Fernando Curiel

Chimalistac-San Ángel-Chimalistac

 

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Para Rocío y Beatriz

Uno. No me gasto malos bigotes hipsters como guía turístico. Lo hago permanentemente, con amigos, en Taxco, Guerrero Mártir. Lo hice en los Paseos Literarios (parejas, familias) que el INBA organiza (¿organizaba?) en el Centro Histórico y anexas. Sigo haciéndolo, solo o acompañado, en el circuito poco frecuentado Chimalistac–San Ángel–Chimalistac. Merito sur de la Ciudad de México.

Dos. Ya no pensamos, regionalmente, a la "capirucha". La reducción territorial (conceptual, cultural), pasó de la colonia al barrio, de éste a la calle, de ésta al condominio horizontal, de éste al gheto (proletario o millonario). El poeta Xavier Villaurrutia daba el "¿Quién vive?" sin obtener respuesta, en sus Nocturnos con sabor a bolero. Tampoco la hallaría en la ciudad diurna. Ensimismada.

Tres. Cité el sur, lamentablemente constreñido a pocos enclaves. Perisur (y, a última hora, Oasis). Las dos plazas (arracimadas) de Coyoacán (donde, si usted se asoma a un puesto disque artesanal, se asoman cientos). Las calles restauranteras de La Paz y Altavista (dan qué pensar las desoladas tiendas de su tramo entre Revolución y el Museo Diego Rivera). El centro de Tlalpan. San Jacinto. Plaza Loreto.

Poco frecuentado, Cuicuilco, nuestro origen. Poquísimo Chimalistac, pese a su templo, sinuosa Calle del Río cruzada por puentes de piedra, sus calles laberínticas, su plaza Federico Gamboa (para rabieta de Carlos Fuentes, sostenido long-best-seller), y la esquina en la que finalmente (para rabieta de don Federico) Santa e Hipólito se arrejuntan.

Cuatro. Todo empezó con la Constitución republicana de 1824, que hizo de la Ciudad de México sede de los poderes federales y la rodeó de un Distrito Federal, entonces todo campo, ríos, bosques, sembradíos (hoy por hoy no sólo han desaparecido las glorietas y los tranvías, sino igualmente ¡los familiares días de campo!). Después vino el reconocimiento legal de regiones, llámeseles pueblos, municipios, demarcaciones o delegaciones. Reconocimiento de identidades ancestrales que a la fecha olvidamos o, lo más grave, ignoramos.

Inmenso sur: Coyoacán, los Copilcos, San Ángel, Tizapan, El Pedregal, Ixtapalapa…

Cinco. Está por acabarse un año (otro más) atroz. Que los centros comerciales no nos concentren en las vacaciones. Recorramos el sur.

Escoja usted entre dos rutas posibles, una larga y otra corta (como en las procesiones de Semana Santa). La primera de las mencionadas comienza más lejos. En ambas el punto de llegada es Chimalistac.

Seis. La ruta larga, arranca del templo de San Juan Bautista, en Coyoacán, sigue por Francisco Sosa (calle hermosísima), cruza el Puente de Panzacola y sigue por Arenal. A estas alturas, el caminante, puede derivar, por el parque de La Bombilla (ya sin el dedo acusador del sacrificado Álvaro Obregón), a Chimalistac. Y luego, regresar y seguir, por La Paz o Altavista entre Insurgentes y Revolución, a San Ángel.

Aquí San Jacinto, La Amargura, La Casa del Risco, El Bazar si es sábado, el templo de San Jacinto, etcétera. Luego, por Plaza Loreto, la emprende a El Pedregal. Contemporáneo (digo, como zona residencial) de Ciudad Universitaria. Algún día señalizado por una de esas cabezas de serpiente que tanto gustaban a Matías Goeritz, su artífice.

Siete. La ruta corta arranca en Chimalistac, se demora en su templo casi privado, saluda el busto de Gamboa que le levantara la industria cinematográfica, recorre callejuelas, se asoma al río (por el que bajaba, de los Dinamos de Contreras, caudaloso torrente), emerge a La Bombilla. De este parque que ya urge que la delegación termine de remozar, por La Paz o Altavista, irrumpe en San Ángel; no sin previo asomo al Convento del Carmen. San Ángel: que los dioses antidesarrolladores nos lo preserven en su morfología. Sin prisa: todo San Jacinto, La Amargura, las múltiples tiendas, el merodeo por calles a diestra y siniestra.

Ocho. De regreso, recorra las calles aledañas a La Bombilla y busque y encuentre la misteriosa Capilla del Secreto.

Nueve. Ruta larga o corta, si de manducar se trata, le recomiendo con conocimiento de causa: o la Fonda de San Ángel, o Central de Brazil, o Taro.

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