Coordenadas

El problema no es el petróleo, es Pemex

El origen de los conflictos que enfrenta la petrolera está en las decisiones irracionales que se han tomado por años.

El petróleo es el mejor negocio del mundo, dijo el presidente López Obrador en días recientes.

No sé si lo sepa, pero el autor de la frase, o al menos es a quien se le atribuye, es al magnate John D. Rockefeller. Decía que el mejor negocio del mundo era una empresa petrolera y el segundo mejor negocio del mundo era una empresa petrolera mal administrada. Se ve que no conocía Pemex.

Y cómo iba a conocerla si la época de gloria de Rockefeller, al frente de la Standard Oil Company fue a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su empresa fue, en su tiempo, la más grande y poderosa del mundo, antes de que el gobierno norteamericano de Teddy Roosevelt se lanzara en contra de ella en 1909 por su carácter monopólico.

Para dar una idea de su poder, se estima que, a precios actuales, la riqueza de Rockefeller sería superior a los 800 mil millones de dólares. Ni Jeff Bezos ni Bill Gates se le hubieran acercado.

Finalmente, en 1911 la Suprema Corte de los Estados Unidos ordenó la disolución de la Standard Oil y su fragmentación en 34 empresas independientes.

La influencia de esta empresa sigue presente en el mundo, al grado que Exxon, una de las mayores empresas petroleras del mundo en la actualidad es heredera de la Standard Oil of New Jersey, una de las firmas en la que se dividió el gigante.

Lo que está detrás del dicho de Rockefeller es algo que no siempre se entiende: la gran ventaja que tuvo al paso de los años y que aún tiene hoy la producción de petróleo crudo es la llamada renta petrolera.

En la mayor parte de las industrias, el valor del producto que se generan es la suma de los costos totales más un margen que representa la utilidad.

En el caso del petróleo, su valor es la suma de sus costos más la utilidad… más la renta petrolera.

Es tan grande el ingreso ofrecido por esta renta, que la mayor parte de las naciones en el mundo cuenta con regímenes fiscales especiales para permitir a los gobiernos quedarse con parte o la totalidad de esa renta, sean las empresas petroleras privadas o estatales.

La falsa discusión respecto al petróleo deriva de la creencia de que la producción de crudo es una industria que va de salida o creer, como a veces parece hacerlo el presidente López Obrador, que seguimos en los tiempos de Rockefeller.

Ni una cosa ni otra.

Hemos hablado de Exxon. Este gigante sigue teniendo un valor de mercado de 247 mil millones de dólares y se espera que este año tenga un flujo de efectivo (ebidta) de 43 mil millones de dólares y ganancias netas de 15 mil millones de dólares.

Si no le impresionan esas cifras le sugiero echar un ojo a las de Aramco, la compañía petrolera saudita. Su valor de mercado es de 7 billones (trillions) de dólares. Y su ebidta esperado para este año es de 764 mil millones de dólares. Es con mucho, la empresa con el valor más elevado en los mercados bursátiles del mundo entero y la que genera mayor flujo.

No. El problema no es que la industria petrolera vaya de salida. Aún, con un parque vehicular de autos eléctricos en el mundo, el petróleo y el gas serán el combustible en la industria naval y aérea, así como en los hogares, y, sobre todo, la materia prima indispensable de la industria química.

El problema no es el petróleo. El problema es Pemex y cómo se manejó la empresa por muchos años.

Corrijo, el problema no es sólo Pemex, sino la forma en que se manejaron las finanzas públicas del país… y cómo se siguen manejando, así como las consecuencias que ello tuvo sobre la petrolera.

Solo por ponerle un ejemplo, el 2004, los derechos sobre extracción de petróleo que la empresa transfirió al gobierno fueron equivalentes al 91 por ciento de su utilidad antes de impuestos.

La reticencia a realizar una reforma fiscal profunda condujo a que, por años y años, Pemex se convirtiera en fuente principal de recursos y deuda pública. En sus mejores momentos de producción, como en 2003 y 2004, más del 30 por ciento de los ingresos públicos totales provenían del petróleo o las gasolinas.

Se dejo de invertir en Pemex y se permitió un proceso largo de declinación de la producción y de deterioro productivo. Se dio un enorme poder al sindicato, que limitó la productividad de la empresa y se estableció una burocracia en donde campeó la corrupción.

Con la reforma energética, Pemex apenas estaba entrando en un proceso de adaptación para hacerse una empresa más compacta y productiva al tener que competir, cuando se echó reversa.

Ahora se le quiere convertir de nuevo en una empresa de mayor tamaño, pero ineficiente y poco productiva.

La renta petrolera allí sigue. La última referencia indica que el costo promedio de producción de un barril de crudo en México es de 14 dólares mientras que el precio promedio del petróleo mexicano estuvo en 63.66 dólares el viernes pasado.

Con todo y sus problemas, los ingresos petroleros representaron hasta el mes de abril el 13 por ciento de los ingresos totales del sector púbico.

Lo que Pemex necesita es una inversión inteligente en exploración y producción, no en refinerías, alianzas para poder aprender, competencia para hacerse más eficiente, y hacerse pública verdaderamente, es decir colocar una fracción de sus acciones en los mercados, para que haya transparencia y vigilancia.

Si se hiciera eso, entonces le aseguro que tendríamos una empresa petrolera productiva y con un futuro prometedor.

Por cierto, que lo más sano sería que su deuda en dólares fuera asumida por el gobierno directamente, pues una parte muy importante de ella fue tomada como parte de la estrategia de finanzas públicas. Es decir, el gobierno se endeudaba a través de Pemex.

No, el problema no es el petróleo, sino las decisiones irracionales que se han tomado por años, y que han conducido a dilapidar la renta petrolera.

Si Rockefeller lo viera desde su tumba, quizás rectificara: hay empresas petroleras, hay petroleras mal administradas y luego está Pemex.

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