Comisionado del INAI

La insistencia patológica en la violencia de género

Tenemos que trabajar juntos, hombro a hombro, hombres y mujeres, desde la infancia hasta la madurez y siempre, por solidaridad a nuestras mujeres.

En días pasados tuve la oportunidad de participar en la presentación de un libro sobre el empoderamiento de las mujeres y el derecho de acceso a la información.

Al igual que en ese momento, quiero aprovechar la oportunidad para escribir algunas líneas para que una vez más hagamos un llamado de atención serio, urgente y a viva voz sobre el estado que guarda la violencia hacia las mujeres. No me imagino, ni soporto hacerlo que, tras muchos procesos de concientización, de educación, de difusión, entre otros, se ha puesto sobre la discusión pública la irracionalidad de la violencia de género.

Toda violencia, evidentemente, es irracional, pero la de género, la que es en contra de las mujeres nos ofrece el mayor nivel de irracionalidad que, ni siquiera en los animales distintos a la especie humana, se ha visto.

Los casos de horror real que superan con mucho a la ficción novelada y que vemos día a día −por desgracia− en las noticias nos degradan como sociedad y nos colocan en el más ínfimo lugar entre las especies, cuando somos testigos pasivos e inactivos de cómo matan a las mujeres: con lujo de violencia, con saña patológicamente premeditada y, sobre todo, con una vergonzante impunidad.

Hemos visto como, hace apenas unas semanas, un joven −y quiero insistir en esa cuestión: un joven que se supone debería ser educado y consciente− tras una fiesta decidió arrollar con el auto a dos mujeres y el tipo, este feminicida, prófugo con cargos de conciencia decidió entregarse posteriormente.

No es mi intención atizar el fuego de nuestra indignación, pero qué diablos pasa cuando vemos en plena vía pública cómo un hombre le propina semejante golpiza a una mujer. Peor aún, cuando resulta que ese violentador innato es un funcionario de las fuerzas del orden público.

Nos falta realmente educar desde casa, extirpar de raíz a partir de información los primeros atisbos de machismo que percibimos en el seno familiar, en dejar que informadamente las mujeres alcen la voz frente a estereotipos que hemos forjado como sociedad, a las mujeres que son víctimas darles la información necesaria para ser rescatadas de la violencia, a las autoridades con información castigar y punir a los victimarios.

Me disculpo por mi perorata, pero me parece más honesto alzar la voz, que hacerme de la vista gorda como si no pasara nada. Asirme de esa invisibilidad que tanto daño ha hecho a las mujeres.

Por eso, creo que el derecho de acceso a la información pública ha ayudado como herramienta a aligerar la enorme carga que llevan las mujeres en un país en el que se les discrimina. Esa condición instrumental que tiene el acceso a la información es un presupuesto para que las mujeres conozcan muchos de los otros derechos que tienen y, en consecuencia, exigirlos. Lo cual, contribuye a una mejor toma de decisiones, decisiones informadas y emprendimiento de acciones que mejoran las condiciones de vida, de exigencia y de búsqueda de justicia para ellas.

La brecha apenas ha sido abierta, el camino es largo, apenas empezamos a generar ese ámbito de igualdad, en el trecho hay muchos obstáculos, pero así siempre son los inicios.

Una vez más: tenemos que trabajar juntos, hombro a hombro, hombres y mujeres, desde la infancia hasta la madurez y siempre, por solidaridad a nuestras mujeres.

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