrentar la pandemia en términos de salud y económicos. No es difícil adivinar el porqué de las injurias a los medios: para evadir el costo de la tragedia lo más fácil es anular al mensajero.

Las mentiras deben de tener consecuencias. El pésimo manejo de la pandemia es una catástrofe histórica. Lo peor que le ha ocurrido a México desde la Revolución, hace cien años.

No deja de ser curioso que uno de los presidentes más mentirosos de que tengamos memoria haya incluido en su programa matutino una sección dedicada a revelar “quién es quién en las mentiras de la semana”. Pronto la sección devino en ridículo. Ya no exhibe “mentiras” sino “exageraciones”. Si una cabeza lleva signos de admiración entonces es una exageración y por lo tanto una mentira. Criterio muy rigorista. Criterio que al contar las víctimas de Covid se vuelve laxo y blando. ¿Quedarán impunes las mentiras de López-Gatell respecto al uso del cubrebocas? No actuó siguiendo criterios médicos, lo hizo para servir la voluntad del presidente, lo hizo por ambición política.

Nos aproximamos al tercer informe. Ha dado muchos más, he perdido la cuenta. Da informes casi todos los días. El costo de esa exhibición narcisista ha resultado muy alto: la corrupción de la palabra.

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