Ezra Shabot

El tigre

En la última Convención Bancaria, AMLO puso a temblar a los banqueros (y a los mexicanos) y se corre el riesgo de que el miedo vuelva a ser un factor que determine las elecciones, como en 2006.

En la Convención Bancaria del fin de semana pasado, López Obrador hizo alusión al 'tigre' que no podría contener en caso de que se produjese un fraude electoral el próximo primero de julio. Dijo: "…yo me voy a Palenque y a ver quién va a amarrar al tigre, el que suelte el tigre que lo amarre, ya no voy a estar yo deteniendo a la gente". El mensaje era claro para el sector bancario del país, siempre necesitado de estabilidad política y económica como condición indispensable para llevar a cabo su función financiera y de ahorro.

Más allá de otras ocurrencias que impactaron negativamente en el ánimo de los banqueros, como la cancelación del proyecto del aeropuerto, la finalización de la corrupción por decreto presidencial o la discrecionalidad del futuro presidente en el manejo de los contratos de la industria energética, el tema del 'tigre' fue el dardo con el que AMLO puso a temblar a los banqueros. Como en 2006, la declaratoria unilateral de López Obrador supone movilizaciones de todo tipo por el país. Cualquier otro resultado que no le sea favorable será en automático un fraude, lo que provocará la apertura de la jaula desde donde el tigre saldrá a defender al líder irredento incapaz de aceptar la posibilidad de una derrota.

O gano yo, o la insurrección popular destruirá la estabilidad existente, fue lo que Andrés Manuel fue a decirle a los banqueros en Acapulco, en una advertencia clara para quienes poseen capitales e inversiones. "No los voy a expropiar ni a nacionalizar", sólo aumentará el gasto público sin subir impuestos en una lógica de mayor endeudamiento como única salida a esta ecuación. Los números no dan. Ni acabando con la corrupción por decreto, se puede elevar el gasto público de manera significativa para que influya en políticas destinadas a combatir la pobreza y mejorar los servicios que provee el Estado.

El temor de banqueros y analistas económicos es que el intento de poner en práctica medidas inviable termine por generar la desconfianza suficiente como para ahuyentar capitales nacionales y extranjeros, y meter a México en una espiral de incertidumbre hasta en tanto no exista certeza sobre lo que sí podría hacer un gobierno de este tipo. El problema con el equipo de campaña de López Obrador es que carece de los nombres de peso que pudiesen reducir la incertidumbre del discurso errático del caudillo. Ni las figuras de Carlos Urzúa, en Hacienda, o Alfonso Romo, al mando del liderazgo empresarial, generan la certidumbre necesaria como para pensar que un presidente con un proyecto incapaz de procesarse sin desequilibrios financieros, pueda ser contenido por personas con experiencia en el manejo de los dineros públicos.

La amenaza del 'tigre desatado en caso de fraude' sólo sirve para aumentar el miedo sobre el tipo de gobierno que una opción con estas características podría construir, y el daño que éste puede ocasionar de manera inmediata. Para poder pensar en un triunfo que no ocasione una fuerte reacción adversa en los mercados, López Obrador requiere hacerse de figuras reconocidas en el ámbito financiero y que tengan la habilidad de convencer de que nada se hará en contra de aquello que ha garantizado finanzas públicas sanas, baja inflación y un gobierno que sea efectivo y transparente con el gasto.

Si AMLO sigue hablando de tigres y propuestas carentes de sustento económico, la elección regresará a los niveles de 2006, donde el miedo volverá a ser factor determinante a la hora de ejercer el voto. Y es eso, el miedo y la amenaza, lo que dejó sembrado López Obrador en la Convención Bancaria en Acapulco.

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